jueves, 20 de abril de 2017

BANDA DE MÚSICA DE GARRUCHA



  Adolfo Pérez López
   
   Cuando me hice cargo de la alcaldía de Garrucha uno de mis propósitos era crear y organizar una banda de música patrocinada por el Ayuntamiento, música de la que soy bastante aficionado. Considero que tener una banda de música es un bien para el disfrute de los ciudadanos de un municipio.

   Mi interés porque Garrucha tuviera una banda de música era conocido por mi vecino Ramón Guevara Oña, comerciante garruchero, vendedor de pescado en varios pueblos de la provincia, entre ellos Bédar.

   En Bédar, Ramón Guevara trabó amistad con Diego Fernández Cánovas, músico y maestro de escuela, y Antonio Torres Fernández, empleado administrativo y también músico. Ambos naturales de Bédar y vecinos de la ciudad de Almería. De esa amistad  con ambos a mi vecino le surgió la idea de que ellos podrían ser los profesores encargados de hacer realidad la banda de música, cosa que les propuso y los dos le manifestaron estar dispuestos a acometer el proyecto si se llegaba a un acuerdo.

   Así las cosas, Ramón Guevara me dio cuenta de lo hablado con ellos y de su buena disposición para hacer realidad el proyecto. Para tratar el asunto se acordó tener una reunión los cuatro, reunión que tuvo lugar en el mes de enero de 1988 en el salón del bar conocido en Garrucha como el Hogar, hoy el edificio de la Casa de la Juventud, junto al Ayuntamiento, en el paseo del Malecón.

   En aquella entrevista se acordó que los citados músicos se harían cargo de la enseñanza de los alumnos con el fin de llevar a cabo la iniciativa. Labor para lo que el Ayuntamiento les abonaría una remuneración mensual, que en realidad era modesta pues en ella primaba por encima de todo la ilusión de constituir la banda.

   Pocos días después, el 28 de enero de 1988, el pleno de la Corporación municipal, por unanimidad de los ocho miembros presentes, adoptó el acuerdo de iniciar cuantas gestiones fueran necesarias en orden a crear una banda municipal de música. Asimismo, se acordó poner cuantos medios fueran necesarios para hacer realidad el proyecto, tales como contratar al profesor o profesores de música, así como aportar, en su momento, la cantidad de dinero que se precisara para la compra de los instrumentos musicales que se precisaran.

   Después de la campaña de publicidad que se hizo para atraer a las personas interesadas, con la novedad se matriculó un número apreciable de alumnos y alumnas, más de treinta: niños, niñas y adolescentes, además de algún mayor, aunque luego disminuyeron los matriculados. Las clases de solfeo dieron comienzo, impartiéndose dos veces por semana (jueves por la tarde y sábado por la mañana) en un aula del colegio público Hispanidad.

   Pasados muy pocos meses ambos profesores consideraron que era el momento de comprar los instrumentos musicales, pues consideraban que los alumnos estaban ya en condiciones de aprender a manejarlos y echara a andar la banda de música. Entonces se acordó que el Ayuntamiento subvencionara a cada alumno en un porcentaje de dinero con arreglo al precio del instrumento que se tratara. Las subvenciones se hicieron en escala, de modo que los más caros percibieron mayor cantidad de dinero. En todos los casos la cuantía de las subvenciones superó el 50% del importe del instrumento. El Ayuntamiento compró la tuba (bajo), el bombo, la caja (tambor) y los platillos, ya que ningún alumno quería tocar esos instrumentos. La mayoría quería el saxofón, la trompeta y el clarinete por ese orden. Los instrumentos se compraron en Almería, en el establecimiento de Luis Gázquez. Este sistema de compra subvencionada de instrumentos se mantuvo durante los años siguientes, conforme se iban incorporando nuevos alumnos a la banda.

   El uniforme para los músicos también fue subvencionado por el Ayuntamiento. Se componía de chaqueta de lana azul marino y pantalón o falda del mismo color, con camisa blanca, corbata grana y zapato negro.




   Una vez que la banda estuvo en condiciones de debutar, su presentación pública tuvo lugar el domingo 30 de septiembre de 1990, a la 18:45 horas, en la plaza de Pedro Gea (de la capilla). Habían transcurrido treinta y dos meses desde el comienzo de las clases de solfeo. La plaza estuvo llena de público. El acto comenzó con un breve discurso mío al que siguió un concierto de la nueva banda de música dirigida por el profesor Diego Fernández Cánovas, que interpretó diversas piezas musicales, finalizando con el himno a Andalucía. El debut, que fue un éxito, se efectuó con catorce músicos, de los que trece eran alumnos. A su término, el Ayuntamiento invitó a los músicos y familiares a una copa de vino español.

   Después del debut se hacía necesario poner las bases para garantizar la solidez y permanencia de la banda en el tiempo, además de librarla de los avatares políticos, razón por la que se pensó en dotarla de un estatuto de autonomía. De ahí surgió la idea de constituir una asociación cultural con entidad jurídica propia para que se pudiera desenvolver con plena independencia, alejada de los políticos. Era el mejor modo de garantizar su duración en el tiempo, además de poder percibir subvenciones del Ayuntamiento de Garrucha y otras administraciones públicas. Una vez estudiada  la propuesta de la alcaldía, profesores y músicos, estimaron muy conveniente la fundación de dicha asociación, y se pusieron manos a la obra.

   De modo que el 30 de mayo de 1997 se celebró la asamblea constituyente, se aprobaron los estatutos y el 2 de junio siguiente se inscribió en el organismo gubernamental correspondiente con el nombre de Asociación musical Ex Mari orta.

   Y así, con las alternativas propias, desde su fundación en el año 1988 la banda de música ha continuado su andadura en Garrucha, participando activamente en festejos populares, conciertos, certámenes, festivales y procesiones. Siempre dirigida por sus competentes profesores, Diego Fernández Cánovas y Antonio Torres Fernández, a los que desde aquí felicito y les expreso mi agradecimiento por su magnífica labor.

   Me produce gran satisfacción que nuestro pueblo disfrute de su banda de música, que pronto celebrará su treinta aniversario. 


BANDERA DEL MUNICIPIO DE GARRUCHA



 Adolfo Pérez  López

  
   Como dice la memoria de adopción, la bandera de Garrucha está inspirada en la naturaleza marítima del municipio, acorde con el primer cuartel de su propio escudo de armas: un sol naciente en el horizonte marítimo.  

   Los colores de ese horizonte, celeste y azul marítimo, era frecuente verlos en banderines,  gallardetes o banderitas de papel en actos festivos de la localidad, así como en algún edificio social. Un claro indicador del sentir popular respecto a los colores que iluminan este agraciado y acogedor rincón de nuestra tierra almeriense.

   En tal sentido, la Corporación municipal de mi presidencia, creyendo interpretar el sentir popular de identificarse con tales colores, decidió adoptarlos para formar la bandera de Garrucha, de modo que tanto ella como el bonito escudo fueran los símbolos de identificación del municipio. 

   Con el fin de hacer realidad tal iniciativa, en mi condición de alcalde y representante del grupo de concejales de la Unión Independiente de Garrucha redacté una moción para someterla a la consideración del pleno municipal. 

   (Se aclara que los once miembros de la Corporación municipal de aquel mandato (1987 - 1991) pertenecían a la candidatura de Unión Independiente de Garrucha, que fue la única que se presentó en las elecciones locales de 1987.)  

   El texto de dicha moción decía que es interés de la Corporación, desde hace bastante tiempo, que el municipio de Garrucha tuviera su bandera local,  consagrada por el uso en diversos actos de la localidad, razón por la que se hacía preciso institucionalizarla oficialmente iniciando el oportuno expediente de adopción ante la autoridad autonómica competente. En consecuencia, la alcaldía proponía al pleno municipal que adoptara los siguientes acuerdos:

- Adoptar como bandera del municipio de Garrucha la formada por dos franjas horizontales de igual anchura. La franja de arriba de color azul celeste y la de abajo de azul marítimo. Colores que son la representación genuina de la naturaleza del  municipio.

- La bandera local podrá llevar adosado el escudo municipal.

- Que se tramite el expediente de autorización de la bandera ante el órgano de gobierno de la Junta de Andalucía que corresponda, a tenor de lo dispuesto en el artículo 186 del Real Decreto 2568/1986, de 28 de noviembre.”

   Con el dictamen favorable de la comisión informativa municipal correspondiente, la moción fue sometida a la consideración del pleno de la Corporación en la sesión extraordinaria celebrada el 22 de diciembre de 1988, que la aprobó en todos sus términos, con la adopción de los acuerdos propuestos en ella.



   De los once miembros que componían la Corporación municipal de entonces, asistieron a la sesión los nueve miembros que figuran en la foto, excepto la secretaria que a la sazón era Pilar García Marco.

   Para su tramitación por el órgano correspondiente de la Junta de Andalucía se envió certificación de los acuerdos municipales a la Delegación de Gobernación, la cual le pidió al Ayuntamiento que, además del certificado, se enviara una memoria justificativa de las razones para la adopción de la bandera, un dibujo – proyecto de la misma y los documentos acreditativos de la exposición pública del expediente, con  certificación del resultado de la misma.

   La memoria enviada a la Delegación del Gobierno andaluz se basaba en el origen marítimo de Garrucha, desde siempre colonia de pescadores que, como tal, vivía y crecía de cara al mar. Siendo marítimo su horizonte, donde parece que se juntan el cielo y el mar, o sea, el paisaje con los dos colores propuestos para la enseña municipal, que simbolizan lo que ha sido siempre Garrucha. 

   Afirmaba también la memoria que la bandera propuesta se corresponde con el escudo municipal, ya que los colores elegidos para formarla son los más apropiados, como así se desprende del primer cuartel del escudo.

   Asimismo, apoya su justificación el lema que corona el escudo: “Ex mari orta”, cuyo significado es: “Nacida, salida o procedente del mar”.

   Por último, la memoria se refería a que la bandera disponía de cierto aval por el uso que se hacía de ella en actos y festejos locales.

   Sometido el expediente por la Dirección General de Administración Local y Justicia de la Junta de Andalucía a la Real Academia de la Historia para su dictamen sobre la bandera propuesta, el 30 de junio de 1989 la institución académica dictaminó que, dada la arbitraria disposición actual de estas enseñas y la flexibilidad con que vienen siendo creados dichos símbolos, puede admitirse la bandera que se propone sin mayores exigencias.     

   Visto el dictamen de la Real Academia de la Historia el 5 de octubre el Servicio de Régimen Jurídico de la Dirección General de Administración Local y Justicia emitió su preceptivo informe en el sentido de que procedía que el Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía dictara un decreto autorizando al Ayuntamiento de Garrucha para que adoptara su bandera municipal en la forma propuesta.

   El 24 de octubre de 1989 el Consejo de Gobierno, a propuesta del consejero de Gobernación, dispuso autorizar al Ayuntamiento de Garrucha para que adoptara su bandera municipal, organizada por dos franjas horizontales de igual anchura siendo la franja de arriba azul celeste y la de abajo azul marítimo. 

   Un mes más tarde, el 24 de noviembre el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía publicaba el Decreto 231/1989, de 24 de octubre, de autorización de la bandera.

   Cuando en febrero de 1990 el Ayuntamiento obsequió a todas las familias de la localidad con un ejemplar de una edición facsímil de la Historia de Garrucha, escrita en el año 1920 por Ramón de Cala López y Miguel Flores González - Grano de Oro, a la vez se obsequiaba con una bandera del municipio grabada en papel cuché (27,2 x 22,5 centímetros), la cual llevaba incorporados los datos oficiales de su adopción y en el reverso una nota explicativa de su significado.



jueves, 6 de abril de 2017

ESCUDO DE ARMAS DEL MUNICIPIO DE GARRUCHA






                                                                                                  Adolfo Pérez López

La iniciativa de dotar al municipio de Garrucha del bonito escudo de armas que la representa, ajustado a las normas de la heráldica, partió del decreto del alcalde Francisco León García (1944 – 1955), de fecha 4 de mayo de 1955, cuya parte dispositiva dice como sigue: “Habiendo expresado en repetidas ocasiones por los miembros de la Corporación el deseo de que esta posea un escudo heráldico propio que interprete los hecho más relevantes de la historia de esta villa, presida los actos oficiales y conste como genuino distintivo en los documentos del mismo carácter, y considerando esta Alcaldía factible y conveniente la realización de este deseo, inclúyase el referido asunto en el orden del día de la próxima sesión del Ayuntamiento pleno a fin de deliberar y decidir sobre este particular.”

La Corporación municipal, en la sesión del pleno extraordinario celebrado tres días después, el 7 de mayo, como único punto del orden del día, tomó en consideración el decreto de la Alcaldía sobre el escudo. Como la iniciativa del alcalde coincidía con los deseos de los concejales, para hacerla realidad la Corporación acordó que se incoara el oportuno expediente y que este se tramitara de acuerdo con lo dispuesto en las vigentes normas legales. Asimismo se acordó designar una comisión especial integrada por el concejal Agapito Sánchez González, el maestro nacional Miguel Forteza del Rey y el secretario del Ayuntamiento, Juan Navarro Rodríguez, con el encargo de que, consultados los antecedentes históricos del municipio, redactaran una memoria – resumen que fuera expresión del origen e historia de Garrucha, así como de un dibujo o proyecto de escudo basado en la memoria elaborada, de acuerdo con las reglas de la heráldica. Pocos días después, el 12 de mayo, los comisionados redactaron la sucinta memoria que dice como sigue:

“Consultado el archivo municipal de este Ayuntamiento destacándose como hechos más relevantes del pasado de esta villa, los siguientes: Que esta villa nació por segregación del término de Vera, constituyéndose en Ayuntamiento el día 1º de enero de 1861 sin expansión territorial, continuando en esta fecha en iguales condiciones, si bien le fue cedida una porción insignificante de los términos de Vera y Mojácar.

Basándose en este hecho, y ajustándose a las reglas de la heráldica, se ha proyectado el escudo cuyo diseño se acompaña. Consta de tres cuarteles cuyo significado es el siguiente: El cuartel superior de la izquierda representa el escudo de Mojácar cuyo simbolismo es ‘Llave y amparo del reino de Granada’. El de la derecha es el de la Ciudad de Vera de análogo significado, y en la parte inferior un sol naciente que representa el nacimiento de este pueblo, salido del mar, y a lo que se debe también el lema que va al pie del escudo.

En consecuencia, esta comisión tiene el honor de proponer a la Corporación Municipal la adopción de dicho escudo.”

Una vez que la comisión especial encargada de elaborar la memoria y el dibujo del proyecto de escudo entregó el trabajo encomendado, el día 16 del mismo mes (mayo) se celebró otra sesión extraordinaria del pleno municipal en que la Corporación conoció la memoria y el boceto del escudo, que fueron del agrado de sus miembros, que los calificaron de ‘excelentes’. Por unanimidad acordaron aprobar el proyecto de escudo heráldico municipal y, de acuerdo con la legalidad vigente, enviarlo al Ministerio de la Gobernación para su autorización una vez obtuviera el dictamen favorable de la Real Academia de la Historia. También se acordó que el trámite ante el Ministerio se efectuara por conducto del Gobierno Civil de la provincia.

Se dio la circunstancia de que catorce días después de esta sesión, el 30 de junio, la autoridad gubernativa dispuso el cese del alcalde Francisco León García, nombrando para sustituirlo a Emilio Moldenhauer Gea, farmacéutico titular de la localidad, que tomó posesión en dicho día. El nuevo alcalde en seguida se interesó y activó de inmediato el expediente del escudo municipal como se desprende del escrito dirigido al ministro de la Gobernación el 27 de julio de 1955.

La tramitación del expediente continuó. Fue sometido al requisito de información pública durante el plazo legal establecido sin que durante el mismo se presentara alegación alguna al respecto.  Y casi dos años más tarde, el 9 de mayo de 1957, el Gobierno Civil de la provincia envió al Ayuntamiento el dictamen de la Real Académica de la Historia que, si bien consideraba justificados algunos de los elementos que habían de integrar el conjunto del escudo municipal, no obedecía a las reglas de la heráldica, por cuanto prescindía de determinar los colores y metales que había de ostentar, limitándose a describir más o menos ‘al natural’ los elementos integrantes, predominando un criterio paisajístico que en heráldica no es recomendable, ‘un hábito del que se debe huir en buena heráldica’, decía el dictamen. Después de unos prolijos datos técnicos sobre las reglas heráldicas de los escudos, el escrito académico se centraba en una serie de recomendaciones de cómo debía ser el blasón del municipio de Garrucha.

La Real Academia de la Historia aconsejaba en su dictamen, firmado por el marqués de Montesa, que la composición fuera cuartelado en cruz: 1º De azur; un sol en jefe y unas ondas de plata en punta. 2º De plata y dos torres en sable sobre ondas de azur; en jefe una llave de sable en pal. 3º  De plata y el castillo de sable; en jefe una espada y una llave, cruzadas en sotuer, también de sable; el castillo terrasado de sinople. 4º De gules y un castillo de oro, terrasado de sinople. En escusón, o abismo, en el centro del escudo, un escudete de plata con la cruz de gules. (Al final de este escrito se explica el significado de los términos heráldicos que  usa la Real Academia en la descripción del escudo.)

De la forma indicada, añadía el dictamen, aparecía representada la reciente creación del municipio de Garrucha, junto con los de Vera y Mojácar, según lo solicitado, con la incorporación alusiva al castillo de Garrucha del que se había prescindido, y lo mismo sucedía con el blasón de Almería. Asimismo decía que cumplía poner el lema solicitado: “Ex mare orta”, igual que si se quería colocar el otro lema: “Llave y amparo del reino de Granada”, ambos en sendas cintas en torno al escudo. Tales eran las indicaciones de la Real Academia de la Historia, recogidas e incorporadas por el Ministerio de la Gobernación en su dictamen final, prescindiendo del lema: “Llave y amparo del reino de Granada”.

Completado el expediente, el dictamen del Ministerio consideraba que se habían cumplido todos los requisitos y preceptos legales en su tramitación, razón por la que el Consejo de Ministros, a propuesta del ministro de la Gobernación, de conformidad con los dictámenes favorables emitidos por la Real Academia de la Historia y Dirección General de Administración Local, en su reunión de 30 de abril de 1959 acordó autorizar al Ayuntamiento de Garrucha para que adoptara su escudo heráldico municipal, ordenado en la forma expuesta en el dictamen ministerial.

Cuando en el Ayuntamiento se tuvo conocimiento del decreto autorizando el escudo, cuya publicación se produjo en el Boletín Oficial del Estado de 11 de mayo de 1959, la Corporación municipal, en sesión plenaria celebrada el 25 de julio siguiente, mostró su satisfacción por la noticia y adoptó los acuerdos de aprobar el escudo heráldico municipal en los términos dictaminados por la Real Academia de la Historia, empleando como lema del mismo: “Ex mare orta”, puesto en una cinta coronando el escudo. También se acordó proveer fondos para satisfacer el pago de un cuadro pintado con el escudo municipal aprobado. El escudo pintado resultante es el mismo que encabeza este escrito, que es el oficial. Se aclara que en el expediente nada se dice sobre la razón de haber sustituido en el lema pintado ‘mare’ por mari’.

Una vez pintado el cuadro se decidió que el acto de presentación pública del escudo, colocado en lugar preeminente del salón de sesiones del Ayuntamiento, revistiera la mayor relevancia, y que dicho acto tuviera lugar el 16 de agosto de 1959, festividad de san Joaquín, patrón de Garrucha. Al efecto, ese mismo día, 16 de agosto por la tarde, se reunió la Corporación municipal en sesión plenaria extraordinaria, la cual acordó que al mismo tiempo se bendijera el cuadro. Asimismo acordó nombrar padrinos del acto a Ambrosio López Giménez, garruchero, magistrado del Tribunal Supremo, y a la señora del alcalde, Rosa Carrillo.

Hasta la fecha de su presentación habían transcurrido más de cuatro años desde que se inició el expediente. 

Significado de los términos heráldicos que componen el escudo:

Cuartelado en cruz  = dividido en cuatro partes (cuarteles)

Coronando el escudo una cinta con el lema: ‘Ex Mari Orta’, cuyo significado es:
‘Salida del mar’, ‘Levantada del mar’, ‘Nacida del mar’

Cuartel 1º

De azur; un sol en jefe y unas ondas de plata en punta

- De azur = de color azul
- En jefe = En lugar preeminente
- Ondas de plata = olas de color gris claro

Cuartel 2º

De plata y dos torres en sable sobre ondas de azur; en jefe una llave de sable en pal

- De plata = Fondo de color gris claro
- Dos torres en sable = Dos torres de color negro (los bordes)
- Ondas en azur = Olas de color azul
- En jefe una llave de sable = Una llave de color negro (los bordes) encima, en lugar
  preeminente
- En pal = la llave colocada de forma vertical en el centro

Cuartel 3º

De plata y el castillo de sable; en jefe una espada y una llave, cruzadas en sotuer, también de sable; el castillo terrasado de sinople

- De plata y el castillo de sable = Fondo de color gris claro y los bordes del castillo de
  color negro
- En jefe una espada y una llave = En lugar preeminente
- Cruzadas en sotuer = Cruzadas en forma de aspa
- También de sable = Con los borde negros
- El castillo terrasado = Colocado encima de una terraza
- De sinople = De color verde

Cuartel 4º

De gules y un castillo de oro, terrasado de sinople

- De gules = de fondo rojo
- Un castillo de oro = Un castillo dorado
- Terrasado = Encima de una terraza
- De sinople = De color verde

En escuson, o abismo, en el centro del escudo, un escudete de plata con la cruz de gules

- Escusón = Escudo de pequeño tamaño colocado en el centro del escudo principal
- Abismo = Parte central del escudo
- Escudete de plata = Pequeño escudo de color gris claro
- Cruz de gules = La cruz del escudo de la provincia de Almería, de color rojo
- Gules = Color rojo

SIGLO Y MEDIO DEL MUNICIPIO DE GARRUCHA


Adolfo Pérez López



 


Al cumplirse el 1º de enero de 2011 el 150 aniversario de la constitución del primer Ayuntamiento de Garrucha, Adolfo Pérez López publicó el siguiente artículo en tres entregas. (Actualidad Almanzora, meses de noviembre y diciembre de 2010.)
  
   El venidero día de Año Nuevo, 1º de enero de 2011, se cumplen ciento cincuenta años de la constitución del primer Ayuntamiento del municipio de Garrucha el 1º de enero de 1861, que casi tres años antes había sido creado por el Gobierno de la Nación. Se va a completar, pues, su ciento cincuenta aniversario. Aniversario que es digno de ser conmemorado, de ahí la razón de este artículo: recordar la histórica efeméride con un breve repaso de lo acontecido en esos años.

   Efectivamente, casi tres años antes, el 16 de marzo de 1858, siendo Isabel II reina de España, el Gobierno de la Nación presidido por Francisco Istúriz Montero promulgó la Real Orden por la que se creaba el municipio de Garrucha segregándolo de su matriz: Vera. Se cumplía así la gran aspiración de los garrucheros de la pedanía en la que desde tiempo inmemorial se asentaba una colonia de pescadores.

   La ‘Historia de Garrucha’ (1920) de Ramón de Cala y López y Miguel Flores González – Grano de Oro nos dice que visto el progreso alcanzado por el pueblo en todos los sentidos: gran número de vecinos y buen desarrollo industrial y mercantil, así como numerosas viviendas construidas (suntuosas bastantes de ellas), decidió a los garrucheros que había llegado la hora de emanciparse de Vera, por lo que tras arduas gestiones en las que tomaron parte activa la familia Orozco, y después de una larga y dificultosa tramitación, el Gobierno de Istúriz concedió la tan deseada gracia. 

   Pocos días antes de la constitución del nuevo Ayuntamiento, el 23 de diciembre de 1860, el gobernador civil designó los ocho miembros que habían de regir provisionalmente al nuevo municipio. Sus nombres merecen ser recordados: Manuel Berruezo Ayora, Pedro Berruezo Soler, Bernardo Gerez Soler, Alfonso Cervantes Quesada, Andrés Cervantes Quesada, José Laguna López, Tomás de Latorre Campoy (alcalde pedáneo y médico) y Felipe Rodríguez Clemente. El 22 de diciembre la autoridad gubernativa había nombrado a Manuel Berruezo Ayora primer alcalde de Garrucha, al que dos años después le sucedió José Laguna López y a éste Juan Francisco Berruezo Torres, y así hasta completar los cincuenta y tres alcaldes que ha tenido el municipio, entre los que me encuentro con el número cincuenta y uno.


   Una vez constituida la primera Corporación municipal interina de Garrucha, de la que nombraron secretario, también interino, al regidor Bernardo Gerez Soler, se adoptaron varios acuerdos, entre ellos el de que se anunciara a la población este acto para que, según reza en el acta de la sesión: ‘participe de la grata emoción de que este municipio se haya poseído, por ser un acontecimiento que ha de producir infinitos bienes a este pueblo, tanto en el desarrollo de sus intereses materiales cuanto en el de su razón moral y religiosa’.

   Pero resultó, sin embargo, que el Ayuntamiento se constituyó sin disponer de territorio donde ejercer su jurisdicción, pues la Real Orden creó el municipio sin asignarle término. Así es que en puridad legal ni el propio núcleo urbano de Garrucha lo era, ya que no se produjo ningún deslinde territorial. Fue un grave problema que se arrastró durante ciento treinta y tres años, hasta 1994 en que se consiguió el término y se efectuó el deslinde, siendo alcalde el que esto escribe. Más adelante resumiré lo sucedido con tan primordial asunto.
  
   Aunque la mayor parte de los vecinos de Garrucha conocen la historia de este pueblo por los tres libros que les regaló el Ayuntamiento en mi época de alcalde, junto con el que ahora se ha publicado sobre lo sucedido en la localidad durante la guerra civil, es bueno describir de forma somera cómo se ha desarrollado la vida en el siglo y medio transcurrido.

   Desde su toma de posesión, aquella primera Corporación y las siguientes hasta 1882 mostraron una gran diligencia para ir dotando al municipio de todo lo necesario. Fueron veinte años de crecimiento intensivo, siempre con la ambición de progresar y progresar. Así nos lo dice la citada ‘Historia de Garrucha’ de Cala y López y Flores González – Grano de Oro. Enseguida solicitaron la construcción de la casa consistorial, escuelas y hasta una cárcel; asimismo solicitaron una cartería para el correo y un peatón que trajera la correspondencia de Vera. Al concluir el primer año de su mandato Garrucha tenía la Administración de Aduanas y Rentas Estancadas; Ayudantía de Marina; Sanidad Marítima; médico; Compañía de Carabineros; Intervención de Minas; la feria de agosto (que se celebró en la calle Mayor los primeros años); la fundición de plomos San Jacinto; un vicecónsul inglés y otro francés. Y en su afán de engrandecer el municipio, a los pocos días dejaron de llamarlo lugar, población o pueblo para darle el tratamiento de villa, aunque sin concesión Real.

   En 1865 los vecinos solicitaron hacer en la playa un paseo a su costa, construyendo un malecón. Los planos del ingeniero Antonio Falces Yesares sirvieron para obtener el permiso de la autoridad marítima. Las obras se llevaron a cabo pocos años después: se construyó el muro en la orilla del mar y se niveló el terreno intermedio entre el muro y las casas.

   Es natural que las grandes convulsiones nacionales de esos años repercutieran en la vida local. Así, cuando en 1868 una sublevación militar causó el destronamiento de Isabel II, se constituyó en Garrucha una Junta revolucionaria cuyo lema era: ‘Viva la libertad, abajo lo existente’. La Junta se hizo cargo del gobierno municipal, continuando con la misma línea de desarrollo. En su tiempo se concluyó el paseo del Malecón; por cierto que algunos vecinos se resistieron a pagar su parte y hubo que perseguirlos judicialmente. Ciento veinte años después, ya en mi época de alcalde, se urbanizó tan espléndido paseo marítimo, dotado con la sin par baranda de mármol

   La referida ‘Historia de Garrucha’, rescatada por el historiador Juan Grima Cervantes, nos aporta el interesante dato de que entonces hubo dos imprentas en Garrucha y que entre febrero de 1887 y julio de 1915 se publicaron catorce periódicos, e incluye la cabecera de los mismos.

   Si bien fueron años de florecimiento los que dieron lugar a la emancipación de Vera, igual que en las dos décadas siguientes, no ocurrió lo mismo en casi un siglo, entre 1882 y 1979, año éste en que comenzó de nuevo a resurgir Garrucha.

   De aquella época de progreso municipal en los años anteriores a la segregación y los veinte siguientes a la misma, se desembocó en un largo periodo de decadencia que, salvo alguna breve etapa, duró casi un siglo, de 1882 a 1979. A partir de 1882 el Ayuntamiento da muestras de esterilidad en cuanto a mejoras, sumergido en acciones de puro trámite, y lo poco que se hacía se debía a la iniciativa de sociedades y particulares. Lo más destacado de entonces fue la instalación del fluido eléctrico y el teléfono, así como el camino de Carboneras.

   El II volumen de la ‘Memoria histórica, fotográfica y documental de Garrucha, 1861 – 1936’ de Juan Grima Cervantes, y que en 1991, en mi época de alcalde, el Ayuntamiento regaló a los vecinos, es una fuente que nos permite acercarnos a la Garrucha anterior a 1936.

   El último cuarto del siglo XIX es la época del caciquismo y del turno de partidos (liberal y conservador) en el Gobierno de la Nación. La política era una farsa y el ‘pucherazo’ la tónica de las elecciones. Un refrán de entonces decía: ‘Al cabo de los años más vota el muerto que el sano’. Igual sucedió en Garrucha, donde la vida municipal estaba dominada por el caciquismo y el turno de partidos, siendo Asensio Fernández Morán el hombre fuerte de los conservadores y José García Suesa el de los liberales. Ante tal situación el pueblo vivía ignorante e indiferente a lo que acontecía en la vida pública. Por ese tiempo (1881) apareció en Garrucha la masonería que fundó la logia ‘Antigua Urci’, a la que pertenecían el liberal José García Suesa, extranjeros residentes y españoles.

   A principios del siglo XX se instala en España una corriente regeneradora que prende también en Garrucha, aunque pronto se fue al traste, pues más bien era una mascarada del caciquismo reinante. En esta corriente regeneracionista emerge en Garrucha la figura del empresario Simón  Fuentes Caparrós, que ocupó el primer plano de la política local y comarcal, llegando a dominar el distrito electoral de Vera. Se le llamó ‘el rey del esparto’ por dedicarse a la exportación de ese producto. Vivía en plaza de la capilla, en la casa situada a la derecha de ésta.

   Eco tuvo en Garrucha la primera guerra mundial (1914 – 1918), que encendió pasiones entre los extranjeros residentes de ambos bandos, dedicados muchos de ellos a la minería, a las agencias consulares, al comercio y a otras actividades. Y hablando de guerras, resultó que fueron muchos los garrucheros reservistas reclutados para la guerra de África (1909).

   Muchos de los nacionales y extranjeros residentes en Garrucha se dedicaron al negocio de la minería, ya que este municipio se benefició del hallazgo en Cuevas del Almanzora del plomo argentífero (1838). Mediado el siglo XIX Ramón Orozco Gerez y Jacinto Anglada Lloret montaron en Garrucha sus negocios. El primero la Fundición San Ramón para obtener plomo de Sierra Almagrera; fundición que después convirtió en alto horno (el Martinete) para la obtención de hierro de Bédar. Negocio que fracasó por el alto coste del transporte de mineral a base de mulos. Esta fundición desapareció en 1900. El señor Anglada instaló en 1860 la Fundición de San Jacinto, también para el plomo, la cual perduró hasta el principio del siglo XX. Su yerno, Enrique Calvet Lara, inauguró en 1882 una fábrica de desplatación para extraer la plata de la galena, pero el negocio no resultó.

   Gracia tiene lo del hallazgo de petróleo en el verano de 1930. Resulta que aparecieron en algunos pozos de Garrucha manchas de petróleo que causaron una gran sensación y amplio eco en la prensa. Una empresa investigadora de Madrid, que lanzó acciones por valor de cuatro millones de pesetas, envió a un ingeniero para que practicara sondeos con resultado negativo, razón por la que la empresa se desentendió del asunto y abandonó al ingeniero a su suerte.

   Con la llegada de la dictadura del general Primo de Rivera (1923 – 1930), personas como Pedro Juaristi y Landaida, Antonio Casanova Amat, Federico Moldenhauer Murphy y otros se hicieron con las riendas del municipio y regeneraron la vida local haciendo realidad una serie de proyectos vitales para Garrucha, como fueron la estación de la energía eléctrica, el Pósito de Pescadores y la obra más trascendente: el puerto de refugio de pescadores, obra por la que hacía años que suspiraban los hombres del mar, verdadero reto en la historia de Garrucha. La obra se concedió el día 9 de octubre de 1926 siendo alcalde Pedro Juaristi y Landaida (1924 – 1930), y aunque él ya no era alcalde, a los casi cuatro meses de proclamarse la II República, a las 11:30 horas del viernes 7 de agosto de 1931 se colocó la primera piedra del muelle de levante. Un sueño se hacía realidad. De su importancia da idea que el mineral de hierro de Bédar, transportado por cable y ferrocarril (17,5 km.) hasta 1923, se almacenaba en la playa para llevarlo penosamente al barco por medio de gabarras.


   La proclamación de la República fue recibida con alborozo por la Corporación municipal, que ordenó tremolar la nueva bandera desde el balcón del Ayuntamiento; aunque el nuevo régimen no fue para Garrucha un camino de rosas. La confusión en el orden político era una constante en esos años. Sin embargo, con el gobierno del alcalde socialista José Clemente Vidal (que lo fue dos veces) se vivió una etapa fructífera para Garrucha: se construyó el puerto y se gestionó otro proyecto para su ampliación a comercial; se acometió con decisión el deslinde del término y se iniciaron varios proyectos, de los que unos se llevaron a cabo y otros, la mayoría, quedaron frustrados por la guerra. Además, en el periodo republicano la cuestión religiosa estuvo presente en la vida local, con tensiones a la hora de las procesiones.

   La situación económica del Ayuntamiento de aquellos años era tan precaria, tan agobiante, que apenas si se podía hacer frente a los más elementales servicios municipales, incluso a los funcionarios se les debían meses de sueldo. Pero es que en la misma situación de precariedad económica se encontraba la mayoría de los vecinos, pues el mayor problema de entonces era el azote del paro, con frecuentes temporales de levante que dejaba a los pescadores sin sustento al no poder salir a faenar. Ante tal situación hubo de luchar con denuedo el Ayuntamiento, pues se daba el caso de que muchas familias no tenían nada para comer.

   Pero el desastre para Garrucha lo motivó la guerra civil (1936 – 1939), de fatales consecuencias para todos. En su reciente libro, Manuel León González y Eusebio Rodríguez Padilla exponen con toda crudeza la tragedia que significó para Garrucha la guerra civil. Libro en el que los autores describen la muerte por fusilamiento de catorce personas a manos de miembros del comité revolucionario de la localidad en la madrugada del 4 de octubre de 1936. Su lectura impresiona a las personas de buena de fe, sin que después de tanto tiempo beneficie a nadie que se exacerben las pasiones a raíz de su publicación, cosa que a nada bueno conduce.

   A la tragedia que vivió Garrucha en la guerra civil y las secuelas penales que trajo consigo, le sucedió una posguerra sombría, donde, igual que en la contienda, además de diversas lacras y enfermedades, el hambre azotaba a los más desfavorecidos, que se las ingeniaban como podían para subsistir. Ante tan angustiosa situación, donde se dieron casos del fallecimiento por hambre de algunas familias, la autoridad municipal se afanaba en resolver tan angustioso problema usando los medios a su alcance para conseguir abastecer de alimentos a la población.

   De forma tan cruel se cumplían los primeros ochenta años del municipio de Garrucha, años de claroscuros y contrastes sociales que el historiador Juan Grima nos pone delante en su obra.

   Un pueblo que en el siglo XIX y parte del XX tenía una amplia clase alta, visitado por extranjeros, personalidades de las minas y veraneantes, para los que el municipio estaba dotado de unas mínimas comodidades: casinos y centros culturales, etc. Siendo la Sociedad de Salvamento de Náufragos (1887 – 1932) el centro social más importante de la villa, sin olvidar el ‘Casino de Garrucha’. Centros en donde durante el verano se reunía lo más selecto de la sociedad, con numerosas actividades de recreo, tertulias, veladas literarias, teatros, etc. 

  Sin embargo, junto a la Garrucha esplendorosa de las minas y los buenos negocios se escondía otra Garrucha, la de los trabajadores manuales (el 70% de la población): obreros de embarque, mineros, pescadores y personal de servicios, todos con jornales de miseria, acosados por un capitalismo de escasa sensibilidad social. Estos sectores de la población vivían hacinados, ocupando las partes altas del núcleo urbano y las cimbras abandonadas del Martinete y la fábrica de San Jacinto; en unas condiciones lamentables de insalubridad. Ellos eran siempre los primeros en sufrir el acoso de todo tipo de calamidades, que gracias a Dios, hace años que desaparecieron.
  


   Los cuarenta años siguientes a la guerra civil (1939 – 1979) fueron de decadencia para Garrucha. A la escasez de recursos que tenía el Ayuntamiento, se unía la desidia de los sucesivos gobiernos municipales en gestionar otros; su dedicación eran las pequeñas cosas y la rutina diaria del trámite. Eso suponía que el municipio careciera de lo más elemental y no se acometieran las infraestructuras necesarias para el desarrollo de un adecuada vida municipal. Fueron años de una Garrucha postrada, que dio lugar a que familias enteras emigraran a Barcelona y muchos jóvenes se fueran en busca de nuevos horizontes, bastantes de ellos a Madrid. Sin embargo, en la segunda parte de esa cuarentena de años, dos hechos fueron decisivos para el despegue económico del municipio: el turismo y la pesca.
  
  Desde siempre las playas de Garrucha acogieron a gran número de veraneantes, en particular de Cuevas del Almanzora, pero es en los años sesenta del siglo XX cuando comienza el boom  del turismo, convertido en pilar básico de la economía municipal. En aquella década de los sesenta el turismo de Garrucha se nutría de gran cantidad de turistas alemanes, de los que las jóvenes alemanas que arribaron a estas costas llevaban de cabeza a los jóvenes garrucheros. Mención especial merece la pesca en Garrucha, lugar en el que desde tiempo inmemorial se asentaba una colonia de pescadores. Son muchas las vicisitudes por las que ha pasado el sector pesquero, que en los últimos años está en declive, preso de una profunda crisis.
  
   Ya en el año 1580 la importancia de la actividad pesquera dio lugar a que el Ayuntamiento de Vera dictara unas ordenanzas reguladoras del sector. Con el tiempo la demanda de pescado supuso el aumento del número de barcas, hasta llegar a los años veinte del siglo XX cuando aparecieron los barcos de motor, siendo el último cuarto de siglo la época de mayor florecimiento con la pesca de arrastre.

   El año 1979 señala el punto de inflexión de Garrucha. De la dejación sobrevenida después de la guerra civil, 1979 será el año del comienzo de la modernización y prosperidad del municipio, fue el año en que se celebraron las primeras elecciones municipales (3 de abril) en las que fui elegido por primera vez alcalde de Garrucha, al implantarse en España el régimen constitucional y democrático propiciado por el rey. Desde esas primeras elecciones hasta la fecha el crecimiento en todos los sentidos ha sido incesante, valga como dato que Garrucha tenía 3.500 habitantes en 1979 y ahora 8.600. No es preciso descender al detalle porque es de sobra conocido lo que se ha hecho en los treinta y dos últimos años. Las ocho corporaciones municipales que se han sucedido en ese tiempo, de las que yo presidí las cinco primeras, se han afanado en promocionar el municipio, dotándolo cada vez de más y mejores servicios. De lo hecho, solo me voy a detener, como ya indiqué, en la historia del término municipal.

   Dicho queda que el municipio de Garrucha se segregó de Vera, sin que se le fijara su término municipal, hasta el punto de que hasta 1994, en puridad legal, ni el propio núcleo urbano era su jurisdicción territorial. Desde su inicio, enero de 1861, el Ayuntamiento de Garrucha reclamó que se le fijara su  término, pero Vera hizo caso omiso de la reclamación a pesar de la orden del gobernador civil para que se señalara el término y se deslindara. El 30 de abril de 1861 se cumplió la orden gubernativa, con la cesión por parte de Mojácar de una pequeña porción de terreno; sin embargo, al acto no asistió delegado alguno de Vera. Garrucha tomó posesión del territorio dos días después e incluso se levantó el plano topográfico. Pero las actuaciones carecieron de validez al no ser aprobadas por el  Ministerio de la Gobernación. Años más tarde, a finales del siglo XIX, hubo otros intentos que no fructificaron.

   Es en el año 1932, ya durante la segunda República, cuando el Ayuntamiento de Garrucha vuelve a la carga para conseguir el ansiado término. Se elaboró un riguroso y preciso informe que sirvió para que el Ministerio de la Gobernación resolviera el 5 de junio de 1934 en el sentido de fijar la línea límite del término, basada en el deslinde de abril de 1861. Vera recurrió la orden ministerial ante el Tribunal Supremo, recurso que desestimó dicho tribunal en 1937. Pero finalizada la guerra civil Vera solicitó ante el Supremo la revisión de la sentencia anterior, cosa que consiguió cuando el mismo tribunal revocó en junio de 1941 la orden ministerial favorable a Garrucha. Llama la atención esta sentencia revocatoria, viciada con expresiones políticas tales como: el Tribunal Supremo del Gobierno marxista de Valenciadel año 1937 o aquella autoridad que presidía el municipio rojo’ (vamos, como si Vera hubiera estado en bando distinto al de Garrucha en la guerra civil). El caso es que por una sentencia injusta, politizada, nos quedamos otra vez sin término. Años después, en 1964, el Ayuntamiento de Garrucha de nuevo volvió a la carga, pero después de años de estéril papeleo nuevamente se produjo el fracaso. Siempre se interponía un muro infranqueable.

   Sin embargo, en mi cuarto mandato (1991 – 1995) llegó el tan esperado momento cuando el 24 de enero de 1994 negocié la cesión con los alcaldes de Vera y Mojácar en el parador nacional mojaquero. Así, después de ciento treinta y tres años, el problema latente del término municipal quedó resuelto, lo que supuso mi mayor satisfacción al frente de la alcaldía de Garrucha.


   Como miscelánea necesaria tengo que destacar la gran labor social desarrollada a lo largo de los años por las comunidades de religiosas en la enseñaza de las niñas. Igualmente debo subrayar la hospitalidad y lo bien recibidos que hemos sido siempre los venidos de fuera en todas las épocas, siempre tratados como nacidos aquí. Lugar destacado ocupa también la Peña Deportiva de Garrucha, primer club de fútbol de la provincia, fundado en 1916. Por último, dejar constancia de que en Garrucha nacieron dos de los poetas más importantes de Almería: José Durbán Orozco y Antonio Cano Cervantes, ‘el poeta ciego’.


   La realidad es que con sus luces y sus sombras el municipio de Garrucha ha cumplido siglo y medio de historia, habiéndose instalado en la modernidad y el crecimiento, lo que es algo muy gratificante.