jueves, 2 de marzo de 2017

URBANIZACIÓN DEL PASEO MARÍTIMO


                                                                                                               Adolfo Pérez López

   Las personas que lean este relato seguro que se sorprenderán de la cantidad de dificultades que fue necesario sortear para hacer realidad lo que hoy es el paseo marítimo de Garrucha.

   Como es conocido, el malecón se construyó en el año 1869 para protección de las viviendas cercanas a la playa y sirviera a la vez de lugar de paseo y esparcimiento de la población. Habían transcurrido ocho años desde que el 1º de enero de 1861 se constituyera el primer Ayuntamiento del recién creado municipio de Garrucha (16.03.1858). La construcción fue iniciativa de los propietarios de esas viviendas, que se comprometieron a sufragar de su peculio las obras; por cierto que algunos de ellos se resistieron a pagar su parte y hubo que exigírsela por vía judicial. Desde entonces hasta 1982 permaneció con su pavimento de tierra, que era necesario regar en verano para facilitar el paseo de la población.
   
   Las fotos de los tiempos anteriores a 1982 nos muestran lo desolado que estaba el malecón. Últimamente estaba dotado de dos tramos de balaustrada, de elementos de cemento en un lado (del Ayuntamiento hacia el norte) y el otro de tubos de hierro. Con una iluminación de escasos y deficientes puntos de luz. Carente de elementos ornamentales, con una exigua vegetación de unos pocos arbustos de aligustre. Cuando la construcción del puerto, en los años treinta y cuarenta del siglo XX sirvió para el tendido de la vía férrea del tren que transportaba la piedra desde la cantera. Su situación se agravó cuando en los años setenta del siglo XX se utilizó como carretera para las caravanas de camiones que a todas horas del día transportaban infinidad de toneladas de yeso a granel hacia el puerto. Hacían ese trayecto para abaratar el porte evitando dar la vuelta por la carretera de Vera. 

   Ante la realidad del malecón, se puede afirmar sin exageración que la urbanización del paseo marítimo, además de una necesidad, era la gran ilusión de la población garruchera; una obra que se presentaba inalcanzable o muy difícil de conseguir por su elevado coste.

   Y llegaron las primeras elecciones locales, las de 3 de abril de 1979, ganadas en Garrucha por la candidatura de Unión de Centro Democrático (UCD) encabezada por Adolfo Pérez López, que accedió a la Alcaldía. El alcalde, en el mitin central de la campaña electoral, se comprometió llevar a cabo la urbanización del paseo marítimo. 

   Con el fin de cumplir su promesa, tres meses después de la toma de posesión, el 16 de julio de 1979, festividad de la Virgen del Carmen, el alcalde Adolfo Pérez, por mediación de su amigo Juan Diego Rodríguez Carmona (amigo de los hermanos Garrigues Walker), y en su compañía, se entrevistó en un hotel de Murcia con Joaquín Garrigues Walker, diputado nacional por Murcia y ministro adjunto al presidente del Gobierno, que entonces era Adolfo Suárez. (El ministro Garrigues tenía lazos de afecto con Garrucha desde su juventud, pues pasaba temporadas con sus padres y hermanos en la finca: Marina de la Torre.) El alcalde le entregó un escrito en el que le exponía la situación del paseo marítimo y le pedía ayuda para su urbanización. El ministro leyó el escrito y dijo que no podía ser por su elevado coste, el alcalde le insistió y después de una corta reflexión accedió. Por lo decisivo que fue en este asunto, es preciso tener en cuenta que el Sr. Garrigues Walker antes de ser ministro adjunto hacía poco tiempo que había dejado la cartera de Obras Públicas y Urbanismo (MOPU), también con Adolfo Suárez, cargo que dejó por la leucemia que padecía. Decisivo era porque en el MOPU permanecía el equipo de Joaquín Garrigues ocupando los altos cargos ministeriales, lo que fue determinante para la urbanización. 

   Pasados tres meses desde la entrevista con el ministro Garrigues, el alcalde le escribió para recordarle el asunto (24.10.1979). Días después, en la primera quincena de noviembre, el jefe provincial de Carreteras de Almería, Luis Fernández Llorente, visitó al alcalde y delante de un plano de Garrucha colgado en una pared del salón de sesiones del Ayuntamiento le ofreció asfaltar el malecón totalmente con aglomerado asfáltico en caliente (lo de más calidad) y de esa forma zanjar el asunto, propuesta que el alcalde rechazó. El concejal Diego Soler Caparrós, allí presente, le aconsejó, que aceptara la oferta. El alcalde les explicó lo que él entendía por urbanización del malecón, a lo que el jefe de Carreteras le argumentó que la urbanización que pretendía no era el tipo de obra propio de su dirección general. Se veía que intentaban resolver el asunto con la pavimentación asfáltica, endosada a la Dirección General de Carreteras para justificarla como compensación por el daño que causaban los camiones del yeso a su paso por el malecón. Así las cosas, se hacía preciso encontrar una fórmula que tuviera cabida legal en la dirección general, a fin de cumplir con la promesa de Joaquín Garrigues y que complaciera en el Ayuntamiento de Garrucha.


   Por encargo del ministro Garrigues, su secretario técnico contestó al escrito del alcalde (18.12.1979) al que le enviaba fotocopias de la carta recibida del director general de Puertos y Costas, Carlos Martínez Cebolla, junto con las fotocopias de un informe de la Jefatura Provincial de Carreteras de Almería y un plano explicativo. 

   El informe del jefe provincial de Carreteras fue muy beneficioso para los intereses de Garrucha. Se percibía que este señor había asumido los argumentos del alcalde cuando lo visitó; entre otras cosas decía que era deseo de los gobernantes municipales que el Estado reconsiderara los beneficios en divisas obtenidos por la exportación de yeso a costa de los perjuicios originados al pueblo desde 1974, no  solo por los daños causados en la travesía por el paseo marítimo, sino lo más grave, por los perjuicios causados al comercio y hoteles al perderse prácticamente el turismo durante los últimos años, debido a las molestias y trastornos que producen las caravanas de camiones circulando día y noche. Por tanto, decía, en el Ayuntamiento estiman de justicia que se les compensen estos daños y perjuicios. Y valoraba en 30 millones de pesetas (180.304 €) el coste de las obras de acondicionamiento del paseo, de las que el Ayuntamiento aportaría un 30%. Y exponía un plan consistente en construir un acceso para conectar el puerto con el camino abierto por la Diputación provincial al oeste de Garrucha (espalda), tramo a incluir en la Red Estatal de Carreteras como variante exterior de Garrucha. De aquí surgió la fórmula que le dio cobertura legal a la urbanización del paseo por parte de la Dirección General de Carreteras.

   El director general de Puertos y Costas le decía al ministro Garrigues que no se habían olvidado del asunto, que el expediente era muy laborioso y seguía su curso, que habría una respuesta positiva y satisfactoria de acuerdo con sus deseos. (Querían agradar a Joaquín Garrigues pero no encontraban la fórmula para darle cobertura legal, cosa que les facilitó el informe del jefe provincial de Carreteras.) El director general apuntaba que la trama argumental para el MOPU sería que a instancias del Ayuntamiento de Garrucha, y como consecuencia del deterioro que en el firme han causado los camiones de servicio al puerto, de forma oficiosa se solicita una ayuda para efectuar las reparaciones. Y añadía que el tema lo había tratado con el director general de Carreteras, Juan Diamante Cabrera, estimando ambos que lo habían resuelto. Después decía que les habían parecido razonables las siguientes actuaciones: a) La Dirección General de Puertos y Costas construiría por el extremo norte del casco urbano el tramo de conexión del puerto con la variante exterior de Garrucha para evitar el tráfico portuario de camiones por el casco urbano. b) La reparación del paseo marítimo podría ser financiada, a partes iguales, entre el Ayuntamiento y las Direcciones Generales de Carreteras y Puertos y Costas, y decía que para orquestar (sic) el tema se pondrían de acuerdo los subdirectores generales. Obsérvese que no se habla de urbanización, sino de reparación por el deterioro que producía el tráfico de los camiones de yeso. De las dos propuestas se cumplió la a), pero no la b), aún no había surgido la fórmula legal de actuación. 

   Al conocer los escritos anteriores el alcalde habló por teléfono con el director general de Puertos y Costas, Sr. Martínez Cebolla, el cual le anunció que se iba a redactar el borrador de un acuerdo entre el Ayuntamiento y el MOPU para financiar la obra como ya le había dicho este señor a Joaquín Garrigues. En vista de que el borrador del acuerdo no llegaba, el alcalde escribió al director general (28.01.1980) rogándole que se interesara por el asunto y que le enviara cuanto antes dicho borrador. Enseguida le contestó el Sr. Martínez Cebolla afirmando su interés por el tema y remitía al alcalde a que hablara por teléfono con el subdirector general de Puertos y Costas, Juan Muñoz Mitchell, y acordara con él lo que procediera.

   En febrero de 1980 el jefe provincial de Carreteras de Almería le indicó al alcalde la conveniencia de que se aportaran ideas para la redacción del proyecto de urbanización, a fin de que saliera a gusto de todos. Al alcalde le pareció bien la iniciativa y convocó a las personas que estuvieran interesadas a una reunión en el Ayuntamiento con un técnico de Almería, que recogería las ideas que se aportaran. A la reunión acudieron bastantes personas de Garrucha, y por invitación del alcalde el arquitecto de Mojácar, José Luis Gallego Guillén, junto con el arquitecto técnico de Garrucha, Pedro López Fernández. Las muchas ideas que se aportaron las resumió el arquitecto Gallego Guillén en un croquis que fue enviado a Almería. Aunque de poco le sirvieron al autor del proyecto, según le dijo al   

   El jefe provincial de Carreteras confió la redacción del proyecto al joven ingeniero de obras públicas, Juan Oña Esteban, que redactó el proyecto a su gusto. Proyecto que se hizo realidad en la urbanización actual del paseo marítimo, con mucho acierto.

   El ingeniero Oña Esteban fue determinante en la realización de toda la urbanización, como se verá más adelante. A modo de gratitud por su beneficioso comportamiento con el pueblo de Garrucha, el alcalde propuso al pleno de la Corporación municipal (sesión de 27.09.1985) que se reconociera su actuación con un voto de agradecimiento, pero no pudo lograr que el grupo socialista respaldara la propuesta, que se abstuvo argumentando que no conocían al técnico y que la obra tenía algunos defectos. De nada valieron los ruegos reiterados del alcalde para alcanzar la unanimidad, así es que el acuerdo salió con la mayoría del equipo de gobierno municipal. En tales condiciones el alcalde no le envió la certificación del acuerdo al interesado, aunque le contó lo sucedido. Por cierto que una persona tuvo el mal gusto de escribir en la prensa que era un mal técnico.
 
  Para resolver los problemas del malecón (urbanización y tráfico de yeso) resultó muy favorable la circunstancia de que el alcalde Adolfo Pérez fuese diputado provincial, que en su condición de presidente de la comisión de Obras Públicas tuvo conocimiento del escrito de la Dirección General de Carreteras, de fecha 22.02.1980, mediante el que se solicitaba a la Diputación provincial la cesión del camino vecinal (2.779 metros de longitud) que enlaza la carretera AL - 152, de Garrucha a Turre, con la C - 3327, de Vera a Garrucha (espalda de Garrucha, del cruce de La Simona al de las Buganvillas), con el fin de construir la variante exterior de Garrucha que evitara la travesía por su núcleo urbano. La carretera a construir en ese tramo se incorporaría a la red estatal. El tramo en cuestión (aún de tierra, con la trinchera recién abierta) estaba situado en el extremo de la carretera provincial de Garrucha a Pozo del Esparto que construía entonces la Diputación provincial de Almería.    
   
   Como el alcalde Adolfo Pérez sabía lo beneficiosa que esa cesión era para Garrucha como se verá más adelante, informó al presidente de la Diputación, José Fernández Revuelta, de la conveniencia de acceder y hacerlo cuanto antes, pues en nada perjudicaba a la carretera provincial en construcción, ya que se trataba de recortarla un poco por un extremo. El presidente estuvo de acuerdo y ya solo quedaba convencer al ingeniero director de la Sección de Vías y Obras Provinciales, Luis Enrique Gil Egea, que seguro que se opondría, como así fue. El Sr. Gil Egea alegaba que era mutilar “su carretera”, pero con su informe en contra el pleno de la Corporación provincial, en la sesión de 27.06.1980, acordó unánimemente ceder al Estado el tramo de carretera antes descrito.

   El Consejo de Ministros, en su reunión de 24.07.1981, acordó aceptar dicho tramo y cederlo al Estado para su incorporación a la Red Estatal de Carreteras. La Corporación provincial quedó enterada y designó al diputado Adolfo Pérez López para que, en nombre de la Excma. Diputación provincial, suscribiera el acta de cesión del citado camino (sesión de 30.10.1981). Año y medio después, el 22.04.1983, el acta de cesión la firmaron en Garrucha el director provincial del MOPU de Almería, Ángel Mollinedo Castro, el ingeniero jefe de Carreteras, Luis Fernández Llorente, y el diputado Adolfo Pérez López. 

   Cuando comenzaba a definirse el proceso a seguir para hacer realidad la urbanización, el 28 de julio de 1980 falleció Joaquín Garrigues, al parecer por un fallo cardiaco causado por una infección. Semejante noticia, además del pesar, causó al alcalde una gran preocupación por lo que pudiera suceder con la obra. Así es que transcurrido un tiempo prudencial, el 19.11.1980, Adolfo Pérez escribió al padre del fallecido, don Antonio Garrigues Díaz - Cañabate, al que, además de darle el pésame, le planteó el problema en cuestión, dándole cuenta de la promesa de su hijo e informándole de lo sucedido hasta la fecha con el asunto. Le pedía su ayuda para culminar la obra y le comunicaba que el paseo llevaría el nombre de su hijo. 

   Don Antonio Garrigues contestó al alcalde (28.11.1980). En su escrito decía: “Haciendo mío su interés y el que mi hijo Joaquín (q.e.p.d.) tenía por esta obra, con esta misma fecha me dirijo al Ministro de Obras Públicas, encareciéndole su apoyo personal a esta obra cuyo proyecto está a punto de finalizarse.” Y añadía su agradecimiento al alcalde y a toda la Corporación municipal por la decisión de poner el nombre de su hijo al paseo marítimo. 

   En noviembre de 1980 el jefe provincial de Carreteras de Almería envió un escrito al Ayuntamiento solicitando autorización para ejecutar obras de acondicionamiento en el tramo del camino costero que discurre junto al puerto y que atraviesa el núcleo urbano de Garrucha, a fin de efectuar los desvíos provisionales del tráfico por ese camino costero durante la ejecución de las obras de la variante exterior de Garrucha entre el PK 0,400 de la carretera AL - 152, de Garrucha a Turre, y el PK 6,800 de la carretera C - 3327, de Vera a Garrucha (o sea, el tramo situado a la espalda de Garrucha),  y el nuevo ramal de conexión con el núcleo urbano y acceso al puerto.  

   Como se ha leído, las “obras de acondicionamiento en el tramo del camino costero que discurre junto al puerto y que atraviesa el núcleo urbano de Garrucha” no era otra cosa que el paseo marítimo. ¿Acaso iba a servir el malecón de desvío? Nada de eso, en realidad era la fórmula ideada para darle cobertura legal a la urbanización. En adelante para la Dirección General de Carreteras la urbanización del paseo se denominaría: “Acondicionamiento en el tramo del camino costero”. Así se titularía el proyecto. Se pretendía que oficialmente pareciera un desvío como tantos otros que se hacen mientras se repara una carretera, pero que en este caso era el camuflaje de la urbanización. Teóricamente el desvío no tenía razón de ser, ya que la variante exterior de Garrucha no existía, pues como se ha dicho la cesión al Estado fue solo de un camino de tierra por donde no circulaba ningún vehículo.

   Ni que decir tiene que la Corporación municipal, en sesión plenaria celebrada el 03.12.1980, acordó por unanimidad autorizar lo solicitado por la Jefatura Provincial de Carreteras, sin que constara en acta la realidad de lo autorizado, aunque los concejales estaban al tanto de todo.

   Después de su escrito de 28 de noviembre, el 19.12.1980, de nuevo le escribió don Antonio Garrigues al alcalde para enviarle la carta que le había remitido el ministro de Obras Públicas, a la sazón Jesús Sancho Rof. El ministro le decía que podía informar a Adolfo Pérez López, alcalde de Garrucha, que las obras se iniciarían en 1981 y que el MOPU correría con el 90% del coste, quedando la aportación del Ayuntamiento en 10 millones de pesetas (60.101 €). 

   Como no quedaba clara la financiación propuesta por el ministro, ya que si el MOPU se hacía cargo del 90% del coste de la obra, estimada entonces en 60 millones de pesetas (360.607 €), al Ayuntamiento le corresponderían 6 millones de pesetas (36.061 €). El alcalde consultó con el Sr. Garrigues sobre la conveniencia o no de pedir una aclaración (escrito de 10.01.1981). Don Antonio hizo la gestión (escrito de 20.01.1981) y el ministro le contestó (escrito de 02.02.1981) adjuntando una nota aclaratoria del director general de Carreteras, Sr. Diamante, en la que decía que el primer planteamiento que se hizo del tema fue a base de un proyecto de 30 millones de pesetas (180.304 €) a costear por Ayuntamiento, la Dirección General de Puertos y Costas y la de Carreteras a partes iguales. Que posteriormente, y dado  el incremento del presupuesto del proyecto, para no gravar al Ayuntamiento se mantendría su aportación en 10 millones de pesetas (60.101 €), repartiéndose los otros 50 millones de pesetas (300.506 €) entre Puertos y Costas y Carreteras. Aquí, aparentemente había una contradicción, si oficialmente la obra era un desvío mientras se construía una carretera, no se entendía que al Ayuntamiento le costara 10 millones de pesetas (60.101 €) y 25 (150.253 €) a Puertos y Costas. Y es que no tenían claro el encaje legal del proyecto, ni su  financiación.
   
   Cuando en enero de 1981 se produjo la dimisión del presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, fue otro motivo de preocupación ante la incertidumbre de lo que pudiera ocurrir con el nuevo Gobierno y probable cambio de ministro en el MOPU, pues como se ha visto aún no estaba definido el procedimiento de la obra; razón por la que el alcalde telegrafió a don Antonio Garrigues para rogarle que estudiara la nueva situación. Pero no sucedió nada que pudiera preocupar, accedió a la Presidencia del Gobierno Leopoldo Calvo Sotelo, que nombró ministro de Obras Públicas y Urbanismo a Luis Ortiz González. (También, por aquellos días, el 23 de febrero, se produjo el intento de golpe de Estado de Tejero, que cualquiera sabe lo que hubiera ocurrido con la obra del paseo si hubiera triunfado.) 

   No obstante, el alcalde escribió (03.04.1981) al director general de Carreteras, Juan Diamante Cabrera, para pedirle que urgiera el estudio del asunto y se llegara a conclusiones definitivas, a la vez que le informaba de que el 31 de marzo estuvo hablando en Garrucha con el nuevo director general de Puertos y Costas, Pascual Pery Paredes, el cual le había dicho que no se preocupara porque todo iba muy bien, que hablaría con el Sr. Diamante para ultimar detalles de la financiación y realización de la obra. Estaba claro que tenían interés en cumplir con “la herencia de Joaquín” como la habían definido los altos cargos del MOPU en una entrevista que el alcalde mantuvo con ellos en el Ayuntamiento de Huércal - Overa.  

    Asimismo, prestó su ayuda para agilizar los trámites un primo del alcalde, Rafael García - Valdecasas Fernández, abogado del Estado, que le escribió a un amigo suyo, alto cargo del MOPU, que a su vez hizo la gestión con otro alto cargo del MOPU.  
   
   En vista de la lentitud o paralización del procedimiento, el alcalde decidió pedirle una entrevista al ministro de Obras Públicas, Luis Ortiz González, que se la concedió enseguida, para lo cual, Adolfo Pérez, acompañado de su amigo Juan Diego Rodríguez, viajó a Madrid (24.07.1981), donde el ministro (hombre cordial y simpático) los recibió por la tarde. Fue una entrevista muy distendida en la que, tomándose un whisky invitados por el ministro (no en balde  ambos eran de UCD), el alcalde le explicó el motivo de su visita, le aclaró al ministro los datos por los que se interesó y le pidió que impulsara el final del procedimiento, cosa a la que se comprometió el Sr. Ortiz González, incluso les anunció su intención de ir a Garrucha a presentarle al pueblo el proyecto de urbanización, cosa que cumplió meses después. 

   En diciembre de 1981 la Jefatura Provincial de Carreteras envió al Ayuntamiento de Garrucha una copia del proyecto, y para que se estuviera al corriente de los trámites se adjuntaba la copia de un oficio del MOPU a Almería (Madrid, RS 01.12.1981) mediante el que se remitía el pliego de cláusulas administrativas particulares que habían de regir en el concurso - subasta para la adjudicación y ejecución de las obras. 
   
   En la ficha de la portada del proyecto se leía: Clase de obra: Acondicionamiento. Título complementario: Camino costero de Garrucha para desvío provisional durante la ejecución de la variante exterior de Garrucha. Presupuesto de contrata: 55.030.500 pesetas (330.740 €). O sea, 55 millones de pesetas para un desvío provisional en un camino de apenas 1.500 metros de longitud. Ya solo faltaba la publicación en el Boletín Oficial del Estado (BOE) y la adjudicación de la obra.
   
   Fue entonces cuando se le comunicó al alcalde que se había alterado de forma sustancial la financiación del proyecto. La Dirección General de Carreteras se hacía cargo del importe íntegro del mismo, que correspondía al tramo comprendido entre el inicio del paseo (al norte) y el Ayuntamiento, consistiendo las obras en la instalación de las redes de servicios, construcción del muro del pretil y aceras embaldosadas, así como el pavimento de la calzada con aglomerado asfáltico en caliente. Por cuenta del Ayuntamiento serían: alumbrado, fuente, palmeras, jardines y bancos. La Dirección General de Puertos y Costas quedaba libre de aportar dinero en esta fase. Esta solución tenía más sentido para justificar la participación de la Dirección General de Carreteras en el asunto.

   Pero como pasaba el tiempo y el BOE no publicaba el anuncio del concurso - subasta, sin que nadie aclarara la causa, el alcalde viajó a Madrid (05.02.1982) y en la oficina del MOPU encargada de tramitar la publicación el funcionario que recibió al alcalde le significó que solo la apatía era la causa de la detención. Era un granadino agradable, que se comprometió a agilizar el trámite de publicación en el BOE, cosa que sucedió el jueves 25 de marzo de 1982. El boletín publicó el concurso - subasta con los datos del proyecto ya citados; el presupuesto de contrata repartido en dos anualidades: en 1982, 35.030.500 pesetas (210.538 €) y en 1983, 20.000.000 de pesetas (120.302 €); veinte meses de plazo de ejecución y la clasificación que habían de tener los contratistas.   

   El 20 de abril siguiente la mesa de contratación del MOPU adjudicó la obra en 46 millones de pesetas (276.466 €) al empresario Timoteo Herranz Pereira. Después de casi tres años (Murcia, 16.07.1979) de laboriosas gestiones se culminaba con éxito tan importante fase del proceso que hiciera realidad urbanización del paseo marítimo.
   
   Dos días después de la adjudicación, el 22 de abril, tal y como había prometido, visitó Garrucha el ministro de Obras Públicas y Urbanismo, Luis Ortiz González, muy interesado en la presentación del proyecto de urbanización del paseo marítimo a la población. Fue recibido en el mismo malecón, y donde está el monumento al pescador se puso un expositor en el que estaban colocados los planos de planta del proyecto a todo color (el expositor se colocó durante un tiempo en la entrada del Ayuntamiento para que la gente supiera cómo iba a ser la obra). Cuando el técnico finalizó su explicación el ministro, hombre simpático, departió amigablemente con las autoridades y la gran cantidad de gente que fue a recibirle. Después hubo un vino en el restaurante de enfrente (El mesón del puerto), en el que el ministro se tomó el vino en un porrón y estuvo tocando el organillo que había en el local.

   Días antes de que en el MOPU se adjudicara la obra, visitó al alcalde el contratista Timoteo Herranz Pereira y le dijo que, aprovechando que tenía una contrata cerca de Garrucha, en la carretera a Vera, había acudido al concurso - subasta para quedarse con la obra. Esta información no agradó al alcalde pues por lo que sabía esta empresa no era la adecuada para realizar con garantía esta clase de obra, dedicada más bien a las obras en carreteras. El ingeniero Juan Oña opinaba lo mismo.

   El martes 8 de junio de 1982, a las 10:22 horas, comenzaron las obras de urbanización del paseo marítimo. La máquina comenzó a excavar a pocos metros de donde está el monumento al pescador, en presencia del alcalde Adolfo Pérez. 


   Sin embargo, la ejecución de esta primera fase fue un camino sembrado de obstáculos y disgustos. Nada más comenzar surgió lo que fue un gran problema: encontrar quien fabricara la losa que se necesitaba para enlosar las aceras. Timoteo visitó bastantes talleres sin resultado satisfactorio. La dificultad radicaba en conseguir los moldes que se necesitaban para fabricarla de acuerdo con el proyecto. Después de varios intentos encontró una losa tan parecida que colocó unos cien metros al inicio del paseo, junto a los edificios, pero no obtuvo el visto bueno del técnico director de la obra porque las estrías eran más anchas y profundas que las proyectadas; no obstante permitió que se quedaran cogidas, y puestas están. El problema de la losa llegó a ser muy preocupante, hasta que un industrial de Huércal - Overa se hizo con los moldes adecuados para fabricarla, comenzando a destajo el enlosado de las aceras.  

   Pero el problema más serio estaba por llegar. Timoteo Herranz comenzó a decirle al alcalde que se había equivocado en sus cálculos y que estaba perdiendo dinero con la obra, cosa que confirmaba el ingeniero Juan Oña, el cual estimaba que había hecho una baja importante en la contrata y que no era el tipo de obra de la experiencia de este empresario. El caso era que la obra avanzaba poco, haciéndose muy preocupante la lentitud, por lo que la paralización se perfilaba en el horizonte cercano. 

   Timoteo Herranz era una buena persona, afable, muy sonriente; fallecido aún joven. Era de Bélmez de la Moraleda (Jaén), de donde había sido alcalde. Su pueblo se hizo famoso en los años setenta del siglo XX por unas manchas con rostro humano que aparecían en el pavimento de la cocina de una casa. Visitaba con frecuencia al alcalde, lo mismo en el Ayuntamiento que en el despacho de la dirección del colegio o en su casa. En las visitas insistía en quejarse de lo mal que le iba con la obra, y le pedía al alcalde que terciara con el ingeniero a fin de que le certificara acopios de losa, cosa que no consiguió, pues Juan Oña decía, y con razón, que solo certificaba materiales cogidos; aunque bien es verdad que le ayudó lo que pudo.

   Las continuas quejas de Timoteo en sus visitas inquietaban mucho al alcalde, que esperaba el anuncio de la paralización de la obra en cualquier momento, como así ocurrió. La obra se paralizó y Timoteo desapareció de Garrucha. Es de imaginar lo que eso supuso para todos, especialmente para el alcalde, que no sabían lo que iba a suceder con la obra. Pasado un tiempo sin que ocurriera nada, el alcalde, junto con el concejal José Flores Jódar y un hermano de éste, Gabriel, que era maestro albañil, se entrevistaron en Almería con el ingeniero director de la obra para proponerle que se articulara una fórmula a fin de que el Ayuntamiento la acabara, cosa a la que se comprometía el hermano del concejal allí presente. Juan Oña dijo que eso no podía ser porque Timoteo no había renunciado y si eso sucedía había que actuar conforme a lo legalmente establecido. Así es que se volvieron a Garrucha bastante desalentados.

   Pero al fin se hizo la luz, transcurrido un tiempo desde la reunión de Almería, el alcalde fue llamado por Juan Oña para mantener una entrevista en la Jefatura Provincial de Carreteras con el sobrino que Timoteo había tenido al frente de la obra. Hay que tener en cuenta que si Timoteo no acababa la obra por culpa suya, eso le suponía la pérdida de los 2.500.000 pesetas (15.025 €) de fianza, además de no poder contratar obras con el MOPU durante un tiempo, más la repercusión negativa que tuviera en su clasificación empresarial. Y eso era lo que pretendía salvar el sobrino, que aspiraba a quedarse con la empresa de su tío, aunque gallardamente dijo en la reunión que si un Herranz había comenzado la obra otro Herranz la acabaría, y así fue. Casi  tres años después, acabó la ‘aventura’ del amigo Timoteo Herranz en el paseo marítimo de Garrucha.

   Transcurridos unos cuantos días desde el comienzo de las obras en junio de 1982 hubo que salvar un pequeño escollo. Resulta que el alcalde recibió la visita en el Ayuntamiento de José Sánchez - Sicilia López y un señor al que llamaban Pimpe. El primero acudía en su condición de consejero - delegado de Playa Luminosa, S. A., una sociedad de propietarios de varias fincas en la zona, al parecer herencia de un familiar suyo: don Francisco Gea Perona, garruchero e ingeniero, dotado de un gran capital. El motivo de la visita, según dijeron, era que al haber tenido conocimiento del comienzo de la obra de urbanización del malecón, entendían que debían recordarle al Ayuntamiento que la citada sociedad era propietaria de una finca, destinada a solar, de 1.478,75 metros cuadrados (84,50 m. por 17,50 m.), situada en el mismo centro del malecón, donde está ubicado el monumento al pescador. 

   Según se aprecia en las fotos de la época (siglo XIX), en el lugar de la finca hubo un edificio alargado en el sentido longitudinal del malecón que al parecer era una dependencia de la antigua y cercana Fundición de San Jacinto (plomo argentífero de Sierra Almagrera), pues se ven cercanas las escorias de la fundición. Aunque ahora parezca una aberración, en las fotos se aprecia que tenía cierto sentido su ubicación. 

   El alcalde no se sorprendió del motivo de la visita, pues conocía lo que ellos decían sobre la existencia de esa finca en el centro del malecón, máxime cuando coincidía con la discusión que el Ayuntamiento mantenía con Playa Luminosa por si la explanada situada enfrente del entonces cine Tenis era o no vía pública y por tanto propiedad municipal; en tal explanada se levanta hoy el edificio Los arcos. Los visitantes pretendían solucionar el problema, de forma que los socios de Playa Luminosa estaban dispuestos a donar la finca en su deseo de contribuir a la mejora de Garrucha y no causar el más mínimo perjuicio. Asimismo, entendían que el Ayuntamiento debía ceder en su pretensión de quedarse con toda o parte de la explanada en cuestión, dado que no existía base para tal exigencia. El alcalde les respondió que estudiaría la propuesta y pronto les contestaría. 
   
   Se supone que con el ánimo de presionar, pasados unos días un abogado de Almería, seguramente Fausto Romero, habló con el alcalde para decirle que si no se alcanzaba pronto un acuerdo, Playa Luminosa interpondría un interdicto (procedimiento judicial sencillo en el que se discute la posesión de una cosa) que de inmediato paralizaría las obras en ese lugar hasta que se aclarase la cuestión. Lo dicho por el abogado no inquietó al alcalde pues estaba seguro de que era un ‘farol’ para amedrentar, y lo prueba que lo dijeron a través del abogado y no personalmente, ya que de ningún modo se hubieran atrevido a paralizar la obra. 


   En Playa Luminosa eran conscientes de que don Francisco Gea Perona hacía muchos años que había cedido la finca para uso y disfrute de sus paisanos, sin acotación o señal alguna que indicara su ubicación. El amigo Pimpe patinó en la entrevista cuando le dijo al alcalde que si no había acuerdo podían vender la finca, a lo que el Sr. Sánchez - Sicilia lo calló replicándole que no dijera tonterías. No obstante convenía tener en cuenta la propuesta y despejar el asunto, sin dejar ningún cabo suelto. Lo bueno, pues, era llegar a un acuerdo, de forma que el Ayuntamiento no seguiría con la porfía respecto a la explanada y que Playa Luminosa donara amistosamente la finca del interior del malecón mediante un documento en toda regla. Así lo acordaron ambas partes y así se cumplió: el pleno de la Corporación municipal, en sesión celebrada el 28.09.1982, unánimemente acordó aceptar la donación del terreno según los términos del escrito de Playa Luminosa, de fecha 24.09.1982, elevando la donación a escritura pública, con posterior inscripción en el Registro de la Propiedad, como así se hizo.  
   
   En la misma sesión (28.09.1982) en que se acordó aceptar la donación de Playa Luminosa, la Corporación municipal acordó ponerle el nombre de Joaquín Garrigues a la parte del paseo comprendida entre el Ayuntamiento y el final, al sur. El alcalde expuso los méritos que recaían en la persona que tan decisiva fue en la urbanización del paseo marítimo y propuso al pleno de la Corporación municipal que aceptara su propuesta. El portavoz socialista, José López Alarcón, se opuso alegando que ellos no eran partidarios de ponerle nombres de personas a las calles y plazas. El alcalde les insistió pero no pudo conseguir la unanimidad, así que se adoptó el acuerdo solo con los votos de UCD y en contra los del PSOE. 

   El alcalde notificó el acuerdo a la esposa de Joaquín Garrigues, Mercedes Areilza Churruca, y a don Antonio, aunque nada les dijo sobre la votación de los socialistas. Ambos contestaron muy agradecidos por el gesto de la Corporación municipal. La esposa en su nombre y en el de sus hijos. Su padre agradecido a toda la Corporación, a la vez que le deseaba prosperidad al pueblo de Garrucha con el que le unían vínculos familiares y sentimentales, añadía.

   Diecisiete años después ganaron los socialistas las elecciones locales de 13.06.1999. La nueva Corporación tomo posesión el día 3 de julio siguiente, siendo el alcalde Andrés Segura Soler (el mismo que siendo portavoz socialista se opuso a darle un voto de agradecimiento al ingeniero Juan Oña). El 26 de agosto de ese año, 52 días después de la toma de posesión, el pleno de la Corporación municipal aprobó una moción del concejal de IU, José López Alarcón (el mismo que siendo portavoz socialista se opuso al nombre de Joaquín Garrigues para el paseo). En su moción proponía eliminar los nombres del Generalísimo y Joaquín Garrigues de los dos tramos del paseo que los identificaban, unificándolos con el nombre de paseo del Malecón. No aceptaron los argumentos de los concejales del PP, que aportaron los méritos de Joaquín y su vínculo con Garrucha; a su vez propusieron que se respetara ese nombre y se cambiara el otro. De forma inmisericorde consumaron la fechoría. 

   Motivo de cierta preocupación para el alcalde fue la victoria del PSOE en las elecciones generales de 28.10.1982, debido a la fórmula legal utilizada por el MOPU para acometer la obra del malecón. Pero no sucedió nada, aunque el nuevo director provincial del ministerio, Juan José Fornovi Vives, le pidió al ingeniero que lo informara del procedimiento seguido.  

   Al proyecto de la obra que ejecutaba Timoteo Herranz se le hicieron dos modificaciones importantes. Se consideró que la acera del lado de los edificios era demasiado ancha, lo que iba en perjuicio de la otra, ya que la calzada debía permanecer con la anchura proyectada. El ingeniero justificó la anchura de la primera argumentando que había pretendido que las terrazas se instalaran delante de sus establecimientos para dejar libre la acera del lado de la playa; no obstante, dijo que si se quería la modificación se contaba con su visto bueno, siempre que lo pidiera la Corporación municipal, que acordó solicitar a la Jefatura Provincial de Carreteras la reducción en dos metros del ancho de la acera junto a los edificios y ampliar en la misma dimensión las aceras situadas junto a la playa (sesión plenaria de 16.11.1982). 

   Igualmente se estimó que el proyectado muro del pretil de 50 centímetros de alto por 60 de ancho a construir junto a la playa, que serviría de asiento, significaba un peligro potencial para los niños dada la altura que existiría con la playa y la explanada del puerto. El alcalde estimaba conveniente sustituir dicho muro por una balaustrada de piedra artificial de 1,50 metros de altura, que, además de embellecer el paseo, eliminaría el peligro potencial que suponía el muro. Tal planteamiento también obtuvo el visto bueno del ingeniero. Con la abstención del grupo socialista, el pleno de la Corporación municipal adoptó el acuerdo de solicitar a la Jefatura Provincial de Carreteras que eliminara el citado muro y que el importe del mismo se destinara a aceras y asfaltado del paseo hasta donde alcanzara el dinero. La construcción de la balaustrada correría a cargo del Ayuntamiento (sesión de 19.01.1984).

   El coste de la baranda (piedra artificial), farolas, palmeras, jardines y bancos del tramo de obra de Timoteo Herranz corrió a cargo del Ayuntamiento y Diputación provincial a través de los planes provinciales de los años 1983 y 1984, aportando cada uno el porcentaje correspondiente para la financiación. La fabricación y colocación de la balaustrada corrió a cargo de contratista Francisco Garrido Sánchez, de Macael y el resto de elementos al contratista Heliodoro Pérez, S. L., de Tíjola.


   En cuanto al cambio de la balaustrada se puede decir que fue un golpe de suerte. Resultó que el ingeniero director de la obra, Juan Oña, le habló al alcalde de la posibilidad de cambiar la piedra artificial por mármol blanco de Macael debido a su bajo precio, que venía motivado por la crisis que atravesaba el sector. El cambio no suponía coste adicional, sin restarle 73 metros a los 994 metros de la proyectada de piedra artificial. Al alcalde le pareció de perlas, condicionando la aceptación a que se colocaran unos cuantos metros de muestra junto al club marítimo para que la gente opinara. Así se hizo y el resultado fue un éxito, por lo que la Corporación municipal aprobó el cambio en las referidas condiciones, de modo que se colocó en ese tramo en 1985. Sin embargo, el grupo socialista votó en contra (sesión de 19.01.1985). 

   Del Plan Provincial de Obras y Servicios de 1983, la Diputación provincial adjudicó al empresario Heliodoro Pérez, S. L. obras de pavimentación en varias calles de Garrucha, así como el alumbrado de farolas, fuente, bancos, palmeras y jardines del tramo del malecón que urbanizaba Timoteo Herranz. Las pavimentaciones las subarrendó a la empresa Nila, de Los Gallardos y el alumbrado al empresario Antonio Gómez Pomares, de Almería. Ambos cumplieron con su cometido sin ninguna complicación. Heliodoro Pérez se quedó con el resto, aunque los jardines se eliminaron en beneficio del pavimento de unas calles. Después se suprimió la fuente y se rescataron los jardines. Sin embargo, y por más que el alcalde lo apremiaba, el contratista no acometía las unidades de obra que le correspondían, y así casi dos años, desde 1984; hasta que la empresa quebró sin que renunciara a la obra. Y con la quiebra Heliodoro Pérez desapareció, se escondió en un lugar desconocido. Después de muchas gestiones y gracias al director de la sucursal del Banco de Fomento en Almería, Ramón Sogorb (que era muy amigo de Heliodoro), el alcalde consiguió contactar con el contratista que estaba escondido en un cortijo de Rioja. Acordaron verse en la Diputación a las ocho de la mañana de un día de primavera de 1986 para resolver la situación. Así se hizo, el alcalde le pagó con un cheque los 2.600.000 pesetas (15.626 €) que se le debían y Heliodoro firmó la renuncia a la obra, con lo que la Diputación provincial pudo adjudicarla al Ayuntamiento para que la finalizara. 
    El 31 de marzo de 1986 (domingo de Resurrección) se trasplantó la palmera más alta, la situada a mitad de camino entre el Ayuntamiento y el Pósito (regalada por el propietario del solar del hotel Costablanca, donde estaba plantada). Durante el verano de 1986 se plantaron 86 palmeras entre el Ayuntamiento y el inicio del paseo (al norte). Y se colocaron 30 bancos, los cuales llegaron con los listones de madera defectuosos, por lo que la empresa suministradora hubo de cambiarlos por otros. En otoño de ese año comenzaron a plantarse los jardines en esa parte del paseo. 


   Motivado por la compra de los bancos se produjo un grave incidente entre el alcalde y el portavoz del grupo socialista, Andrés Segura Soler. Fue en el punto de ruegos y preguntas de la sesión del pleno de la Corporación municipal de 28.10.1986 cuando el portavoz socialista preguntó por los bancos y el pago de los mismos, para enseguida liar la madeja. Sacó un presupuesto de 30 bancos que al parecer le había hecho un carpintero de Garrucha: Martín López Peña, ‘El tallarín’, reconocido socialista que años más tarde sería concejal. Una vez que el portavoz socialista manejó sus cifras y dio cuenta de las indagaciones que dijo haber hecho, concluyó diciendo que cada banco había costado 10.000 pesetas (60 €) menos que lo facturado y remató la faena afirmando que: “300.000 pesetas (1.803 €) se han perdido y del corro no han salido aquí hay una irregularidad por no decir fraude”. Afirmando que las tenía quién hubiera gestionado la compra de los bancos, que era el alcalde. En el debate que siguió, si es que aquello fue un debate, el alcalde llegó a decirle al concejal que era un canalla. Adolfo Pérez llevó el asunto al juzgado y en el acto de conciliación el concejal actuó con una ambigüedad calculada. Sin embargo, el alcalde cometió el error de no continuar con el proceso por seguir los consejos de su abogado, Antonio Jurado Jiménez, y del concejal José Flores Jódar, que le dijeron que lo dejara porque Andrés Segura era un joven que empezaba a vivir. En la sesión plenaria de 22.12.1986 el alcalde leyó un pormenorizado informe a la Corporación municipal sobre la compra de los bancos, con declaración jurada de la empresa suministradora, quedando la actuación de Adolfo Pérez perfectamente clara. Por cierto que varias veces Andrés Segura pidió por escrito que el Ayuntamiento le pagara las 20.000 pesetas (120 €) que le había costado el abogado, dinero que por supuesto no percibió. Al alcalde no le cobró nada su abogado dada la amistad que tenían.

   Como es natural, en el Ayuntamiento tenían que preocuparse de la urbanización de la parte del paseo que no iba a realizar Timoteo Herranz, desde un poco más allá del Ayuntamiento hasta el final, al sur. En ese tramo el malecón tenía un gran entrante de la playa (donde ahora está el ensanche con el parque infantil). El entrante había que rellenarlo para igualarlo con su línea y construir en ese lugar un muro de defensa. Tales obras había que gestionarlas en la Dirección General de Puertos y Costas que ya estaba implicada en la urbanización como se ha visto, aunque, igual que el Ayuntamiento, fue eximida de la financiación de la primera fase. 

   En tal sentido, en julio de 1994 se recibió un escrito de la Dirección General de Puertos y Costas en el que se notificaba que el municipio de Garrucha estaba incluido en el Plan de Obras de Paseos Marítimos en el Mediterráneo, del plan de inversiones del MOPU. Que el coste previsto de la obra sería de 25.000.000 de pesetas (150.000 €), cuya financiación sería a cargo de la dirección general con 18.750.000 pesetas (112.690 €) y el Ayuntamiento con 6.250.000 pesetas (37.563 €). Asimismo, el Ayuntamiento debería comprometerse a sufragar el coste de la redacción del proyecto y la asistencia técnica del mismo a cargo de la Jefatura de Puertos y Costas de Almería. Además se exigía que el Ayuntamiento no autorizara en esa zona la construcción de edificios de más de cinco plantas a fin de respetar el área que barre el faro. La Corporación municipal acordó unánimemente aceptar las estipulaciones propuestas por la citada dirección general (sesión plenaria de 09.07.1984). 

   Sin embargo, las cosas no discurrieron así, el ingeniero Juan Oña sabedor de que en Puertos y Costas se disponía de dinero, gestionó y convenció a los responsables del organismo para que financiaran totalmente la construcción del muro de defensa y terminación de la obra de urbanización del paseo, así como el coste de la redacción del proyecto y dirección técnica. Por tanto el Ayuntamiento de nuevo quedó eximido de pago alguno por las obras del MOPU. 

   El proyecto - basado en el de Juan Oña - fue redactado por el ingeniero de obras públicas, Gonzalo Soriano Sierra, por un importe de 37.849.853 pesetas (227.482 €), un 51% más de lo previsto; fechado en diciembre de 1984. La obra se adjudicó por el mismo coste en noviembre de 1985 a una empresa de ámbito nacional. Su ejecución duró hasta 1987. Esta fase de la obra se ejecutó sin ninguna complicación.

   Con la siembra de unas plantas y la instalación de puntos de luz en los jardines, hacia 1988  finalizó la urbanización del paseo marítimo. Habían transcurrido nueve años desde la promesa del alcalde en el mitin de 1979. Se consiguió un bonito paseo con sus 150 palmeras y sus 1.482 metros de balaustrada de mármol blanco, cuyo precio aproximado fue de 22.000.000 de pesetas (132.223 €). La baranda (como se la conoce) causa bastante sensación, siendo objeto de infinidad de fotos. Un arquitecto alemán llamado Guenter Laemgen le escribió desde Francia al alcalde Adolfo Pérez solicitando información sobre ella (10.10.1986). Se puede afirmar que la baranda es hoy un emblema de Garrucha, orgullo de sus habitantes.

   El coste total aproximado de la urbanización del paseo fue de 125.000.000 de pesetas (751.265 €), de los que el MOPU aportó 83.849.853 pesetas (503.948 €), el 67%. El 33% restante lo aportaron el Ayuntamiento, el Estado y la Diputación provincial mediante los planes anuales de obras y servicios de esta última. 

   Como es natural, en este escrito se utiliza la moneda de la época: la peseta. Para orientarse en la actualidad, junto a cada cifra en pesetas se ha puesto entre paréntesis su equivalente en euros, salvando la época de cada moneda y su poder adquisitivo. El coste aproximado de la urbanización del paseo marítimo sería ahora de unos 3 millones de euros. Un euro equivale a 166,386 pesetas.    

   Pero la armonía del paseo se vio mutilada cuando, por la obra del aparcamiento subterráneo, desapareció la bonita plaza construida delante de la fachada principal del Ayuntamiento al urbanizarse el paseo, con sus 18 palmeras, su vegetación y los demás elementos que la adornaban. En cambio, la plaza que la ha sustituido es un lugar carente de vegetación y de encanto. Si bien ha sido un acierto el mirador de la calle Mayor y las nuevas dependencias municipales, así como el ensanche de la plaza de Pedro Gea (de la capilla); por el contrario, ha sido un error el aparcamiento con sus infames y horribles bocas en el paseo marítimo.



   Este relato de la urbanización del paseo marítimo de Garrucha, escrito por el alcalde que la gestionó, tiene la garantía de que todos los datos aportados han sido verificados por su autor.