jueves, 23 de febrero de 2017

REYES Y CONDES AUTÓNOMOS DE LA ESPAÑA CRISTIANA MEDIEVAL (718 - 1474), por Adolfo Pérez López

                                                                                                                                                                                                                     

  SUMARIO


Nota preliminar
Bibliografía

Apuntes sobre el medievo español
Asturias

Reyes de Asturias
Reyes de León
Castilla
Condes y condesa autónomos
Reyes de Castilla y León

Navarra
Reyes de Pamplona
Reyes de Navarra
Aragón

Condes y condesa autónomos

Reyes de Aragón

Reyes de la Corona de Aragón

Cataluña
Condes autónomos

Reyes de Mallorca (feudatarios de la Corona de Aragón

Cuadro de reyes y regidores contemporáneos 

Mapas de la España medieval



               
               NOTA  PRELIMINAR

 
   Cuando en el siglo VIII los musulmanes invadieron la península ibérica y se apoderaron de ella, solo se libraron de la conquista pequeños núcleos montañosos del Norte. Tales núcleos fueron el origen de los reinos cristianos de la Península en la Edad Media. La existencia de tales reinos coincidió con los casi ocho siglos que duró la Reconquista, habiendo sido esencial su papel en la recuperación de los territorios peninsulares.

  En los diversos reinos y condados autónomos de la España cristiana medieval se sucedieron numerosos reyes y condes autónomos estrechamente ligados entre sí, no solo por compartir el suelo peninsular sino por razones de matrimonio, parentesco o puramente políticas.

   El entramado político de aquellos Estados puede suponer un pequeño obstáculo para seguir sin dificultad las líneas sucesorias de sus reyes y condes autónomos, la contemporaneidad entre ellos, junto con la de los emires y califas peninsulares. Con el añadido de los nombres y orden numérico que los distinguía, repetidos entre algunos soberanos de aquellos reinos.

  Este sencillo trabajo refleja la sucesión continua de los reyes y condes autónomos de los Estados hispanocristiansos de la Edad Media, desde sus orígenes conocidos hasta los Reyes Católicos, con una breve biografía de cada uno de ellos, en las que se aportan aspectos de su personalidad y se narra lo más relevante de su mandato, y en varias de ellas se incluyen citas, anécdotas, curiosidades o leyendas que siempre gusta conocer. Pienso que con este elemental estudio los lectores pueden seguir de principio a fin, sin interrupción, la sucesión de los reyes y condes autónomos de cada uno de los reinos del medievo español. Sin duda, sobre los personajes biografiados se han quedado atrás bastantes datos, pero así lo requiere la naturaleza de este trabajo. Datos que pueden aportar los lectores interesados.

   Respecto al dato del número de hijos que tuvieron los biografiados, si no se aclara nada sobre ellos debe entenderse que se refiere siempre a los hijos legítimos, sin que se especifique a qué matrimonio pertenecían en caso de haber existido más de uno.

   Se deja para los más estudiosos la labor de analizar el contexto histórico de las épocas y los distintos órdenes de vida de aquellos siglos.

   Al finalizar las biografías se incluyen cinco cuadros sinópticos, diferenciados por épocas, en los que se visualiza la contemporaneidad de emires, califas, reyes y condes autónomos del periodo medieval hispano. Además se incluyen seis mapas sobre la evolución territorial de los reinos de España durante la Reconquista 

                                          
                                            BIBLIOGRAFÍA
       
- Compendio de Historia de España. Profesor Ciriaco Pérez Bustamante
- Historia de España. Marqués de Lozoya
- Introducción a la Historia de España. Profesores Ubieto, Reglá, Jover, Seco
- Curso de Historia de las Instituciones españolas. Prof. Luis García de Valdeavellano
- Atlas de Historia de España. Profesor Jaime Vicens Vives
- Historia Universal Ilustrada. Dirigida por el Dr. Eugène – Th. Rimli

APUNTES  SOBRE  EL  MEDIEVO  ESPAÑOL

   Generalmente es admitido por los historiadores que la Edad Media comenzó en Europa con la llegada de los musulmanes a la península ibérica (711) para intervenir en las luchas civiles de los reyes visigodos. Para otros, los menos, se inició con la llegada de los pueblos bárbaros a Europa en el siglo V. Asimismo, se acepta que el medievo se extiende hasta el siglo XV, que es el comienzo convencional de la Edad Moderna, y que en España coincidió con la época de los Reyes Católicos (1474).

   En el año 711 (seguramente el 27 de abril) el general musulmán Tarik desembarcó con su ejército en Gibraltar y derrotó junto al río Guadalete al rey visigodo Roderico (don Rodrigo), que murió en la batalla. A esta acción le siguió una campaña relámpago que puso a toda la Península en poder del Islam excepto los núcleos de las regiones frías y abruptas del Pirineo y montañas cántabras, donde se ocultaron nobles visigodos, jerarquías eclesiásticas y restos del ejército. La sorprendente rapidez en la conquista solo se explica por la extrema decrepitud e impopularidad del Estado visigodo bajo los últimos reyes, así como el ansia del pueblo por liberarse de los altos impuestos que impedían el desarrollo de la riqueza y hundían a las masas en una miseria sin esperanza. Los musulmanes, en cambio, que solo imponían un reducido porcentaje sobre la renta, aparecían como liberadores ante los esquilmados hispanos.
 
   De los núcleos norteños surgieron los reinos cristianos peninsulares, formados arbitrariamente pues no respondían a fronteras naturales. Tales reinos afianzaron su identidad sin que tuvieran una existencia política diferenciada; más bien eran partes relativamente distinguidas y temporales del solar hispánico, aunque nunca perdieron esa conciencia de unidad dentro de la diversidad. Algunos historiadores afirman que los reinos cristianos de la España medieval no acababan de ser reinos en plenitud, y sus reyes, que tenían más poder que los ultrapirenaicos, no lo eran con la supremacía, teórica al menos, de los otros reyes europeos, sino que su realeza era un poco por participación en el grupo. Por tanto, la división de reinos practicada hasta el siglo XIII no debe entenderse como separación - en reinos con entidad propia - de lo que antes estaba unido, pues en ellos permanecía el concepto visigodo de la unidad de España.

   La estructura política de la mayor parte de los Estados hispanocristianos de la Edad Media no fue la propia de los Estados feudales. Solo en Cataluña alcanzó su pleno desarrollo el feudalismo, cuyos condados se organizaron con arreglo a los principios feudales europeos, dada su dependencia durante años de los reyes francos.

   En los Estados hispanocristianos medievales la forma de sucesión al trono, electiva en un principio en el reino asturleonés, llegó a ser hereditaria durante el siglo X, imponiéndose pronto el mayor derecho del hijo primogénito. Hubo reyes y condes que antes de morir repartieron sus dominios entre sus hijos, disponiendo del territorio del Estado como si se tratase de su propiedad, conforme a la tradición feudal europea.

   La Monarquía en la España medieval no fue absoluta, pues el poder real estaba limitado no solo por las normas morales y religiosas, sino también por el derecho y las costumbres del país. Lo mismo que sus súbditos, el rey estaba obligado a respetar las leyes, fueros, usos y privilegios del reino. La Monarquía medieval era considerada de derecho divino: ‘Rey por la gracia de Dios’ (rex gratia Dei).

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ASTURIAS

   El primer núcleo de resistencia del que se tienen noticias es el de Asturias, dirigido por el noble de la corte de don Rodrigo llamado Pelayo, al que eligieron rey. El reino astur fue el primer Estado hispanocristiano medieval. La monarquía asturiana del rey Pelayo era todavía como una continuación de la visigoda, pues en ella predominaba la idea ‘neogoticista’, o sea, la restauración del antiguo Estado visigodo. La historia de este reino está llena de leyendas.

REYES  DE  ASTURIAS

CASA  DE  PELAYO      

Pelayo (718 - 737) . Se cree que era hijo del duque Favila, de sangre real. Favila murió de un bastonazo dado en la cabeza por Witiza, que deseaba a su mujer. El lascivo monarca desterró de Toledo a Pelayo, que era guardia real. Este se casó una vez y tuvo dos hijos. Él acaudilló a los sublevados en la batalla de Covadonga (718). Esta primera victoria, aun reducida al mero combate de montaña, tuvo gran trascendencia: acabó con los continuos desastres, levantó la moral de los vencidos y fue el inicio de la Reconquista. Además, aseguró la existencia de una minúscula monarquía asturiana, cuyo primer rey fue Pelayo, que estableció su pequeña corte en Cangas de Onís. Hoy se admite que Pelayo no fue un continuador de los reyes visigodos, pues no fue un rey elegido por la nobleza, sino por los astures en un concilium o asamblea. ‘Pelayo es un rey nuevo que reina sobre un pueblo nuevo’, según un viejo autor musulmán.

Favila (737 – 739). Hijo del anterior. Se casó y tuvo una hija. Lo mató un oso.

Alfonso I el Católico (739 – 757). Hijo de Pedro, duque de Cantabria, y yerno del rey  Pelayo. Se casó una vez y tuvo tres hijos. Con él cobró verdadera importancia el núcleo asturiano. Gracias a su política el reino de Asturias pudo resistir el renacimiento del poder musulmán al establecerse en España un emirato independiente. Se apoderó del norte de Galicia y zona alta de Castilla aprovechando las guerras civiles entre árabes y berberiscos y una gran hambre acaecida en el año 750. Repobló Asturias con cristianos procedentes de las cuencas de los ríos Duero, Miño y Ebro. Entre el reino asturiano y los dominios musulmanes quedó una zona yerma y desierta recorrida por unos y otros: tierras de Toro y de Campos.

Fruela I (757 – 768). Hijo del anterior. Se casó una vez y tuvo dos hijos. Rey guerrero y enérgico, tuvo dotes de gran organizador. Seguramente fundó Oviedo en el monte Oveto. Venció a los musulmanes en Puentedeume, quedando Galicia liberada de ellos. El Cronicón silense le alaba por haber restablecido la disciplina eclesiástica. Sometió las sublevaciones de vascos, de gallegos y la de su hermano Vimarano, al que dio muerte. Fruela fue asesinado.

* Los reinados de los cuatros reyes siguientes, elegidos por los nobles, son de poca relevancia. Son conocidos como ‘los reyes holgazanes’ por haber detenido la Reconquista. Son oscuros los reinados de Aurelio, Silo y Mauregato.

Aurelio (768 – 774). Sobrino de Alfonso I, primo de Fruela I. No se casó. Su reinado se vio agitado por el levantamiento de los siervos.

Silo (774 – 783). Se casó con Adosinda, hija de Alfonso I, y no tuvo hijos. Vivió en paz con los musulmanes, sofocó la rebelión de Galicia y trasladó la corte a Pravia.

Mauregato (783 – 789). Hijo de Alfonso I y de una sierva ‘mora’. Se cree que se casó y tuvo un hijo. Se le atribuye el tributo de las cien doncellas al emir de Córdoba.

Bermudo I el Diácono (789 – 791). Hermano del rey Aurelio y sobrino de Alfonso I. Se casó una vez y tuvo cuatro hijos. En relación con el clero (él era diácono) mantuvo el espíritu de resistencia a los musulmanes, que realizaban correrías estivales (aceifas) exponiéndose al peligro de las montañas del Norte y a la lejanía de sus bases. Derrotado personalmente en una cruenta batalla, abdicó en su pariente Alfonso. Fue un rey generoso, ilustrado y magnánimo.

Alfonso II el Casto (791 – 842). Hijo de Fruela I. Se cree que se casó una vez y no tuvo hijos. Elegido rey fue depuesto por su tío Mauregato (783), luego proclamado cuando abdicó Bermudo I. Fue un gran rey y muy cristiano. Trasladó la sede regia a Oviedo y restauró los usos visigodos. Destacó por su actividad reconquistadora y por ser un gran impulsor de la bella y sencilla arquitectura asturiana. Sus orfebres labraron la Cruz de los Ángeles. En el campo de Compostela se localizó la reliquia del apóstol Santiago el Mayor. El rey Alfonso acudió al lugar con sus magnates, declararon patrón al santo y mandó construir una iglesia. El hallazgo provocó las peregrinaciones del mundo cristiano a través del camino de Santiago, las cuales aportaron las corrientes artísticas y culturales de Europa. Estableció relaciones con Carlomagno. A este reinado corresponde el Poema de Bernardo el Carpio, que trata de un supuesto héroe nacional, Bernardo, hijo de los novelescos amores del conde Julián con Jimena, hermana de Alfonso II, que se casaron en secreto y el rey cargó de cadenas al conde. Bernardo rompió con el rey al negarse éste a liberar a su padre.

Ramiro I (842 – 850). Hijo de Bermudo I. Según parece se casó dos veces y tuvo tres hijos. Sofocó las rebeliones palatinas de los nobles que querían resucitar la monarquía electiva de los visigodos, lo que dejó un rastro de condes ciegos y otro muerto con sus siete hijos. Gran constructor, a él se debe la bella iglesia de Santa María del Naranco. Según la leyenda, para librarse del tributo de la cien doncellas combatió a los moros en la batalla de Clavijo, donde le ayudó el apóstol Santiago, por lo que, agradecido, estableció el voto en su honor. Lo del voto es cierto, aunque sin Clavijo y sin doncellas. Lo estableció Ramiro II casi un siglo después.

Ordoño I (850 – 866). Hijo del anterior. Se casó una vez y tuvo seis hijos. Consolidó las conquistas efectuadas y fortificó ciudades. Se distinguió por su afán repoblador, que le llevó a que en su reinado renacieran las ciudades de Tuy, Astorga y León, situadas más allá de la frontera natural, y las repobló con cristianos, casi todos gallegos y mozárabes. Intervino en las sublevaciones de los musulmanes contra sus propios emires y hubo de sufrir la reacción de estos. Se apoderó de Zaragoza y derrotó a Muza en Albelda, siendo esta la verdadera batalla de Clavijo, atribuida a Ramiro I y falsamente relacionada con el voto de Santiago.

Alfonso III el Magno (866 – 910). Hijo del anterior. Se casó una vez y tuvo ocho hijos. Comenzó su reinado cuando venció a Froilán, conde gallego que se había apoderado del trono y quería restaurar el principio visigodo de la monarquía electiva. También se sublevaron sus cuatro hermanos, a los que venció y les hizo sacar los ojos. Luchó contra la secular rebeldía de los vascones. Su actividad reconquistadora se vio favorecida por las rebeliones musulmanas de Zaragoza, Toledo, Badajoz, Coimbra y la del muladí Omar ben Hafsun, héroe nacionalista que se levantó contra el emirato de los Omeyas, poniéndolo al borde de la ruina. La acción de Omar fue aprovechada por Alfonso III, que en esos levantamientos se ganó un gran prestigio para dirigir a los rebeldes, cristianos o musulmanes de origen hispano, en contra de la oligarquía árabe. Impulsó la repoblación de Castilla, a la que acudieron gentes del Sur deseosas de vivir en un reino cristiano. De su reinado es la sin par Cruz de la Victoria. Su vejez fue amarga debido a la conjura de sus hijos, que seguramente apoyados por su madre, la reina Jimena, le obligaron a abdicar en el mayor de ellos, García; quedando los otros dos, Ordoño y Fruela, como reyes feudatarios de Asturias y de Galicia. La posible separación de León, Asturias y Galicia no se produjo porque los tres hermanos se sucedieron en el trono.

  REYES  DE  LEÓN

   Desde que Alfonso III llevó al Duero la frontera con los musulmanes, León dejó de estar amenazada y pasó a ser el centro de gravedad del reino. Al morir Alfonso III, sus hijos creyeron que era el momento de establecerse en León a fin de dominar la cuenca del Duero. ‘En adelante se convirtió en la capital de la joven y fuerte monarquía en que se fundieron sangres, ideas, costumbres, normas jurídicas, instituciones y formas artísticas de abolengo romano, de origen árabe y de raigambre visigoda’ (Sánchez Albornoz). El reino de León se unió definitivamente a la corona castellana con Fernando III el Santo (1230).

García I (910 – 914). Hijo del anterior. Depuso a su padre. Se casó una vez y no tuvo hijos. Fue el primero en titularse rey de León. Repobló ocho ciudades que formaban la defensa del Duero. Entre esta barrera y el Guadiana quedaba un gran despoblado, como ‘tierra de nadie’.

Ordoño II (914 – 924). Hermano del anterior. Se casó tres veces y tuvo seis hijos. Fijó definitivamente la capital del reino en León. Fue uno de los príncipes más belicosos de la dinastía asturiana. En San Esteban de Gormaz (917) obtuvo un señalado triunfo sobre los musulmanes, contrapesado por el desastre de Valdejunquera (920), que supuso una gran destrucción en la llanura del Duero. Cuenta el Cronicón de Sampiro el hecho de que el monarca citó en Tejar a cuatro condes de Castilla de cuya fidelidad sospechaba (alentaba ya en los castellanos el espíritu independentista). Allí mandó encadenarlos, los llevó a León y ordenó su muerte. Aun cuando dejaba dos hijos le sucedió en el trono su hermano Fruela.

Fruela II (924 – 925). Hermano de los dos anteriores. Se casó dos veces y tuvo tres hijos. Ayudó con sus tropas a Sancho de Navarra contra el emir de Córdoba. Fruela murió de lepra y la corona se la disputaron los hijos de Ordoño II, siendo Alfonso el que ocupó el trono leonés.

Alfonso IV el Monje (925 – 931). Hijo de Ordoño II. Se casó una vez y tuvo un hijo. A la muerte de su esposa Oneca, abdicó en su hermano Ramiro y se retiró a un monasterio. Luego se arrepintió y por dos veces intentó recobrar la corona, que no pudo conseguir. Su hermano lo apresó y mandó sacarle los ojos junto a los hijos de Fruela, que le ayudaron en el intento.

Ramiro II (931 – 950). Hermano del anterior. Se casó dos veces y tuvo cinco hijos. Rey enérgico y guerrero. Derrotó a los musulmanes en Osma, Simancas y Alhandega. Hizo frente al espíritu independentista castellano encarnado en el conde Fernán González. Continuó con las repoblaciones. De su reinado es el voto de Santiago, cuando le pidió auxilio al Apóstol antes de la batalla de Simancas. A su muerte siguió una época de decadencia que duró hasta Alfonso V (999), a la que contribuyeron las luchas dinásticas entre sus ineptos sucesores,  pues los primogénitos de sus dos esposas, Ordoño y Sancho, pretendieron ser reyes.

Ordoño III el Bueno (950 – 956). Hijo del anterior. Se casó dos veces y tuvo dos hijos. En su lucha dinástica con su medio hermano Sancho, tuvo que hacer frente a la alianza de su suegro Fernán González y de la terrible reina de Navarra, doña Toda, mujer intrigante que apoyaba a su nieto Sancho. Mientras, las tropas califales entraban libremente por el territorio cristiano, siendo tan fructuosa la expedición contra Galicia del año 953 que Córdoba pudo ver con delirio la llegada de un cargamento de cruces y campanas de las iglesias gallegas. Dada la situación, y como el rey Ordoño necesitaba la paz con los musulmanes, inició la funesta y humillante política de pactos con el califa de Córdoba, que por más de medio siglo convirtió a los reyes cristianos en feudatarios del califato. A su muerte le sucedió Sancho I.

Sancho I el Craso (primera vez: 956 - 958). Hermano del anterior. Según un autor musulmán ‘el rey Sancho era vano y orgulloso’. Este orgullo le llevó a no aceptar el tratado firmado por Ordoño III con el califa Abderrahmán III, por lo que este le replicó e infligió una derrota. La gran obesidad mórbida que padecía Sancho le impedía ejercer con normalidad su caudillaje en aquellas circunstancias, lo que aprovecharon algunos nobles leoneses, apoyados por el conde Fernán González, para destronar a Sancho, que se refugió con su abuela.

Ordoño IV el Malo (958 – 960). Hijo de Alfonso IV. Primo del anterior. Se casó una vez y tuvo dos hijos. El mote de malo le es aplicado en el sentido medieval de deslealtad y cobardía. Apoyado por nobles rebeldes y el conde Fernán González le arrebató el trono leonés a Sancho I, que este recuperó, en tanto que Ordoño IV se refugió en las montañas de Asturias.

Sancho I el Craso (segunda vez: 960 - 966). En su segunda etapa fue poco afortunado. Se casó una vez y tuvo tres hijos. Recuperó el trono ayudado por su abuela doña Toda y su primo Abderramán III, pues el califa era nieto de Íñiga, hija de Fortún el Tuerto. Un médico judío de Córdoba, Yusuf Hasday, logró curar a Sancho I de su enorme gordura, lo que le permitió cabalgar y andar sin apoyatura. Murió envenenado por el magnate gallego Gonzalo.

Ramiro III (966 - 984). Hijo del anterior. Se casó una vez y tuvo un hijo. Rey a los cinco años, fue tutelado por una monja, su tía Elvira. En su reinado se acentuó la anarquía. Significó poco para el califato y no pudo hacer frente a la invasión de piratas normandos, que saquearon Galicia durantes tres años. En su tiempo, Almanzor, jefe militar del califa, arrasó Zamora. A pesar de haber demostrado valor y energía, el rey fue destituido por los nobles gallegos.

Bermudo II el Gotoso (984 – 999). Hijo bastardo de Ordoño III, sucedió a Ramiro III. Se casó dos veces y tuvo cuatro hijos. Fue un reinado pródigo en desastres, hasta quedar el reino de León reducido a los primitivos del reino asturiano. Se hizo tributario de Córdoba y entregó a su hija Teresa para el harén de Almanzor, que la hizo su esposa. A la muerte de este,  la digna y desventurada infanta fue devuelta a su patria. Cuando el rey leonés intentó liberarse del tributo, Almanzor se apoderó de León y Zamora y arrasó Santiago de Compostela.

Alfonso V el Noble (999 – 1028). Hijo del anterior. Se casó dos veces y tuvo tres hijos. Rey a los cinco años, lo tuteló su madre. La muerte de Almanzor (1002) le dio un grato respiro. Impulsó la Reconquista por la zona de Portugal. Repobló los territorios devastados. Este gran rey murió con veintiocho años en el sitio de Viseo a causa de la herida de una saeta.

Bermudo III (1028 – 1037). Hijo del anterior. Se casó una vez y tuvo un hijo (muerto de corta edad). Una serie de conflictos y el intento de recuperar la parte oriental de su reino desembocaron en la batalla de Támara (Palencia), en la que fue vencido y muerto por su cuñado Fernando (hijo de Sancho el Mayor de Navarra). Con él se extinguieron las dinastías de los reyes de Asturias y de León, pasando sus dominios al rey de Castilla.

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CASTILLA

   A partir del año 800 comenzaron a poblarse las comarcas situadas al sur del antiguo ducado de Cantabria. Los repobladores avanzaban con recelo levantando atalayas y defensas, así como castillos, los cuales le dieron el nombre a la región, cuya extensión era limitada. Decía el romance: ‘Harto era Castiella pequeño rincón / cuando Amaya era cabeça i Fitero mojón.’ El condado se extendía desde el Cantábrico hasta el Duero y entre la Rioja (este) y los ríos Deva y Pisuerga (oeste). Enclavado entre los reinos de León (oeste) y Navarra (este).

   Los territorios castellanos eran regidos por condes dependientes de los reyes de Asturias, los cuales gozaban de autonomía y se defendían con sus propias fuerzas de las acometidas musulmanas. Sin embargo, desde principios del siglo X las relaciones entre los reyes de León y los condes de Castilla eran poco amistosas. Tales desavenencias llegaron hasta el punto de que Ordoño II mandó dar muerte a varios condes acusados de traición por no haber asistido a la batalla de Valdejunquera. Entonces, dicen las crónicas medievales, irritados los castellanos nombraron dos jueces para que los gobernaran: Laín Calvo y Nuño Rasura.

CONDES  Y CONDESA  AUTÓNOMOS

Fernán González (932 – 970). Primer conde autónomo de Castilla, con reconocimiento (teórico) de la autoridad del rey de León (hacia 950), hijo de Gonzalo Fernández, conde de Lara. Se casó dos veces y tuvo ocho hijos. Héroe de cantares de gesta recogidos en el romancero. Fortaleció notablemente la personalidad de Castilla. Fernán González tenía altas cualidades de caudillo, entre ellas el don de hacerse adorar por sus vasallos, para los que era su jefe natural, hasta el punto de que cuando Ramiro II logró hacerle prisionero sucedió algo notable, reflejado en los más bellos romances: un gran movimiento popular hizo que los castellanos dejasen desierto Burgos y sus aldeas para acudir a León y exigirle al rey la libertad de su señor. El rey, a la vista del clamor de todo un pueblo, dejó en libertad al conde rebelde. El conde era un hábil político, de fuerte voluntad castellana, que impuso su autoridad en los demás condados. No se rindió al gran califa Abderrahmán III, contra el que luchó bravamente. Cerró las fronteras a los moros y las amplió a costa de Navarra y de León. El poema de Fernán González (1250) canta las hazañas del ‘buen conde’: Su crianza en un monte sin conocer su origen hasta su juventud. Cuando liberó a Castilla de la opresión. Sus luchas contra los moros, contra el rey de Navarra y los reyes de León. La anécdota del caballo árabe y del azor que tanto encantaron al rey leonés Sancho I, que se los vendió en mil marcos con la condición de que si no los pagaba a plazo fijo se doblaría el precio por cada día de retraso, pero el olvido del rey durante tres años supuso que cuando quiso cancelar la deuda esta era tan grande que no la pudo satisfacer, por lo que tuvo que conceder la autonomía a Castilla.

Garci (a) Fernández (970 – 995). Hijo del anterior. Se casó una vez y tuvo siete hijos. Se ocupó de organizar bien su territorio y dotarlo de una eficaz legislación. Dio asilo a un hijo de Almanzor, rebelde contra su padre, por lo que hubo de hacer frente al caudillo musulmán, que lo derrotó (989) y le arrebató tres plazas fronterizas, además de tener que entregarle al hijo levantisco, que fue ejecutado. Almanzor se vengó induciendo a Sancho, hijo del conde, a rebelarse contra su padre, lo que aprovechó el caudillo musulmán para apoderarse de dos plazas y derrotar a García, al que hizo prisionero y dio muerte, enviando su cabeza a Córdoba, que después devolvió a su hijo Sancho. A la época de este conde y a la de su hijo Sancho es el cantar de gesta: Los siete infantes de Lara.

Sancho García (995 – 1017). Hijo del anterior. Se casó una vez y tuvo seis hijos. Para evitar las correrías de Almanzor se declaró vasallo suyo y después luchó en su contra. A la muerte de Almanzor (1002) se dedicó a reconquistar las fortalezas perdidas en el Duero. Este conde es llamado como ‘el de los buenos fueros’ por el desarrollo de las costumbres locales.

García Sánchez (1017 – 1028). Hijo del anterior. Último de los condes de Castilla. No se casó. Fue asesinado en León a manos de los Velas (familia rival) cuando iba a casarse con  Sancha, hermana del rey leonés Bermudo III. Con él se extingue la línea masculina de Fernán González, y de esta forma Castilla pasa a poder de Sancho el Mayor de Navarra, que estaba casado con una hermana del conde muerto. Este hecho dio origen al reino de Castilla.

Munia o Mayor (1028 – 1035). Hermana del anterior. Se casó con Sancho el Mayor de Navarra y tuvieron tres hijos. Durante seis años Castilla estuvo gobernada por su esposo, razón por la que ese tiempo estuvo unida a Navarra. En el reparto de sus dominios a sus hijos, Sancho el Mayor dejó a Fernando el condado de Castilla y tierras de León, a título de rey.

 REYES  DE  CASTILLA  Y  LEÓN

CASA  DE  NAVARRA

Fernando I el Magno (Castilla: desde 1035; León: 1037 - 1065). Hijo de Sancho III de Navarra. Se casó con Sancha de León con la que tuvo cinco hijos. Por unas tierras leonesas estalló la guerra entre Fernando y su cuñado Bermudo III de León, que pereció en la batalla de Támara, pasando su reino a Fernando por su matrimonio con la hermana y heredera del rey muerto, uniéndose así Castilla y León (1037). La historiografía actual considera que Fernando solo fue rey de León y conde de Castilla. En su obra reconquistadora buscó el Tajo y reyes de taifas se le hicieron tributarios. Este modélico rey murió con una gran dignidad y fe religiosa. Antes de morir repartió sus dominios entre sus hijos: Castilla para Sancho; León para Alfonso y Galicia para García. La división respondía a la idea imperial de unificar España dada su diversidad y la dificultad en las comunicaciones. La dinastía navarra se orientó hacia Francia.      

Sancho II el Fuerte (1065 – 1072). Hijo del anterior. Se casó una vez y no tuvo hijos. La historiografía actual considera que fue el primer rey de Castilla. Con él asoma la intención de la supremacía de Castilla sobre el viejo reino de León. Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador (Campi doctor), alférez del rey, es el inspirador de las pretensiones del monarca. El Cid era un infanzón de ilustre ascendencia, que se crió con el infante don Sancho, al que profesaba gran devoción. El Poema de Mío Cid, monumento de la lengua castellana del siglo XII, canta las hazañas del héroe castellano. Para rehacer la unidad rota por su padre, Sancho II venció a su hermano Alfonso de León, se apoderó de su reino y lo desterró a Toledo. En el sitio de Zamora el traidor Bellido Dolfos mató con un venablo al rey Sancho, lo que produjo gran furor y desconcierto en el campo castellano. Sobre este hecho se decía que el traidor fue incitado por doña Urraca, hermana del rey (llamada por Menéndez Pidal ‘la infanta de alma cruel’), consejera de su hermano Alfonso, su predilecto.

Alfonso VI el Bravo (León: desde 1065; Castilla: 1072 – 1109). Hermano del anterior. Se casó cinco veces, la penúltima con la mora Zaida. Tuvo cuatro hijos. Fue uno de los más grandes reyes de la historia de España. Para ceñir la corona, el Cid y sus caballeros, en la iglesia ‘juradera’ de Santa Gadea de Burgos, lo obligaron a prestar juramento de ser ajeno a la muerte de Sancho II. Desde entonces el Cid y los suyos fueron leales vasallos del rey. Cuando ocupó parte del reino de Pamplona el monarca llegó a titularse emperador, título honorífico y no de una política nueva. Ocupó la Rioja y conquistó Toledo, pero los almorávidess lo derrotaron en Sagrajas. El desastre reconcilió al rey con el desterrado Cid, el cual le prestó importantes servicios. Nuevamente el rey fue derrotado por los almorávides en la batalla de Uclés, ‘la de los siete condes’, por la muerte de siete nobles y su único hijo varón, Sancho, hijo de la mora Zaida. La influencia ultrapirenaica se acentúa en este reinado.

Urraca (1109 – 1126). Hija del anterior. Se casó dos veces y tuvo dos hijos legítimos. Mujer inteligente y enérgica, frívola y seductora. Su reinado fue pródigo en intrigas, disturbios y guerras civiles. Viuda de Ramón de Borgoña, padre de su hijo Alfonso, su padre la casó en segundas nupcias con Alfonso I de Aragón, tal vez pensando que era el único capaz de mantener la idea imperial. El matrimonio fue anulado por razones de parentesco. Estando casada con don Alfonso se amancebó con un conde del que tuvo varios hijos. Las liviandades de la reina (a la que llegó a encerrar en Castellar) y las desavenencias con ella, más la hostilidad de los castellanos, hicieron que el rey se enajenara de aquel reino y se retirara a sus Estados (1114). En este reinado destacó la figura de don Diego Gelmírez, obispo de Santiago, no siempre bien avenido con la reina, contra el que doña Urraca fomentó la inquina de los burgueses. En 1116 se originó en Compostela un movimiento contra el prelado y la reina, ahora reconciliados. El obispo escapó disfrazado y ella logró evadirse después de haber sido desnudada y arrastrada (Regina dilaniata crines, nudata corpore, provoluta luto, evasit).

CASA  DE  BORGOÑA

Alfonso VII el Emperador (1126 – 1157). Hijo de la anterior. Se casó dos veces y tuvo nueve hijos. Alfonso VII tuvo una gran preparación para reinar. Su problema más acuciante era recuperar las tierras castellanas ocupadas por el rey de Aragón, para conseguirlo evitó la guerra y pactó dos veces con su padrastro Alfonso I el Batallador, ya enajenado de Castilla. Dada la situación anárquica del reino a causa del desdichado gobierno de su madre, hubo de someter a señores de la alta nobleza que de hecho eran independientes. Sacrificó los destinos de España en aras de su propia vanidad cuando en el año 1135, en solemne ceremonia se coronó emperador en León (imperator Hispaniae), después de someter a vasallaje al resto de los reinos y condados cristianos peninsulares. Era un intento de instaurar en la Península el sistema feudal existente en Europa y en Cataluña. Esta nefasta política imperial, mantenida con la fuerza de las armas, dio lugar a la disgregación y conformación de las nacionalidades peninsulares. Realizó varias correrías por la España mora y ocupó Almería, que perdió contra los almohades y luego no pudo recuperar. Al regreso de esta desgraciada expedición moría el emperador y con él la idea imperial, idea que se hacía imposible. Al morir repartió sus dominios entre sus hijos: Castilla a Sancho y León con otros territorios a Fernando.

Sancho III el Deseado (1157 – 1158). Rey de Castilla. Hijo del anterior. Se casó una vez y tuvo uno o dos hijos. Con la sensatez de Sancho III se perdió la anacrónica idea imperial de su padre, aunque no se rompió por entonces el vínculo feudal que los príncipes peninsulares conservaban respecto a los herederos de los reyes godos. Durante su breve reinado hubo de hacer frente a los almohades, siendo lo más importante de su gobierno la defensa de Calatrava y la fundación de la orden militar de este nombre, modelada sobre la del Temple

Fernando II (1157 – 1188). Rey privativo de León. Hijo de Alfonso VII. Se casó tres veces y tuvo cuatro hijos. De su padre heredó los territorios de León, Asturias, Galicia y Extremadura. Se trataba de un hombre generoso y enérgico, valiente y de espíritu guerrero, no desprovisto de sueños imperiales. Conquistó Alcántara y Badajoz. Repobló la ‘extremadura’ y concedió fueros a muchas ciudades. Se ocupó de que continuaran las obras de las catedrales de Compostela, Ciudad Real y Tuy.

Alfonso VIII (1158 – 1214). Rey de Castilla. Hijo de Sancho III. Se casó una vez y tuvo doce hijos. Subió al trono con tres años de edad (‘el rey pequeño’). Su minoría fue turbulenta, lo que determinó que a los catorce años se hiciera cargo del gobierno del reino. Su reinado fue trascendental para la historia de España. Derrotado en Alarcos por los musulmanes, buscó la cooperación militar con los catalanoaragoneses y navarros y así obtuvo la decisiva victoria de las Navas de Tolosa sobre los Almohades (1212). En esta batalla los reyes rivalizaron en heroísmo. La gran victoria le abrió el camino a Fernando III el Santo para sus conquistas en Andalucía. Impulsó las órdenes militares y las fundaciones monásticas. Como gran protector del Cister, fundó el monasterio de las Huelgas de Burgos. Este gran rey, con alteza de miras, se caracterizó por su interés en mantener buenas relaciones con los demás reyes hispánicos y ser acaso el primer rey de Castilla que abrió España a las grandes corrientes internacionales.

Alfonso IX (1188 – 1230). Rey privativo de León. Hijo de Fernando II. Se casó dos veces y tuvo ocho hijos. Al subir al trono prestó homenaje a su primo Alfonso VIII y recibió de su mano la orden de la Caballería, demostrando que la relación entre ambos reinos no estaba rota, relación que se estrechó con la boda del leonés con Berenguela, hija del castellano, pero los desencuentros entre ambos fueron continuos, incluso con episodios bélicos, hasta el punto de que Alfonso no ayudó a su suegro en la batalla de las Navas de Tolosa. Amplió su reino con las conquistas de Cáceres y varias ciudades de Extremadura y Portugal. Como todos los príncipes de la dinastía de Borgoña era aficionado a las artes, la poesía, la música y amigo de juglares. Le corresponde la gloria de haber fundado la universidad de Salamanca (1219), acaso para apartar a los estudiantes leoneses de la universidad castellana de Palencia. En su tiempo el maestro Mateo labró el pórtico de la gloria de la catedral compostelana.

Enrique I (1214 – 1217). Rey de Castilla. Hijo de Alfonso VIII. Subió al trono siendo menor de edad. Ejerció la regencia su hermana Berenguela, esposa separada de Alfonso IX de León, regencia que hubo de ceder al ambicioso conde Álvaro de Lara, cuyo plan era usurpar la potestad regia. Plan que se derrumbó al morir el rey - niño de una pedrada cuando jugaba en Palencia con otros niños, lo que dio la corona a su hermana Berenguela.

Berenguela (1217). Reina de Castilla. Hija mayor de Alfonso VIII. Se casó dos veces, la segunda con Alfonso IX de León cuando a este le anularon su primer matrimonio, con él tuvo cinco hijos. La Santa Sede disolvió también este matrimonio por motivos de consanguinidad. Esta princesa brilló por su talento y virtud excepcionales. Cuando al morir Enrique I ella recibió la corona quiso proclamar como rey a su hijo Fernando que estaba en León con su padre, pero no fue fácil sacar al infante de la corte leonesa. Después de múltiples dificultades don Fernando se reunió con su madre, que consiguió que su hijo fuese proclamado rey de Castilla. Alfonso IX, en un desesperado intento de reconstruir el imperio, invadió Castilla, pero ante el entusiasmo que halló en favor de su hijo regresó a sus propios Estados.

Fernando III el Santo (Castilla: desde 1217; León: 1230 – 1252). Hijo de Alfonso IX de León y de la reina Berenguela de Castilla. Se casó dos veces y tuvo quince hijos. Su madre negoció el matrimonio del joven rey con Beatriz de Suabia, hija del emperador alemán. El casamiento fue muy beneficioso para la dinastía castellana. En sus brillantes campañas contra los musulmanes conquistó diversas ciudades en la baja Andalucía, entre ellas Córdoba, Jaén, Cádiz y Sevilla. Ensanchó su reino hasta el mar por el sur y organizó el poderío naval castellano. A la muerte de su padre, y tras las negociaciones de su madre con la primera esposa de Alfonso XI, heredó el reino de León. Así se unieron definitivamente las coronas de León y Castilla, formando un gran reino del que procuró sacar el mayor partido. Pactó con el rey de Aragón los límites de la Reconquista entre ambos reinos: el Sur para Castilla y el territorio valenciano para Aragón. Mandó traducir el Fuero Juzgo al romance, que es la readaptación del código visigodo: Liber iudicum. Inició la construcción de las catedrales de Toledo, Burgos y León en las que triunfa el gótico. Rodeado de su esposa e hijos murió como  un rey santo y valiente, que al final apartó de sí los emblemas de la majestad. Fernando III impulsó la incorporación de España al sistema occidental de la política y la cultura.                                  
Alfonso X el Sabio (1252 –1284). Hijo del anterior. Se casó una vez y tuvo once hijos. De madre alemana, era más un alemán que castellano. Inteligente, cándido y de buena fe (herencia materna), pacífico y buen guerrero, pero débil de carácter. Afianzó su poder en el reino de Murcia, consolidó la ocupación de Andalucía y continuó el impulso reconquistador en el norte de África. Asunto importante fue el llamado ‘fecho del Imperio’: pretensión del rey sobre la corona alemana al ser nieto del duque de Suabia, reconocido emperador de Alemania. Tuvo que desistir por las disputas surgidas, el enorme gasto y la negativa del Papa a reconocerlo, junto con el peligro de una invasión africana. Alfonso X dejó honda huella en la historia de España, especialmente con su obra científica, literaria y jurídica. A este rey, de elevados sueños y aspiraciones imperiales, el hombre más culto del siglo, le faltó identificarse con la áspera tierra que le había tocado gobernar. Le dio el caché de lengua culta al castellano. Impulsó la actividad de la Escuela de Traductores de Toledo. A él se debe el famoso código de las Siete Partidas. Obra personal suya son las Cantigas de Santa María, escritas en gallego. Al morir su hijo mayor, Fernando de la Cerda (llamado así por el grueso pelo que le crecía en un lunar), dejó Castilla a su nieto Alfonso, hijo de Fernando, lo que no aceptó su segundo hijo, Sancho. Esto hizo estallar la guerra civil entre padre e hijo, en la que el rey fue depuesto y proclamado su hijo Sancho. El conflicto se solucionó cuando el monarca murió en Sevilla en la mayor penuria. Su voluntad no se cumplió y Sancho heredó el reino.

Sancho IV el Bravo (1284 - 1295). Hijo del anterior. Se casó una vez y tuvo siete hijos. Llamado el bravo por su carácter irascible. No aceptó la voluntad paterna y subió al trono con el beneplácito de la nobleza y del pueblo, que preferían un rey adulto, capaz, valiente y enérgico, antes que a un niño, En la vida y reinado de Sancho IV tuvo influencia decisiva su esposa doña María de Molina, prima de su padre, a la que amó tan apasionadamente que lo supeditó todo a este amor. Pero el Papa no dispensó el matrimonio debido al parentesco. Su reinado fue de tal esfuerzo que arruinó su salud. Combatió a la indócil nobleza y al rey de Aragón que apoyaba a los infantes de la Cerda. De suma importancia fue la cuestión de la toma de Tarifa, que le permitió dominar el estrecho, cercar el reino granadino e impedir la invasión de los benimerines, con los que se alió el sultán de Granada y el traidor infante Juan, hermano del rey. La escuadra aragonesa no pudo detener a los invasores, que sitiaron Tarifa, plaza célebre por la defensa que hizo de ella Alonso Pérez de Guzmán, Guzmán el Bueno, que prefirió la muerte de su hijo antes que entregar la plaza.

Fernando IV el Emplazado (1295 – 1312). Hijo del anterior. Se casó una vez y tuvo tres hijos. En su minoría fue regente su madre, doña María de Molina, mujer excepcional, que gobernó con acierto en circunstancias muy adversas provocadas por los infantes de la Cerda y su cuñado Juan, más los problemas con el sultán de Granada y los benimerines. Sin embargo, la levantisca nobleza influyó para que le pidiera cuentas a su madre al ser mayor de edad. Llamado el Emplazado a causa de la leyenda de los Carvajales: caballeros acusados de haber asesinado al valido del rey. Condenados a muerte, fueron despeñados en Martos. Los acusados se declararon inocentes y en trance de muerte ‘emplazaron’ al monarca ante el tribunal de Dios en el plazo de treinta días. El rey murió un mes más tarde. Fue un reinado deplorable, en el que hubo de hacerse frente a enemigos exteriores e interiores. Logró la renuncia del pretendiente Alfonso de la Cerda. Pactó con Jaime II de Aragón y con el sultán de Granada. La tuberculosis y su temprana muerte impidieron la consolidación de su obra. Lo más importante de su reinado fue la toma de Gibraltar por Guzmán el Bueno y los aragoneses.

Alfonso XI el Justiciero (1312 – 1350). Hijo del anterior. Se casó dos veces y tuvo dos hijos legítimos. Monarca excepcional en sus virtudes y en sus errores. Inició su reinado con apenas un año de edad. Tuvo varias regencias, entre ellas la de su abuela, doña María de Molina, y la de su madre. Debido a las disputas por la regencia y a una derrota en tierras granadinas fue declarado mayor de edad con catorce años. El rey se mostró enérgico y cruel, hizo matar al aspirante a la regencia y castigó con dureza a los nobles. Los musulmanes (benimerines) se apoderaron de Gibraltar, pero Alfonso, ayudado por portugueses y aragoneses, los venció en la decisiva batalla del río Salado (1340), que con la toma de Algeciras dejó casi ultimada la Reconquista. A su gran obra política y militar hay que añadir el buen gobierno del reino; siendo el último rey de Castilla capaz de concebir grandes empresas. Con el Ordenamiento de Alcalá unificó la ley para sus reinos. Convivió muchos años con Leonor de Guzmán, de la que tuvo diez hijos bastardos: los Trastámara. En el sitio de Gibraltar murió de la peste y comenzó una época poco afortunada en la política peninsular.

Pedro I el Cruel o el Justiciero (1350 – 1369). Hijo del anterior. Se casó dos veces y tuvo un hijo. Su reinado fue uno de los más desdichados y abyectos de los conocidos, debido al carácter vehemente y arbitrario del monarca (al parecer con una dolencia mental), a las ambiciones de sus hermanos bastardos y a la indisciplina de la nobleza. A los dos días de casarse, Pedro I abandonó a su primera esposa, Blanca de Borbón (víctima inocente de la maldad de todos), por los amores de María de Padilla con la que tuvo cuatro hijos. Este escándalo y la protección a los parientes de la favorita originaron una liga de nobles que lo apresaron en Toro, de donde escapó. Derrotó y castigó a los rebeldes de forma espantosa. El monarca era atractivo y muy libidinoso, que no reparaba en obstáculos para conseguir a la mujer deseada. Fue una desdicha la guerra entre Castilla y Aragón. Como buen militar que era  derrotó al rey de Granada al que él mismo dio muerte. Funesta fue la guerra con su hermano bastardo Enrique de Trastámara, que reclutó a nobles y aventureros foráneos (las ‘compañías blancas’) al mando de Bertrand Duguesclín. El bastardo se apoderó de Calahorra, donde se proclamó rey (1366). Pedro I se refugió en Bayona y ayudado por el príncipe de Gales, llamado el Príncipe Negro por su armadura pavonada, derrotó a su hermanastro en Nájera. Pero el abandono del de Gales, decepcionado por la mala catadura del castellano, dio ventaja a Enrique que le ganó en el sitio de Montiel, donde murió Pedro I en una lucha cuerpo a cuerpo con su hermano, parece ser que ayudado por Duguesclín. Fue un rey muy cruel para todos: pueblo y señores. Son incontables sus crueldades: asesinatos de Leonor de Guzmán; de sus hermanos Fadrique, Juan y Pedro; de su tía Leonor; de su esposa Blanca (un ballestero la mató por orden del rey); del adelantado mayor de Castilla y de muchos caballeros.

CASA  DE  TRASTÁMARA                                    

  Con la casa de Trastámara, siempre aliada leal de Francia, penetran en Castilla las leyes y costumbres de la decadente caballería europea. Se implanta la jerarquía señorial y se usan los títulos de duque, marqués, conde y vizconde, apenas conocidos o poco usados en Castilla. Es el tiempo de los torneos y de las justas, el delirio por la heráldica y de los castillos – palacios.

Enrique II el de las Mercedes (1369 – 1379). Hijo bastardo de Alfonso XI. Se casó una vez y tuvo tres hijos. Subió al trono a la muerte de su hermano Pedro, para lo que hubo de otorgar enormes mercedes a la nobleza, lo que atrajo la anarquía y los desmanes feudales. Durante su reinado tuvo que luchar contra los pretendientes a la corona. Sin prescindir del crimen al que debió la corona, hay que reconocerle que tenía madera de gran rey: valiente y sagaz, activo y decidido, entregado al prestigio de la corona y al bienestar de su pueblo.

Juan I (1379 – 1390). Hijo del anterior. Se casó dos veces y tuvo cuatro hijos. Su segunda esposa, Beatriz, era heredera del trono portugués. Al morir su suegro, Juan I pretendió el trono de Portugal, lo que no consiguió, acabando su pretensión en el desastre de Aljubarrota. Su hijo Enrique se casó con Catalina de Lancáster, a los que otorgó el título de príncipes de Asturias, asignándoles como dotación el señorío asturiano. Desde entonces ostentan ese título los herederos del trono. Este monarca era muy virtuoso y honrado, un gran caballero. Ningún rey como él se entregó a reinar con tan buena fe. La caída de un caballo le produjo la muerte.

Enrique III el Doliente (1390 – 1406). Hijo del anterior. Primer príncipe de Asturias. Se casó una vez y tuvo tres hijos. Llamado el doliente por su débil naturaleza; su minoría de edad fue calamitosa por la indisciplina y las rivalidades de los nobles. Declarado mayor de edad a los catorce años, dio muestras de una magnífica aptitud para el mando. Reprimió los desmanes de los nobles, pacificó el país y restableció la autoridad real. Enrique III adoptó la inteligente política de abrirle a Castilla nuevos caminos. Destruyó Tetuán, nido de piratas, e inició la conquista de Canarias. En política internacional inició relaciones diplomáticas con los turcos y tártaros y se negó a reconocer al antipapa Luna. Murió con veintisiete años.

Juan II (1406 – 1454). Hijo del anterior. Se casó dos veces y tuvo seis hijos. Con apenas dos años heredó la corona y se ocupó de la regencia su tío Fernando, hermano de su padre, que se apoderó de Antequera. Pero llamado este a ocupar el trono de Aragón por el Compromiso de Caspe, ejerció la regencia la madre del rey. Cuando Juan II subió al trono dejó el gobierno en manos del condestable don Álvaro de Luna, que defendió al monarca de los nobles y derrotó a los granadinos en Higueruela. Por las intrigas de los nobles y la hostilidad de la segunda esposa del rey, el valido perdió el favor real y fue decapitado. Juan II, de figura gentil y buenas cualidades humanas, carecía de las necesarias para rey; más inclinado a las artes y a las letras que a los asuntos del reino, fue un modelo de reyes irresponsables y abúlicos.

Enrique IV el Impotente (1454 – 1474). Hijo del anterior. Se casó dos veces y solo tuvo una hija. Hombre débil de carácter y nulo para el mando; se rodeó de validos contra los que se alzó la nobleza, que llegó a destronar al rey en efigie. Repudió a su primera esposa, Blanca de Navarra, pretextando esterilidad y se casó con Juana de Portugal, de la que tuvo una niña que, según se decía, no era hija suya sino de Beltrán de la Cueva, por lo que se llamó Juana la Beltraneja. La nobleza logró que el rey la desheredara y nombrara heredero a su hermano Alfonso, pero después se retractó y se originó una guerra civil en la que rey venció a los nobles rebeldes en Olmedo. Alfonso murió y se le ofreció la corona a su hermana Isabel, que no quiso aceptar mientras viviese su hermano. El problema de todo su reinado fue mantener el equilibrio entre los partidarios de Isabel y de Juana, más las presiones de Aragón y Francia.

Isabel I la Católica (1474 –1504). Hermana por parte de padre del anterior. Se casó con el infante don Fernando, hijo de Juan II de Aragón, tuvieron cinco hijos. Doña Isabel fue nobilísima reina, providencial figura de la historia universal, en especial de la española. Ella, junto con doña Berenguela y doña María de Molina, fueron las tres grandes reinas de Castilla.

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NAVARRA

   Los orígenes de la Reconquista en los territorios pirenaicos son bastante oscuros. A lo largo de los Pirineos alboreaban pequeños núcleos autónomos de resistencia de los que se sabe poco. Los vascones, que en los valles del Norte, amparados por montañas inaccesibles, nunca habían sido sometidos del todo por romanos ni godos, mantenían la misma rebeldía respecto al emirato omeya, que no logró dominarlos. En las laderas de sus montañas, hacia tierra llana, pero bien posicionada, poseían una ciudad, Pamplona, en la que a finales del siglo VIII o albores del IX se advierte la presencia de caudillos bravos e inteligentes, que para poder subsistir se aliaban o combatían con sus vecinos: reyes asturianos, carolingios o musulmanes. Las provincias vascongadas aparecen en la historia vinculadas a Castilla, a la que casi siempre vivieron unidas, mientras que Navarra, ocasionalmente ocupada por los musulmanes, estaba en relación con los francos, cuyos monarcas se disputaron Pamplona con los árabes, sin poderla dominar, dada la rebeldía de sus habitantes contra todos. Los vascones constituyeron un nuevo Estado hispanocristiano: el reino de Pamplona, originario del reino de Navarra, que llegaría a dominar en casi todos los reinos hispanos. Con Sancho Garcés I la historia de Navarra deja las brumas de la leyenda. Su contendiente era para ellos el reino de los Beni Casi de Zaragoza. En los siglos XI y XII los reyes de Castilla se anexionaron tierras que consideraban suyas, como la Rioja. De esta forma quedó cerrada para el reino de Navarra la ‘frontera de moros’, que ya no pudo tomar parte en la Reconquista al quedar ahogado entre Castilla y Aragón, razón por la que se apoyó en Francia para conservar su independencia.

REYES  DE  PAMPLONA

DINASTÍA  ÍÑIGA

Íñigo Arista (820 – 851/852). Caudillo vasco, considerado el primer rey tradicional de Pamplona. Se casó una vez y tuvo cuatro hijos.

García Iñíguez (851/852 – 870). Hijo del anterior. Se casó dos veces y tuvo cinco hijos. Tuvo un reinado muy difícil a causa de las luchas vecinales. Eran los tiempos en que Europa sufría el azote de los piratas normandos, ‘los lobos’, que con sus ágiles barcos remontaban los ríos y degollaban a cuantos caían en sus manos, incluso ancianos, inválidos y niños, y se complacían en incendiar los templos. En una de las incursiones que hacían los normandos por el norte de la Península, parece ser que secuestraron a García Iñíguez, que hubo de rescatarse por una enorme suma (859). Al año siguiente, el emir Mohamed I, en una expedición victoriosa, hizo prisionero a su hijo Fortún Garcés.  El rey pamplonés murió en una batalla.

Fortún Garcés (870 – 905). Hijo del anterior. Estuvo cautivo en Córdoba entre los años   860 y 882, de donde regresó muy mayor. Mientras, y hasta el año 882, hubo una regencia. Se casó una vez y tuvo cinco hijos. Liberó Pamplona de los musulmanes. Ya muy anciano, con más de ochenta años, fue destronado por Sancho Garcés I y se retiró al monasterio de Leyre.

DINASTÍA  XIMENA

Sancho Garcés I el Grande (905 – 925). Se cree que era hijo del noble vasco García Jiménez. Destronó a Fortún Garcés una vez eliminados los derechos de los hijos de este, derechos que recayeron en su nieta Toda, esposa de Sancho Garcés, con la que tuvo siete hijos. Con este monarca, que debió ser un jefe enérgico y audaz, la historia de Navarra deja las brumas de la leyenda. Fue derrotado por Abderrahman III en la batalla de Valdejunquera.

García Sánchez I (925 – 970). Hijo del anterior. Se casó dos veces y tuvo cinco hijos. Apoyó a Alfonso IV en sus luchas internas en León. Al casarse con la heredera del condado de Aragón, Andregoto Galíndez (madre de Sancho Garcés II), se unieron Aragón y Navarra.

Sancho Garcés II Abarca (970 – 994). Hijo del anterior. Se casó con Urraca, hija de Fernán González y tuvo cuatro hijos. Su hija Abda se casó con Almanzor. De esta unión nació Abderrahman Sanchol o Sanchuelo, que heredó a su padre en sus funciones en el califato.

García Sánchez II el Trémulo (994 – 1000). Hijo del anterior. Se casó una vez y tuvo dos hijos. Participó en la batalla de Calatañazor, consiguiendo con Bermudo II de León la victoria sobre los musulmanes.

Sancho Garcés III el Mayor (1000 – 1035). Hijo del anterior. Se casó una vez y tuvo cinco hijos. Gran político, sagaz y ambicioso, con él alcanzó su mayor poderío el reino de Navarra. Comenzó su reinado cuando España aún estaba aterrada por Almanzor; situación que decayó cuando en 1002 murió el caudillo musulmán, que coincidió con la decadencia del califato, origen de los reinos de taifas. El rey Sancho mostró escaso interés por la obra de la Reconquista. Agregó a sus Estados los condados de Sobrarbe y Ribagorza, y al morir asesinado el conde de Castilla, García Sánchez, el condado castellano pasó a su poder al estar casado con Munia, hermana mayor del conde muerto. Al apoderarse de León (1034), este gran rey de los vascones tomó el título de emperador, y con él se esbozó, aunque fugazmente, la unidad de España, de ahí que el obispo Oliva de Vich lo llamara ‘Santius, rex Ibericus’. Se alejó de la tradición visigoda y colocó a España en la corriente de la cristiandad, pues se sentía identificado con las corrientes e ideales que dominaban en el resto de Europa. Junto con el reino de León reunió un gran Estado que hubiera podido ser el núcleo reconquistador de la Península, pero seguidor de la tradición de las ideas feudales reinantes en Europa, antes de morir repartió sus dominios entre sus cuatro hijos. Este reparto supuso la aparición de dos nuevo reinos: el de Castilla a partir de su hijo Fernando y Aragón con el bastardo Ramiro. Una leyenda del siglo XII decía que el reparto lo hizo Sancho el Mayor para castigar a su primogénito García, que había acusado a la reina, su madre, de adulterio por no permitirle montar en un caballo propio del rey. La leyenda carece de base histórica, pues lo cierto es que el poder real se lo cedió a su primogénito García. Sancho el Mayor fue un gran legislador. Impulsó las peregrinaciones a Santiago, estimuló la reforma de los monasterios y favoreció la llegada de los cluniacenses, que trajeron la arquitectura románica.

García Sánchez III el de Atapuerca (1035 – 1054). Hijo del anterior. Se casó una vez y tuvo nueve hijos. Luchó en Atapuerca contra su hermano Fernando I por unas tierras de Castilla, en Burgos, donde fue derrotado y muerto, según unos por hidalgos leoneses que vengaban la muerte de Bermudo III; para otros se debió a un caballero navarro agraviado en su honor. La  batalla de Atapuerca  relegó al reino de Navarra a sus antiguas fronteras.

Sancho Garcés IV el de Peñalén (1054 – 1076). Hijo del anterior. Se casó una vez y tuvo tres hijos. Participó en la Guerra de los Tres Sanchos (I de Aragón y II de Castilla). Murió precipitado al vacío por su hermano Ramón desde la elevada roca de Peñalén. Su hijo García Sánchez (rey niño) fue desplazado por la nobleza, que le ofreció el reino a Sancho I de Aragón. Así se unieron ambos reinos hasta la muerte de Alfonso I el Batallador.

CASA  DE  ARAGÓN

Sancho V Ramírez (1076 – 1094). Desde 1063 también Rey de Aragón con el nombre de Sancho I. Hijo de Ramiro I, rey de Aragón. Se casó dos veces y tuvo cuatro hijos. Le tomó a los moros la plaza de Monzón. Murió en el sitio de Huesca herido por una flecha enemiga.

Pedro I (1094 – 1104). También rey de Aragón. Hijo del anterior. Se casó dos veces, la segunda con María, hija del Cid. Tuvo dos hijos (muertos niños). Continuó el sitio de Huesca, venció en Alcoraz al rey moro de Zaragoza y entró en la ciudad. Recobró Barbastro y otros territorios de Lérida. Amigo del Cid, le ayudó en Valencia.

Alfonso I el Batallador (1104 – 1134). También rey de Aragón. Hermano del anterior. Su única esposa fue Urraca, hija de Alfonso VI de Castilla y León. No tuvo hijos. Intervino en los asuntos de estos reinos donde encontró muchos obstáculos por parte de su esposa, de su hijastro y de los nobles que le eran hostiles. Harto de las luchas intestinas y de las liviandades de su esposa hicieron que se enajenara de Castilla y se dedicara a la Reconquista, que con él marca uno de sus momentos estelares. Venció al rey moro de Zaragoza en Valtierra, sitió la ciudad y más tarde se apoderó de ella. Además de Zaragoza se apropió de otras ciudades. En una incursión llevó más de diez mil mozárabes a repoblar tierras conquistadas. Derrotado en el sitio de Fraga, murió poco después. Legó sus reinos a las órdenes militares del Temple y del Hospital de San Juan de Dios de Jerusalén, testamento que, por absurdo, no se cumplió. A su muerte se separaron Aragón (Ramiro II) y Navarra (García Ramírez). (véase la página 22)

CASA  DE  NAVARRA  (RESTAURACIÓN)

García V Ramírez el Restaurador (1134 – 1150). Muerto Alfonso I el Batallador, los navarros se separaron de Aragón y proclamaron rey a García Ramírez, nieto de Sancho el de Peñalén y del Cid e hijo del infante Ramiro y de Cristina, hija del Cid. Se casó dos veces y tuvo cuatro hijos. Como el rey de Aragón se opuso a la separación de Navarra, se intentó una avenencia estableciendo en ambos reinos una singular monarquía dualista, en la que García sería el jerarca de los caballeros y jefe del ejército, mientras que Ramiro II sería el soberano del pueblo y de las ciudades. El convenio fue más bien motivo de discordia que de avenencia. El rey navarro se declaró vasallo de Alfonso VII el Emperador, que lo armó caballero, y como vasallo asistió a la coronación imperial del rey de Castilla en León. Murió en una cacería.

   REYES  DE  NAVARRA

Sancho VI el Sabio (1150 – 1194). Hijo del anterior. Se casó una vez y tuvo seis hijos. En 1162 dejó el título de rey de Pamplona y adoptó el de rey de Navarra. Realizó una gran labor legislativa repobladora. Luchó para impedir que Castilla y Aragón se repartieran Navarra, incluso después de aceptar las ideas imperiales de Alfonso VII. Al no poder contenerlos actuó igual que sus antecesores cuando las invasiones califales: se retiró a las montañas a esperar que se debilitaran al diseminarse para guarnecer las ciudades tomadas. Entonces les atacó y recuperó su reino. Aprovechó la minoría de Alfonso VIII para ocupar la Rioja y el norte de Castilla, vieja reclamación navarra. A fin de igualar su fuerza respecto a Aragón y Castilla, con deseos de repartirse Navarra, se alió con el rey de León cuando se separó de Castilla, cosa que el leonés le compensó con tierras. Esto hizo que Sancho se sintiera fuerte para atacar al rey de Aragón, aliado al de Castilla. Fue derrotado y forzado a devolver las tierras ocupadas.

Sancho VII el Fuerte (1194 – 1234). Hijo del anterior. Se casó una vez y parece que otra, pero no tuvo hijos. Es una de las figuras más interesantes del medievo español. Por su recelo hacia Castilla se afanó en buscar el contrapeso al poder de Alfonso VIII aliándose  con cristianos y musulmanes. Mientras, los almohades unificaron la España musulmana, lo que era un peligro para los reinos cristianos. Sancho de Navarra, en desacuerdo con los demás soberanos peninsulares, se alió con el califa cordobés, que poco antes había derrotado a Alfonso VIII de Castilla en Alarcos, pero el rey de Navarra, en su obsesión nacionalista vio que era la ocasión para obtener sus nunca olvidadas demandas, lo que le supuso ser excomulgado por el Papa (1197). El rey Sancho visitó al califa y volvió cargado de presentes, de ahí la leyenda de sus amores con una princesa africana. A su regreso, supo que el rey de Castilla, en represalia, había ocupado las provincias vascas. Después de un tiempo de desacuerdos con los demás, el rey navarro se olvidó de sus recelos y se entregó de lleno a la empresa colectiva de la Reconquista, donde ya se esbozaba la idea de España. De modo que acudió con sus tropas a la batalla de las Navas de Tolosa, donde cuenta la tradición que él rompió las cadenas que rodeaban la tienda del rey almohade. Luego realizó varias conquistas en la frontera valenciana. Ya mayor, muy obeso y con achaques, se recluyó durante muchos años en el castillo de Tudela. Como el rey Sancho no tenía descendencia parece ser que su heredero, Teobaldo de Champagne, hijo de su hermana Blanca, junto con señores navarros, pretendía destronar a su tío ‘el Encerrado’. Razón por la que el viejo rey adoptó la extraña decisión de concertar la mutua adopción con el joven monarca de Aragón, Jaime I, nombrando cada uno al otro sucesor de sus respectivas coronas, lo que equivalía a entregar Navarra a Jaime y excluir a Teobaldo. Pero este singular acuerdo no se llevó a cabo y Teobaldo heredó la corona. Desde su muerte y hasta el siglo XVI se sucedieron en Navarra una serie de dinastías extranjeras de señores que poseían inmensos dominios en Francia.

CASA  DE  CHAMPAGNE

Teobaldo I el Trovador (1234 – 1253). Conde de Champagne. Sobrino del anterior, hijo de Blanca, hermana de Sancho VII. Se casó tres veces y tuvo siete hijos. Fue un trovador y un caballero aventurero. Su famosa pasión, no correspondida, por Blanca de Castilla, la reina viuda de Francia, la reflejó en sus versos. Fue un entusiasta de la cruzada propuesta por el papa Gregorio IX a fin de rescatar los Santos Lugares. Para irse apaciguó el reino e hizo la paz con los demás monarcas. La cruzada, en la que Teobaldo luchó con gallardía y denuedo, resultó un fracaso. Cinco años más tarde regresó a Pamplona y poco después se marchó a Francia a resolver los problemas surgidos en sus dominios patrimoniales. Murió en Navarra.

Teobaldo II el Joven (1253 – 1270). Hijo del anterior. Se casó una vez y no tuvo hijos. En su minoría actuó como regente su madre, Margarita de Borbón, tercera esposa de su padre, la cual tuvo que defender el reino de la codicia de Castilla y de Aragón. Aprovechando la rivalidad entre aragoneses y castellanos, Margarita y luego Teobaldo aseguraron la estabilidad del reino navarro mediante tratados con Jaime I el Conquistador y Alfonso X el Sabio al que Teobaldo prestó homenaje. El joven rey también se sintió atraído por la corte francesa, los bellos castillos y los problemas de Europa. Allí quedó sometido al influjo del rey Luis IX el Santo, con una de cuyas hijas, Isabel, se casó. Durante el poco tiempo que estuvo en Navarra, Teobaldo fue un eficaz repoblador. Participó en la desastrosa cruzada a Túnez dirigida por san Luis. Muerto su suegro él logró una paz honrosa con los musulmanes.

Enrique I el Gordo (1270 – 1274). Hermano del anterior. Se casó una vez y tuvo dos hijos. En su breve reinado no hizo otra cosa que contener las ambiciones de Castilla y Aragón.

Juana I  (1274 – 1305). Hija del anterior. Casada con Felipe IV de Francia, tuvo siete hijos. Como aún era una niña fue regente su madre, Blanca de Artois. Durante la minoría de la reina niña se produce en Navarra, entregada a los grandes señores cuyos intereses estaban al otro lado de los Pirineos, un resurgimiento del espíritu nacional. Las discordias entre los nobles y los renovados intentos del rey castellano de dominar Navarra dieron lugar a que la regente se refugiase en Francia y de nuevo se entregara el reino navarro a la influencia francesa. En este momento decisivo, un movimiento ‘españolista’ provocó una violenta reacción antifrancesa que desembocó en una guerra civil encabezada por el bullicioso barrio de la Navarrería, con el apoyo de las tropas castellanas, ya que los navarros eran más afines al dominio castellano que al francés. Navarros y castellanos fueron derrotados por un gran ejército galo que tomó por asalto la Navarrería y redujo el barrio a escombros.

* Desde entonces el pequeño reino pirenaico - caracterizado por su espíritu hispánico, cabeza de España en tiempos de Sancho el Mayor - se convirtió en una dependencia de la monarquía de los Capeto, con los tres reyes que se sucedieron (1304 – 1329). Los navarros se vieron obligados a seguir las banderas de Francia en la guerra contra Aragón y en la injusta invasión de Cataluña. Esta situación produjo un fermento de guerra civil que explica los últimos años del reino navarro. Fueron precisas la robustez del reino y su recia solera hispánica para que Navarra conservara intactas su autonomía política y su poderosa personalidad histórica.

Luis I el Hosco o el Hutín, X de Francia (1305 - 1316). Hijo de la anterior. Se casó dos veces y tuvo dos hijos. Coronado en Pamplona pronto se marchó a Francia dejando el gobierno a dos lugartenientes. Luis I persistió en la política contra Aragón.

Juan I el Póstumo (1316). Hijo del anterior. Solo vivió cinco días, razón por la que le llamaron ‘el de los pocos días’.

* La muerte de Juan el Póstumo supuso que los dos siguientes reyes de Francia gobernaran Navarra como usurpadores, pues Luis I dejaba una hija, Juana, que no podía heredar la corona de Francia, donde regía la ley sálica, que excluía a las hembras del trono. Sin embargo, Juana era la heredera legítima de Navarra, donde seguía la tradición peninsular que permitía a las mujeres acceder al trono. Razón por la que fue proclamada reina trece años después.

Felipe I, V de Francia (1316 – 1322). Usurpador. Hermano del anterior.

Carlos I, IV de Francia (1322 – 1328). Usurpador. Hermano del anterior. A su muerte las Cortes de Pamplona proclamaron reina de Navarra a su sobrina Juana.

CASA  DE  EVREUX

Juana II (1328 – 1349). Hija de Luis I el Hosco. Su único esposo fue Felipe de Evreux con el que tuvo siete hijos. Con los Evreux, rama de la casa real francesa, Navarra, tantos años unida a Francia, recupera la iniciativa bajo una dinastía emprendedora y dinámica. Felipe de Evreux, el Noble, practicó la acertada política de unir el país a su dinastía. Con él las tropas de los navarros ayudaron a la toma de Algeciras, en cuyo penoso y dilatado asedio murió el rey.                      

Carlos II el Malo (1349 – 1387). Hijo de la anterior. Se casó una vez y tuvo ocho hijos. Hombre duro, inhumano a veces, que daba a su vesania un aspecto de justicia, pero el mote de malo se lo dieron los franceses por haber apoyado al rey de Inglaterra, siendo ‘malo’, esto es, felón y traidor hacia su soberano el rey de Francia. Era intrigante, sin escrúpulos, que llegó al crimen cuando así le convino: un rey con alma de aventurero en la Europa desdichada del cisma de Occidente, de las ‘compañías blancas’ y del triunfo de los bastardos. Como yerno de Juan II de Francia intervino activamente en la política gala, movido por engrandecer sus dominios franceses. Allí cometió toda clase de atropellos y felonías, incluso llegó a ordenar el asesinato del condestable de Francia. Debido a sus ausencias de Navarra cometió el error de nombrar gobernador del reino a un francés. Carlos II, feudatario de Francia, a base de astucia y mala fe procuró salir de la presión a que estaba sometido por sus poderosos vecinos: Pedro I de Castilla y Pedro IV de Aragón. La cuestión se complicó con la guerra civil en Castilla a causa del pretendiente Enrique de Trastámara. En 1363 pactó con Pedro I el Cruel la cesión de Logroño al navarro si este conseguía de Pedro IV que diese muerte a Enrique. Poco después Carlos II concertó con el rey de Aragón el reparto de Castilla. En 1364 se unió con el conde de Trastámara y después con Pedro el Cruel, quien a cambio de ayuda le ofreció Guipúzcoa, Álava y parte de la Rioja. Pero como seguían los acuerdos con Enrique, el monarca navarro  tuvo que salir del paso con acciones de la más refinada truhanería, logrando que el señor del castillo de Borja lo hiciera prisionero y lo retuviese durante el periodo crítico.

Carlos III el Noble (1387 – 1425). Hijo del anterior. Se casó una vez y tuvo ocho hijos, de los que los dos varones que nacieron murieron de muy corta edad. Su accidentado matrimonio con Leonor de Castilla dio lugar a que ella viviera mucho tiempo en su tierra donde era un elemento perturbador. Finalmente, la reina cedió a los consejos de su sobrino Enrique III y a los requerimientos de su marido y regresó a su hogar y a su corte. Carlos el Noble fue un buen rey, con una corte suntuosa, organizada al puro estilo francés, que para alojarla construyó los alcázares de Olite y Tafalla. El conjunto del alcázar de Olite, al estilo de las residencias campestres de Francia, es una síntesis del refinamiento centroeuropeo y del mudejarismo. Para esta y otras de sus obras monumentales trajo artistas franceses de todos los oficios de la construcción, que levantaron la catedral de Pamplona, la más bella obra del gótico francés de fines del siglo XIV. Es destacable su obra pacifista en la misma Navarra con el llamado Privilegio de la Unión, en virtud del cual los tres barrios rivales de Pamplona se unieron en una sola ciudad. Carlos III fue gran promotor de la cultura, precursor del Renacimiento y muy aficionado a la numismática. Muerta su hija primogénita sin hijos le sucedió su hija Blanca. De esta forma la casa de Trastámara, reinante en Castilla y Aragón, se instalaba en otro de los tronos peninsulares, secularmente vinculado a dinastías extranjeras.

Blanca (1425 – 1441) y Juan I de Navarra, II de Aragón (rey de hecho de Navarra de 1425 a 1479 y de Aragón de 1458 a 1479). Hija del anterior. La reina Blanca se casó en primeras nupcias con Martín de Sicilia con el que tuvo un hijo. Contrajo un segundo matrimonio con el infante don Juan de Aragón, hijo de Fernando I (elegido rey en el Compromiso de Caspe). Tuvieron cuatro hijos: Carlos, príncipe de Viana, y las infantas Juana (muerta niña), Blanca y Leonor. Don Juan, según la costumbre hispánica, obtuvo el derecho a compartir el trono con su esposa y titularse rey, razón por la que asumió las funciones reales. Además, la reina, dominada por su ambicioso y hábil marido, reforzó en su testamento los dudosos derechos de este al gobierno en caso de viudez, a la vez que recomendaba a su hijo que no tomase el título de rey en vida de su padre. Esto supuso que Navarra se reintegrara en la comunidad de los reinos cristianos peninsulares. La obsesiva injerencia de don Juan en los asuntos de Castilla (castellano de origen y nacimiento, era duque de Peñafiel) permitió al reino pirenaico, regido por su reina propietaria, algunos años de paz. En 1428 don Juan dejó Castilla y regresó a Pamplona, donde se celebró entonces la coronación de los reyes y la jura del primogénito Carlos con el título de príncipe de Viana. Don Juan intervino en los asuntos de Italia a lado de su hermano Alfonso V, y cuando este cayó prisionero en la batalla de Ponza se hizo cargo de la lugartenencia del reino de Aragón. El drama de Navarra se produjo con la muerte de la reina (1441), que enfrentó a don Juan, decidido a conservar el gobierno del reino, y a su hijo, el rey legítimo Carlos IV, aunque nominal de 1441 a 1461, ya que las Cortes no habían aprobado el testamento de la reina. Posiblemente el conflicto se hubiera evitado ya que el príncipe no tenía apetencias de gobierno si no fuese porque Navarra estaba dividida en dos bandos rivales que se combatían con encono: agramonteses, partidarios del rey, y beamonteses, que seguían al príncipe. Después de varios años y múltiples sucesos el rey venció y se avino a una concordia con el príncipe que luego este no respetó, por lo que don Juan lo desheredó junto con su hermana Blanca, partidaria de Carlos, y nombró heredera a Leonor, su hija preferida. El vencido príncipe se expatrió a París, Nápoles y Mallorca para instalarse finalmente en Barcelona, donde contaba con la entusiasta adhesión de los catalanes, lo que era peligroso para su pérfido padre, que, después de recibir a su hijo paternalmente y convivir con él en Barcelona, lo atrajo a Lérida, donde lo hizo prisionero. Tal desafuero y la negativa del rey a liberarlo supuso la terrible sublevación de Cataluña, pues el príncipe Carlos era el lugarteniente del reino y delegado real. El rey sofocó la insurrección con muchos apuros. Meses después murió el príncipe, según se dijo por haberlo envenenado su madrastra, aunque otros autores estiman que murió tuberculoso. El rey había contraído segundas nupcias con Juana Enríquez, hija del almirante de Castilla, de cuyo matrimonio nació Fernando el Católico. Para los catalanes el príncipe Carlos era un mito, al que consideraban santo, incluso haciendo milagros. Le sucedió su hermana Blanca II, reina titular nominal de 1461 a 1464.

CASA  DE  FOIX

Leonor (1464 - 1479). Hija de los dos anteriores. Su único esposo fue el conde Gastón de Foix con el que tuvo once hijos. Fue reina nominal hasta 1479, año en que murió su padre, Juan II, rey de hecho de Navarra de 1425 a 1479. Como se ha visto, el rey Juan II desheredó a sus hijos Carlos (muerto en 1461) y a Blanca, y nombró heredera a su hija Leonor, que fue una usurpadora, pues la reina legítima era su hermana Blanca (la esposa repudiada por Enrique IV de Castilla), a la que desposeyó y apresó. Esta princesa, que tanto había codiciado la corona, tuvo un reinado muy breve, ya que murió en el mismo año que su padre.

Francisco I el Febo (1479 – 1483). Nieto de la anterior. Hijo de Gastón de Foix, príncipe de Viana. Subió al trono ayudado por los agramonteses, siendo su madre la regente. Poco después moría el monarca, cuando tenía catorce años.

Catalina (1483 – 1512). Hermana del anterior. Su único esposo fue Juan de Albret con el que tuvo doce hijos. Últimos soberanos privativos del reino de Navarra, botín codiciado por Francia y Castilla, que subsistía por el recelo de las dos potencias. Aún perduraba la guerra civil entre agramonteses y beamonteses, donde Fernando el Católico (tío abuelo de Catalina) hacía de árbitro. En el conflicto bélico entre la Liga Santa y Francia, los reyes navarros siguieron una conducta equívoca en momento tan crítico de la cristiandad. El rey Católico, que formaba parte de la Liga, presionó a los reyes navarros para lograr su neutralidad, pero estos se dejaron de rodeos y se obligaron con el rey de Francia a prohibir el paso por Navarra a las tropas de don Fernando y declarar la guerra a los ingleses, prefiriendo ser vasallos del francés y conservar sus dominios en Francia antes que mantener su reino peninsular, siempre desdeñado por las dinastías francesas. Así las cosas, un ejército castellano pasó la frontera el 21 de julio de 1512 y cuatro días después se rindió Pamplona. El duque de Alba, ayudado por los beamonteses, dominó el reino en quince días. Luis XII intentó reparar el daño causado a los Albret, pero en noviembre siguiente retiró sus tropas. El duque de Alba comunicó a las Cortes en Burgos que el rey Fernando era dueño de la Navarra peninsular. Poco después el mismo rey, creyendo que era lo justo, declaró que unía su conquista a la corona de Castilla.

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ARAGÓN

A la vez que en Navarra, alboreaban en el Pirineo central pequeños núcleos autónomos de los que apenas se tienen datos fehacientes: Aragón, Sobrarbe, Ribagorza y Pallars, los cuales se extendían desde Navarra hasta Gerona. Estos pequeños núcleos quedaron fuera de la conquista musulmana y estaban bajo la influencia carolingia a través de los condes de Tolosa.  En esta zona pirenaica la dinastía franca carolingia, para proteger su frontera meridional de los posibles ataques de los musulmanes, ocuparon tierras y se tienen noticias de que hacia el año 800 organizaron el condado de Aragón en los valles de Ansó, Echo (o Hecho), Aragón y Majones, entre los ríos Aragón y Echo (o Hecho), gobernado por un magnate carolingio autóctono llamado Oriol (fallecido en el año 809) y otros autóctonos también dependientes de los reyes francos, que tuvieron su capital en Jaca en el siglo IX. Mientras Sobrarbe entró en la órbita de Navarra con Sancho Garcés I en el siglo X, los condados de Ribagorza y Pallars se incorporaron a Navarra en el siglo XI. Con estos territorios formó Sancho el Mayor el reino de Sobrarbe, que heredó su hijo Gonzalo, y cuando este fue asesinado pasaron a formar parte de Aragón (1037). El reino de Aragón fue fundado por Sancho el Mayor de Navarra para su hijo bastardo Ramiro, que comprendía el pequeño territorio entre los ríos Aragón y Gállego.

CONDES  Y  CONDESA  AUTÓNOMOS

* La cronología de algún conde puede variar, no es segura.

Aznar I Galíndez (809 – 820). A la muerte de Oriol los carolingios lo designaron  para gobernar el territorio. Se casó una vez y tuvo cuatro hijos. Con Aznar I Galíndez surge la dinastía de los condes aragoneses. Su conquista de Jaca fue el nacimiento del condado de Aragón, que había de ser signo de un grande y glorioso reino.

García I Galíndez el Malo (820 – 833). Hijo del conde Galindo Belascotenes. Se casó con una hija de Aznar I y mató a su cuñado Centulfo. Repudió a su esposa para casarse con una hija de Íñigo Arista, rey de Pamplona, con la que tuvo un hijo, Galindo Garcés. Según la tradición mató a su cuñado Centulfo porque este y su hermano Galindo Aznárez le gastaron una broma y lo encerraron en una casa la noche de San Juan. Íñigo Arista le proporcionó un pequeño ejército con el que depuso a su suegro, Aznar I Galíndez, usurpando así el gobierno de Aragón (820). En 824 ayudó a Íñigo Arista contra una expedición franca en Navarra, con la ayuda de los Banu Qasi (muladíes del valle medio del Ebro), los francos fueron derrotados. Según algunas fuentes, en el año 833 dejó el gobierno del condado a su hijo Galindo Garcés.
 Galindo Garcés (833 – 844). Hijo del anterior. Se casó una vez y no tuvo hijos. Fundó el monasterio de San Pedro de Siresa. A su muerte el condado regresó a la dinastía depuesta.

Galindo I Aznárez (844 – 867). Hijo de Aznar I Galíndez. Bajo su gobierno se dieron los primeros pasos para la independencia del condado de Aragón, dependiente de los carolingios. Hacia el años 820, tras la usurpación del condado aragonés por su cuñado García el Malo, marchó con su familia a Tolosa donde fue acogido por su conde. Años después fue encargado de repoblar el valle del Echo (o Hecho). Se le atribuye la fundación del monasterio de Siresa. Desasistido por los francos, debido a la creciente descomposición del imperio carolingio, vinculó su familia a sus tierras, encaminándose así Aragón a ser un reino independiente.

Aznar II Galíndez (867 – 893). Hijo del anterior. Se casó una vez y tuvo tres hijos. Consiguió la paz con sus vecinos a base de una hábil política matrimonial.

Galindo II Aznárez (893 – 922). Hijo del anterior. Se casó dos veces y tuvo tres hijos. Patrocinó el golpe de Estado de Pamplona (905) del que resultó el cambio de la dinastía de Íñigo Arista por la de Ximena más favorable a los intereses de Aragón.

Andregoto Galíndez (922). Hija del anterior. Se convirtió en reina al casarse con García Sánchez I, rey de Pamplona, aportando como dote el condado de Aragón que se unió a Navarra. Tuvo tres hijos. Separada de su marido (943), se retiró a sus posesiones navarras de Aybar, donde murió hacia el año 972. Fue madre de Sancho Garcés II Abarca, rey de Pamplona y conde de Aragón. (véase la página 15.)

REYES  DE  ARAGÓN

Ramiro I (1035 – 1063). Primer rey privativo de Aragón. Hijo natural de Sancho III el Mayor de Navarra y de Sancha de Aybar, que había sido tutora de este. Se casó dos veces y tuvo cinco hijos. Al morir su padre en el año 1035 recibió el condado de Aragón, sometido jurídicamente a la autoridad de su hermanastro García Sánchez III de Navarra. Sin embargo, enseguida adoptó el título de rey, actuando de hecho como soberano independiente. En el año 1038, tras la muerte de su hermanastro Gonzalo, incorporó a sus dominios los condados de Sobrarbe y Ribagorza. En el año 1043 se sublevó contra su hermanastro García Sánchez III, y en coalición con los reyes musulmanes de la zona, avanzó sobre Tafalla donde fue derrotado, firmándose la paz entre los dos hermanos. El pacto incluyó que García Sánchez aceptara a Ramiro como rey de Aragón a cambio de la devolución de varias plazas. En 1063 Ramiro I invadió el reino de Zaragoza y se apoderó de algunas tierras, pero como el rey de Zaragoza era vasallo del rey castellano, recibió el auxilio del infante Sancho, heredero de Castilla, y ambos derrotaron al rey aragonés, que murió en el asedio por un lanzazo en la frente que le asestó un soldado musulmán disfrazado de cristiano.
                                     
Sancho I Ramírez (1063 – 1094). Hijo del anterior. Se casó dos veces y tuvo cuatro hijos. Para consolidar el joven reino de Aragón, en 1068 viajó a Roma y se declaró vasallo del Papa. Este vínculo le significó el pago de un tributo anual de 600 marcos en oro al papado. Al morir su primo Sancho Garcés IV, asesinado en Peñalén, fue designado rey de Pamplona con el nombre de Sancho V Ramírez (1076), ya que los navarros no aceptaron a Ramón, hermano del asesinado, por considerarlo el fratricida. Una de las acciones más decisivas de su reinado fue la concesión del Fuero de Jaca, que le otorgaba el rango de ciudad y la convertía en capital del reino de Aragón. En sus avances hacia el sur, rumbo a tierra llana, buscando la línea del Ebro, le tomó a los moros Barbastro (1065) y Monzón. Quiso tomar Huesca para no dejar enemigos a la espalda, pero murió en el sitio tras ser herido por una flecha.

Pedro I (1094 – 1104). También rey de Pamplona. Hijo del anterior. Se casó dos veces y tuvo dos hijos, muertos antes que el padre. Ayudó a su padre en las labores de gobierno cuando este lo nombró rey de Sobrarbe y Ribagorza (1085). Continuó el asedio de Huesca y venció en Alcoraz al rey moro de Zaragoza, lo que le permitió entrar en la ciudad. El reinado de Pedro I significó la expansión de Aragón en sus tramos central (sierra de Alcubierre) y oriental (Monegros). Amigo y aliado del Cid Campeador, señor de Valencia, le ayudó en la batalla de Bairén (1097) derrotando a los Almorávides, que trataban de recuperar Valencia, Más tarde tomó Barbastro e intentó tomar Zaragoza y otros territorios de la zona de Lérida. Consolidó la supremacía militar de las tropas cristianas sobre las musulmanas.

Alfonso I el Batallador (1104 – 1134). También rey de Pamplona. Hermano del anterior. Su única esposa fue doña Urraca, reina de Castilla y León. Alfonso VI, su suegro,  consideraba a Alfonso I el único capaz de mantener su idea imperial. Cualidades tenía, pero tropezó con serias dificultades en su intervención en los asuntos de Castilla y León. En primer lugar, las desavenencias con su esposa, mujer inteligente y enérgica, voluble y egoísta, frívola y caprichosa, incapaz de secundar los planes de su marido; por otro lado, el poder creciente de su hijastro Alfonso Raimúndez y los suyos desde la pequeña corte gallega, junto con la actitud hostil de una parte de la nobleza por su inclinación a los caballeros de Aragón. Tal situación se complicó cuando Roma declaró nulo el matrimonio por el parentesco de los reyes. Tantas luchas intestinas, donde la reina unas veces estaba a favor del rey y otras de su hijo, más el cansancio que le producían las liviandades de ella (amancebada con un conde y con hijos fuera del matrimonio), hicieron que el rey se enajenara de Castilla (1114) y no la volviera a pisar, dedicándose a la Reconquista, que con él marca uno de sus momentos culminantes. Venció al rey moro de Zaragoza en Valtierra, sitió la ciudad y más tarde se apoderó de ella (1118) y de otras ciudades. Intentó liberar a los mozárabes oprimidos en Andalucía, para lo que llevó a cabo una osada expedición al corazón de los dominios musulmanes (1125 – 1126). Partió de Zaragoza y por el levante peninsular, Lorca, Vera, valle del Almanzora, llegó hasta Lucena (aquí obtuvo un gran triunfo) y Córdoba, desde donde regresó con más de diez mil mozárabes para repoblar tierras conquistadas; aunque en esta incursión no aumentó los límites de su reino. Derrotado en el sitio de Fraga (1134), murió poco días después en una tienda de campaña. Alfonso I engrandeció y organizó el reino de Aragón, donde desarrolló una importante actividad legislativa. Como no dejó herederos, legó sus reinos a las órdenes militares de los templarios y hospitalarios de San Juan de Dios, testamento que, por absurdo, no se cumplió. A su muerte se separaron Aragón (Ramiro II) y Navarra (García Ramírez IV).

Ramiro II el Monje (1134 – 1137). Hermano del anterior. Monje benedictino y obispo de Pamplona y de Roda de Isábana (1134). A la muerte de su hermano Alfonso fue elegido rey de Aragón por la asamblea de Jaca, mientras que los navarros eligieron a García Ramírez. Los dos reyes entraron en guerra, que aprovechó Alfonso VII de Castilla, el cual, alegando derechos de sucesión, penetró en Aragón y entró en Zaragoza, titulándose rey, pero al poco abandonó y se conformó con una especie de vasallaje. El Papa dispensó a Ramiro para que se casara con Inés de Poitiers, de la que tuvo su única hija, Petronila, a la que con menos de dos años desposó con el conde Ramón Berenguer IV, que tomó el nombre de príncipe de Aragón. Ramiro II renunció al trono en favor de su yerno y se retiró a un monasterio. De su reinado es la leyenda de la campana de Huesca, la cual dice que debido a los problemas que tenía el rey con los nobles, envió un emisario a su antiguo maestro del monasterio para pedirle consejo. Este llevó al emisario al huerto y cortó las cabezas de las coles más sobresaliente, y le indicó al mensajero que dijera a su señor que así debía proceder. Entonces el rey, con el pretexto de construir una campana, reunió en Huesca a los nobles rebeldes y los decapitó.

Petronila (1137 – 1162). Hija del anterior. Con menos de dos años su padre la desposó con Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona, que frisaba en los treinta y cinco años (1137), el cual gobernó en nombre de su mujer con el título de príncipe de Aragón. La boda se celebró trece años después y tuvieron cinco hijos. Con esta boda se unieron el reino de Aragón y el condado de Barcelona, quedando así constituida la Corona de Aragón. Ramón Berenguer murió en 1161 dejando a su primogénito Ramón todos sus reinos y señoríos, excepto el legado hecho a su segundo hijo, Pedro. Poco después, en 1162, la reina, que no contrajo un segundo matrimonio, convocó Cortes Generales en Huesca, aprobó todas las disposiciones de su difunto esposo y abdicó sus derechos en su hijo Ramón, a quien hizo llamar en adelante Alfonso. Así quedó definitivamente afianzada la unión catalanoaragonesa.

REYES  DE  LA  CORONA  DE  ARAGÓN

  La unión de Aragón y Cataluña vigorizó la monarquía y fue fecunda y pródiga en bondades para todos. Contribuyó al poderío militar y mercantil de Aragón; abrió horizontes comerciales a Cataluña y la dotó de medios de defensa para asegurar su independencia. Además aportó un nuevo aliento para la Reconquista y supuso un nuevo ariete de la cristiandad contra el Islam.

Alfonso II el Casto (1162 – 1196). Hijo de la reina Petronila y de Ramón Berenguer IV. Se casó una vez y tuvo nueve hijos. Su madre le cambió el nombre de Ramón Berenguer por el de Alfonso. Su minoría de edad fue breve y difícil. Heredó la Provenza de su primo Ramón Berenguer y después amplió su poderío con el Rosellón. Ayudó a Alfonso VIII en la toma de Cuenca, liberándose así del vasallaje con el rey castellano. Ambos reyes fijaron los límites de las tierras a reconquistar, de manera que Valencia quedaba para Aragón y el resto para Castilla (Tratado de Cazorla). Alfonso II reconquistó las villas de Caspe y Alcañiz y aseguró Teruel como avanzada contra los musulmanes de Valencia. Cultivó la poesía provenzal. Repartió sus dominios entre sus hijos Pedro y Alfonso; al primero le dejó Aragón y Cataluña y al segundo algunos condados ultrapirenaicos, además de la Provenza.

Pedro II el Católico (1196 - 1213). Hijo del anterior. Se casó una vez y tuvo un hijo. Pedro II no estaba bien dotado para dominar la complejidad de sus Estados. Al serle necesario el apoyo papal para implantar en el Mediterráneo un poder que protegiera el comercio de Cataluña, el rey se declaró censatario de la Iglesia y el Papa, cuya amistad buscó siempre, le coronó en Roma. Durante este reinado el Papa organizó una cruzada contra los albigenses (herejes del sur de Francia) dirigida por el conde Simón de Monfort, rival del rey aragonés. Pedro II tomó parte en la batalla de las Navas de Tolosa. Auxilió a sus vasallos por los excesos de Simón de Monfort y murió en la batalla de Muret.

Jaime I el Conquistador (1213 – 1276). Hijo del anterior. Se casó dos veces y tuvo once hijos. A la muerte de su padre era un niño, siendo azarosa y anárquica su minoría. Después de la regencia del conde Sancho, hijo de Ramón Berenguer IV, un consejo de nobles gobernaba en nombre del rey, lo que dio lugar al predominio de la alta nobleza y a conflicto entre ellos. No contaba aún diez años y Jaime I intentaba gobernar por sí mismo, lo que entusiasmó a sus vasallos. Conquistó las islas Baleares, logrando así la seguridad marítima. Con la conquista de Valencia y otras ciudades, Jaime I completó la reconquista del levante, expansión lógica de Aragón y de Cataluña. Su última gran hazaña fue su generosa ayuda a los castellanos, para los que tomó el sublevado reino de Murcia, sin contar con la anuencia de las Cortes. Fue don Jaime uno de los grandes monarcas de la Reconquista, que con él alcanzó momentos de verdadera grandeza. En cambio, apenas tuvo aciertos en la acción de gobierno. Su política interior fue, en general, desatinada, con el influjo de su mujer, doña Violante, y las revueltas de la nobleza. Concertó con el rey de Castilla los límites de la reconquista (Tratado de Almizra) y lo mismo hizo con el rey francés (Tratado de Corbeil) respecto a las apetencias de cada uno en el reino del otro. Intentó una cruzada a Tierra Santa que fracasó por desidia. Repartió sus dominios entre sus dos hijos: a Pedro le dejó la Corona de Aragón y a Jaime el reino de Mallorca y otros condados. El gran rey murió en Valencia, amargado por las discordias entre sus hijos.

Pedro III el Grande (1276 – 1285). Hijo del anterior. Su única esposa fue Constanza de Suabia, hija del rey de Sicilia, con la que tuvo seis hijos. Debido a las luchas entre el papado y el Imperio, el Papa entregó el reino de Sicilia al francés Carlos de Anjou, que derrotó y dio muerte al rey siciliano. Lo mismo hizo con un sobrino de este, que subió al cadalso. Así acabó en Sicilia la Casa de Suabia. Los sicilianos, disconformes con el dominio francés, le pidieron ayuda a Pedro III que, tras la insurrección de las vísperas sicilianas, se apoderó de Sicilia y se coronó rey (1282 – 1285). Por este hecho el papa Martín V excomulgó a Pedro III y adjudicó sus dominios a un hijo del rey de Francia. Entonces el rey se atrajo a la nobleza, reacia a la empresa de Sicilia, otorgando a los aragoneses el Privilegio general y a los catalanes les ratificó los Usatges. Atacado por los franceses, fueron derrotados por la escuadra de Roger de Lauria. Antes de morir, Pedro III le pidió al Papa la absolución por la excomunión y le expresó su intención de devolver Sicilia.

Alfonso III el Liberal (1285 – 1291). Hijo del anterior. Se casó una vez y no tuvo hijos. Heredó los reinos de Aragón, Cataluña y Valencia y su hermano Jaime el de Sicilia. El rey Alfonso recogía una terrible herencia, con serios problemas a los que debía enfrentarse: el reino estaba enemistado con los fronterizos, en entredicho por la Santa Sede y arruinado por las guerras. Hubo de otorgar a la ‘Unión’ de nobles aragoneses el Privilegio de la Unión, con las condiciones más exorbitantes ‘a que jamás ha sido sometido príncipe alguno’. En esas condiciones defendió las fronteras, le arrebató Mallorca e Ibiza a su tío Jaime II y Menorca a los musulmanes. Además firmó la paz con el Papa y con Francia aceptando devolver Sicilia. No cabe, ciertamente, gestión más provechosa en tan breve tiempo.

Jaime II el Justo (1291 – 1327). Hermano del anterior. Se casó cuatro veces y tuvo diez hijos. Era hombre de gran talento, hábil gobernante y astuto diplomático. Extremó la política pacifista de su hermano, le dio un cambio radical a la política exterior aragonesa e intervino activamente en la política peninsular. Restableció la autoridad real y su trato pacífico con señores y pueblo motivó que tuviera las manos libres para su complicada política exterior. Volvió al antiguo ideal de la Reconquista y su continuación en el norte de África. Sentía el ideal español, consideraba a España como patria común de los que vivían en ella y se sentía  compatriota de los demás reyes cristianos. Heredó el reino de Sicilia, que se negó a entregar a raíz del pacto de su padre, lo que supuso la guerra con Francia. Jaime II renunció a Sicilia y el Papa lo compensó en secreto con la promesa de la concesión de Córcega y Cerdeña (T. de Anagni). Acrecentó sus territorios con la anexión de Murcia, se apoderó de Alicante y otras ciudades levantinas; además aseguró la posesión del valle de Arán. Fundó la orden militar de Montesa, de tan grandes servicios prestados, y creó el Estudio General de Lérida, que representaba la autonomía universitaria de la corona de Aragón. De su reinado es, aunque con escasa intervención del rey, el episodio de la venganza catalana, cuando un contingente de caballeros y almogávares fueron en ayuda del imperio bizantino al mando de Roger de Flor.

Alfonso IV el Benigno (1327 – 1336). Hijo del anterior. Se casó dos veces y tuvo nueve hijos. Intervino en los asuntos peninsulares, influenciado por su esposa  Leonor de Castilla. Hizo frente a la sublevación endémica de Cerdeña y a la guerra contra la señoría de Génova; guerra que afianzó su poderío naval. Hizo frente y pacificó a los moros de la zona fronteriza de Elche. El monarca tuvo problemas internos a causa de su heredero Pedro y las exigencias de la reina Leonor en beneficio de sus hijos Fernando y Juan, que llevó al rey a vulnerar el estatuto de Daroca. Tal acción hizo reaccionar violentamente a los aragoneses, lo que dio lugar a la bella escena en la que Guillén de Vinatea recordó al monarca la teoría aragonesa de que el rey, como hombre, no era más que sus vasallos y como rey había de estar al servicio de sus vasallos. Dice la crónica que esto no agradó a la reina Leonor, la cual adujo que tal altivez no sería tolerada por su hermano Alfonso XI, a lo que el rey le contestó que su pueblo era más libre que el de Castilla. Antes de la muerte del rey, la reina y sus hijos se marcharon a Castilla huyendo de su hijastro Pedro, heredero de la corona.

Pedro IV el Ceremonioso o el del Punyalet (1336 – 1387). Hijo del anterior. Se casó cuatro veces y tuvo diez hijos. Su corte era la más brillante de Europa y era muy exigente con la etiqueta, de ahí el primer mote. Era inteligente y astuto, ambicioso y capaz, enérgico y osado, frío y cruel, siempre cumplidor de su deber. Acudió a todos los medios para aumentar su poderío. Incorporó Mallorca y el Rosellón a sus Estados. Restauró la autoridad real, que supuso paz, prosperidad y bienestar en sus reinos, para lo que sostuvo una violenta guerra contra las noblezas de Aragón y Valencia, de las que hubo de soportar insolencias personales y aguantar atropellos, pero al fin venció a la Unión aragonesa en la batalla de Épila, y rasgó con un puñal el documento que contenía sus privilegios, de ahí lo de punyalet. También apaciguó a los revoltosos de Valencia e hizo beber a algunos el metal fundido de la campana con que convocaban sus reuniones. Protegió la cultura y fue un entusiasta de la lectura. Muy aficionado a la cultura helenista, se procuraba traducciones de autores griegos. Frecuentaba el trato con eruditos y poetas. Su obra política fue gigantesca.

Juan I el Cazador (1387 – 1396). Hijo del anterior. Se casó tres veces y tuvo seis hijos, de los que logró sólo dos hijas que se casaron con extranjeros. Dejó el gobierno a Violante, su tercera esposa. Tuvo una corte fastuosa, estilo francés, no en balde sus dos primeas esposas fueron francesas. Fue protector de las letras e inició el Renacimiento en sus dominios. Su pasión por la caza le ocasionó la muerte, ya que en una cacería cayó violentamente del caballo, espantado, al parecer por la aparición de una gran loba, muriendo en el acto.

Martín I el Humano (1396 – 1410). Hermano del anterior. Se casó dos veces y tuvo cuatro hijos (fallecidos en vida del rey) con María de Luna, su primera esposa. Fue de gran beneficio para sus súbditos que la reina, una señora excepcional (inteligente, austera, culta y muy religiosa), se ocupara de la gobernación de los reinos ante las largas ausencia del rey, ocupado en Sicilia y Cerdeña. Habiendo sido la gran preocupación de la reina la situación de los payeses catalanes, en virtud de los ‘malos usos’ de sus señores, algo tan duro que ya dañaba la sensibilidad de la época. Motivado por sus ideas liberadoras, el rey protegió a las clases desvalidas. También protegió a Benedicto XIII, Papa ilegítimo del Cisma de Occidente, pariente suyo. Martín I fundó la Universidad de Barcelona. Al morir en 1409 su único hijo Martín, rey de Sicilia, Martín I se quedó sin sucesión legítima y murió sin designar heredero.

* Interregno (1410 – 1412). Al no haber designado heredero el rey Martín aparecieron  varios aspirantes. Una junta formada por tres delegados de cada reino (Aragón, Cataluña y Valencia), entre los que destacaba san Vicente Ferrer, se reunió en Caspe (villa de Zaragoza). Al cabo de maduras deliberaciones, los delegados solventaron la cuestión con seis votos (tres de Aragón, dos de Valencia y uno de Cataluña) a favor del infante de Castilla Fernando de Antequera, hijo de Juan I y de Leonor, hermana del finado rey Martín. Se trataba de un infante con buenas cualidades, demostradas cuando fue regente de Juan II de Castilla. El Compromiso de Caspe es un magnífico y singular ejemplo de madurez política de los Estados de la Corona de Aragón. Pocas veces se ha afrontado un problema de esa magnitud con tanta honradez y alteza de miras. Con esta elección y la de Juan II en Navarra, todos los reinos hispánicos estaban gobernados por miembros de casas bastardas.

CASA  DE  CASTILLA  (TRASTÁMARA)

Fernando I el de Antequera (1412 – 1416). Sobrino de Martín I e hijo de Juan I de Castilla, fue elegido rey en el Compromiso de Caspe. Se casó una vez y tuvo siete hijos. Su breve reinado se vio perturbado por don Jaime, conde de Urgel, que no aceptó el acuerdo de Caspe. Le ofreció prebendas que no aceptó, por lo que hubo de derrotarlo en el campo de batalla. La cristiandad deseaba acabar con el cisma de la Iglesia, dividida con tres papas que se tenían por legítimos: Juan XXII, Gregorio XII y Benedicto XIII. Los dos primeros renunciaron, pero Benedicto XIII (el aragonés Pedro Martínez de Luna) se negaba, de ahí que se utilizase el influjo del rey para lograr la renuncia del papa Luna. Situación penosa para él, agradecido al pontífice por haber sido su valedor en Caspe. Tras varias entrevistas nada consiguió del terrible y obstinado anciano. Ante tal situación, y por consejo de san Vicente Ferrer (confesor de este Papa), se apartó de la obediencia del papa Luna. Dada su poca salud murió muy joven, en Igualada, cuando se dirigía de Cataluña a Castilla.

Alfonso V el Magnánimo, I de Nápoles (1416 – 1458). Hijo del anterior. Se casó una vez y no tuvo hijos legítimos. Siendo castellano, y con veintidós años, se identificó con los ideales de aragoneses y catalanes. Siguió la política de favorecer la unidad de la Iglesia y reconoció al papa Martín V. Respecto al papa Luna, que residía en Peñíscola, dada la gratitud que le tenía optó, en contra de la jerarquía eclesiástica, por esperar a que el anciano falleciera. Practicó una política mediterránea de altos vuelos para aumentar su prestigio y alcanzar la hegemonía marítima. Debido a los agravios de los genoveses al comercio de Cataluña, acertó con intervenir en Italia, dividida y anárquica, pero era el escenario del mundo. La toma de Cerdeña aumentó el prestigio del rey. La reina Juana II de Nápoles, mujer pérfida y disoluta, le ofreció la sucesión en su reino a cambio de ayuda, así lo hizo el aragonés pero la soberana no cumplió y le dejó la corona a un Anjou, por lo que Alfonso V intentó apoderarse del reino, pero fue vencido y apresado. Al verse libre un año después continuó la conquista y se apoderó de Nápoles, siendo reconocido como rey. Allí permaneció hasta su muerte. Mientras, los reinos de la Corona de Aragón estuvieron bien gobernados por su esposa, la buena reina Maria de Castilla. El rey protegió a los literatos y fue un gran impulsor del Renacimiento.

Juan II de Aragón y I de Navarra (Navarra: 1425 – 1479 y Aragón 1458 – 1479). Hermano del anterior. Hombre inteligente y enérgico, desprovisto de escrúpulos, amante de las buenas letras. Se casó con la reina Blanca de Navarra con la que tuvo cuatro hijos: Carlos, príncipe de Viana, y las infantas Juana (muerta niña) Blanca y Leonor. Según la costumbre hispánica, don Juan compartió el trono de Navarra con su esposa, siendo rey de hecho de los navarros, razón por la que ejerció las funciones reales. Asimismo, obtuvo de su esposa ciertos derechos sobre el gobierno navarro en caso de viudez, por lo que la reina Blanca recomendaba a su hijo Carlos que no tomara el gobierno de Navarra en vida de su padre. El rey, castellano de origen y nacimiento (duque de Peñafiel), intervino activamente en los asuntos de Castilla, donde fue rival de su hermano Enrique y feroz enemigo de don Álvaro de Luna, privado de Juan II de Castilla. La muerte de la reina en una romería originó el grave conflicto de Navarra que enfrentó al padre y al hijo, ya enfrentados por los asuntos de Castilla. Juan II se empeñó en conservar el gobierno frente a su hijo Carlos, legítimo rey de Navarra. (Sobre lo sucedido entre el príncipe de Viana y Juan II en Navarra, véanse las páginas 19 y 20.) Por la muerte del príncipe de Viana tuvo que hacer frente a una terrible rebelión de Cataluña que el rey dominó con apuros. El monarca contrajo segundas nupcias, ahora con Juana Enríquez (con ella tuvo cuatro hijos), hija del almirante de Castilla, mujer de gran inteligencia, para muchos de mala condición, de la que se dijo que había envenenado al príncipe de Viana para beneficiar a su hijo Fernando. Pero la jugada maestra de Juan II fue la boda de su hijo Fernando con Isabel de Castilla, que unieron las coronas de Castilla y Aragón.

Fernando II (V de Castilla) el Católico (1479 –1516). Hijo del anterior. Casado con Isabel I de Castilla, la Católica. Pasaron a la historia como los Reyes Católicos. Con ellos se considera finalizada la Edad Media y comienzo de la Edad Moderna.
                                                           
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CATALUÑA

Salvo las altas regiones occidentales (Cerdaña, Urgel y Pallars), el territorio catalán fue dominado por los musulmanes, que pasaron el Pirineo y sometieron gran parte de la región sudoriental francesa. Carlomagno inicia la expansión de los francos por los territorios hispanos. Después del fracaso de Roncesvalles (778), Carlomagno encargó a los condes de la frontera (marqueses) la conquista de Gerona, cuyo gobierno confió a un conde franco. Así se pusieron las bases de la Marca Hispánica, que ampliaba el dominio francés y servía de valladar a los musulmanes. Ludovico Pío tomó la ciudad de Barcelona (801), convertida en el centro del dominio franco en España, y que recibió de Carlomagno excepcionales privilegios. A comienzos del siglo IX existían en la Marca Hispánica varios condados dependientes del reino franco, entre ellos el de Barcelona. Se saben los nombres de varios condes de Barcelona, que aprovecharon el declive de los francos para gobernar como autónomos.

CONDES  AUTÓNOMOS

Wifredo I el Velloso (878 – 897). Último conde designado por los francos y primero que legó sus dominios a sus hijos. Se casó una vez y tuvo nueve hijos. Llegó a dominar gran parte de los condados catalanes. Reconquistó las comarcas de Ripoll y Montserrat, llegando hasta el río Llobregat. Estos territorios, con el valle del Segre, formaron la ‘Cataluña Vieja’. Fundó el monasterio de Ripoll. Sus sucesores, hasta Ramón Berenguer I, tienen poco interés.

Wifredo II o  Borrell I (897 – 911). Hijo del anterior. Se caso una vez y tuvo una hija. Continuó la obra repobladora de su padre. Protegió y fundó de monasterios.

Suniario o  Sunyer (911 – 953). Hermano del anterior. Se casó una vez y tuvo cinco hijos. Protector de la Iglesia, repobló sus tierras y luchó contra los sarracenos.

Mirón I y Borrell II (cogobierno: 953 – 966). Hermanos, hijos del anterior. El primero se casó una vez y tuvo cinco hijos. El segundo se casó y no tuvo hijos.

Borrell II (él solo: 966 – 992). El mismo anterior. Con él alcanzó la independencia de hecho pero no de derecho el condado de Barcelona (988). Sufrió los embates de Almanzor, que se apoderó de Barcelona, la saqueó y se llevó multitud de cautivos.
Ramón Borrell III (992 – 1018). Hijo de Mirón I. Se casó una vez y tuvo un hijo. Se aprovechó de la anarquía del califato cordobés para organizar una expedición de auxilio a un pretendiente de la corona, la cual dio por resultado el saqueo de Córdoba.

Berenguer Ramón I el Curvo (1018 – 1035). Hijo del anterior. Se casó dos veces y tuvo cuatro hijos. Pacificó el territorio y organizó la defensa de sus fronteras.

Ramón Berenguer I el Viejo (1035 – 1076). Hijo del anterior. Se casó tres veces y tuvo siete hijos. Gran conde catalán, inteligente y virtuoso, que amplió sus dominios hacia el sur, a la vista de Tarragona, y hasta la región del río Segre; aunque eran todavía avances inseguros. Por sus matrimonios con francesas del sur intervino en aquellas comarcas donde poseía extensos dominios, ampliando así el área de la política catalana. Promulgó el Código de los Usatges de Barcelona, que establece de forma jurídica la organización feudal a la europea de la sociedad catalana medieval. Dejó el condado conjuntamente a sus dos hijos.

Ramón Berenguer II, Cap d’Estopes y Berenguer Ramón II el Fratricida (cogobierno: 1076 – 1082). Hermanos gemelos, hijos del anterior. El primero, llamado así por su rubia cabellera, se casó una vez y tuvo un hijo. Aunque la herencia era pro indiviso, a los tres años hubo de repartirse entre ambos hermanos, de forma que cada uno vivía una parte del año en el palacio condal de Barcelona y ambos firmaban con la fórmula: Nos duos fratres Comites Barchinonenses. Pero las desavenencias surgidas hicieron la situación insostenible. En 1082, el conde Cap d’Estopes fue asesinado cuando cazaba en un bosque. Las sospechas recayeron en su hermano Berenguer Ramón, beneficiario de su muerte. La crónica cuenta una bella versión del suceso: Cuando Cap d’Estopes cazaba, su hermano le traspasó con un venablo. Entonces el conde y sus cómplices arrojaron el cadáver al paraje aún llamado Gorg del conde, pero el azor que solía llevar el asesinado en un puño, y que había quedado vagando en aquellos parajes, guió con su vuelo a los monteros de su señor al lugar donde yacía. Luego, el ave fiel voló delante del cortejo fúnebre hasta las gradas de la catedral de Gerona donde se rindió muerto. Cuando el capiscol y el cabildo salieron a recibir el cadáver y quisieron entonar el Subvenite sancti Dei, solo pudieron pronunciar la frase bíblica: Ubi est Abel, frater tuus? El conde muerto dejó un hijo nacido un mes antes, el que sería Ramón Berenguer III el Grande.                                      

Berenguer Ramón II el Fratricida (1082 – 1096). El mismo anterior. No se casó. No obstante haber asesinado a su hermano gemelo, y en contra de la opinión de gran parte de la nobleza catalana, Berenguer Ramón, cumpliendo el testamento de su padre, gobernó todo el condado, una parte en nombre propio y otra en el de su sobrino Ramón Berenguer, hijo de Cap d`Etopes. Fue vencido por el Cid, que estaba al servicio del rey moro de Zaragoza, pero al parecer se apoderó de Tarragona. Cuando su sobrino, favorecido desde niño por la nobleza, llegó a la mayoría de edad retó a su tío, que le reconoció su crimen. No se sabe si el conde fratricida murió a consecuencia de sus heridas o en peregrinación expiatoria a Jerusalén.

Ramón Berenguer III el Grande (1096 – 1131). Hijo de Ramón Berenguer II, Cap d’Estopes. Se casó tres veces, la primera con una hija de Cid, María. Tuvo nueve hijos. Fue el verdadero fundador de la grandeza catalana. Los reyes de su misma sangre que le sucedieron continuaron, con diversa fortuna, las orientaciones que él dejó marcadas. Señoreó los condados de Provenza por su matrimonio con Dulce de Provenza, aunque tuvo que luchar contra los franceses. Por el casamiento de su hija, aumentó sus dominios con la incorporación de cinco condados catalanes. Se apoderó por breve tiempo de Mallorca e Ibiza. En sus incursiones, los musulmanes devastaron el territorio, llegando incluso hasta Barcelona, aunque logró reparar los estragos, sobre todo en Tarragona. Si su política exterior fue brillante, también fue eficaz en su política de unificación de Cataluña con la vinculación al condado de Barcelona de varios condados catalanes. Al morir repartió sus dominios entre sus hijos, dejando los condados catalanes a Ramón Berenguer IV.

Ramón Berenguer IV el Santo (1131 – 1162). Hijo del anterior. Príncipe de Aragón por sus esponsales con la infanta Petronila (su única esposa) cuando ella apenas tenía dos años y él frisaba en los treinta y cinco (1137). Este matrimonio, celebrado trece años después, junto con sus conquistas territoriales, fue el gran éxito de este conde. Tuvieron seis hijos. Completó la reconquista del territorio catalán con la toma de varias ciudades, lo que le permitió repoblar la fértil comarca de Tarragona. Ayudó al rey castellano Alfonso VII en el sitio de Almería. A su muerte, su esposa se quedó con el reino de Aragón y su hijo mayor, Alfonso (antes Ramón Berenguer), heredó el condado de Barcelona. Dos años después la reina Petronila renunció al reino de Aragón en beneficio de su hijo Alfonso II. Esta nueva unión catalanoaragonesa afianzó y le dio más vigor a la Corona de Aragón. Fue, pues, la decisión catalana la que favoreció el nacimiento de esta unión. (véase Alfonso II en la Corona de Aragón.)

    REYES  DE  MALLORCA (feudatarios de la Corona de Aragón)

   Con la conquista de las islas Baleares por Jaime I el Conquistador se incorpora el reino de Mallorca a la Corona de Aragón. Jaime I repartió sus reinos entre sus hijos Pedro y Jaime, dejando a este el reino de Mallorca, que comprendía las islas Baleares, el Rosellón, la Cerdaña y el señorío de Montpellier. Este reino se reintegró de forma definitiva a la Corona de Aragón con Pedro IV en 1349; así se restableció la unidad de los países de lengua y cultura catalanas y se robusteció la monarquía. Los pueblos del reino de Mallorca renunciaron sin esfuerzo a una sombra de independencia, entregándose de buen grado a la casa de Barcelona.

Jaime II (1276 – 1311). Primer rey feudatario. Hijo de Jaime I el Conquistador. Se casó una vez y tuvo seis hijos. Su reinado fue azaroso y difícil. Hubo de someterse al vasallaje de su hermano Pedro III de Aragón, que no consintió que Mallorca se segregase de la Corona de Aragón. Alfonso III, sucesor de Pedro III el Grande, conquistó las Baleares, que su hermano, Jaime II de Aragón, hubo de devolver a Jaime II de Mallorca en virtud de la paz de Anagni. Hasta su muerte gobernó con tranquilidad y puso empeño en la repoblación de su reino. Fundó en Mallorca las once villas y con la afluencia de labradores catalanes convirtió en un emporio de riqueza la fértil campiña insular. La bella capital mediterránea, Mallorca, que aún no tenía el nombre de Palma, era teatro de una corte literaria y ceremoniosa. Terminó de construir la catedral de Palma de Mallorca. Brilló en la corte el caballero Ramón Llull,  después franciscano, autor del Arbre de la Ciencia, que en sus dieciséis ramas comprende todo el saber y el resumen del pensamiento de su autor.

Sancho I (1311 – 1324). Hijo segundo del anterior, fue rey por renuncia de su hermano mayor. Se casó una vez y no tuvo hijos. Era hombre pacífico y de escasa salud. Resistió  las sugerencias del rey de Francia, que quería enfrentarlo con Aragón, pero una vez que renovó el homenaje en las Cortes de Gerona y participó en la empresa de Cerdeña, vivió en paz con Jaime II de Aragón. Por renuncia de sus hermanos, la corona recayó en su sobrino Jaime.

Jaime III el Desdichado (1324 – 1349). Nieto de Jaime II, hijo de Fernando y sobrino de Sancho I. Se casó dos veces y tuvo tres hijos. Su custodio, el historiador Ramón Muntaner, consiguió con dificultad entregarlo en el Rosellón a la reina madre, Edelmira. Los pocos años que aún vivió Sancho I fueron los únicos apacibles de que pudo gozar Jaime el Desdichado. Comenzó su reinado bajo la tutela de su tío Felipe (hermano de Sancho I), canónigo de Elna, que hubo de enfrentarse a las apetencias anexionistas de Jaime II de Aragón. El regente consiguió que las Cortes de Lérida reconocieran los derechos de su pupilo, que contrajo matrimonio con Constanza, hija del heredero de Aragón. Jaime de Mallorca renovó el feudo ante su suegro Alfonso IV el Benigno (1329). Después, como era reacio a aceptar el vasallaje, se demoró en prestárselo a su cuñado Pedro IV el Ceremonioso, que aspiraba a la anexión del reino de Mallorca. Asimismo, el rey francés codiciaba el señorío de Montpellier. La disputa con el francés la aprovechó el rey aragonés para convocar a Cortes a Jaime II, que no pudo asistir (1344), lo que desató el conflicto, que acabó con la toma de las islas sin apenas resistencia. El rey huyó y vendió el señorío de Montpellier para organizarse y recuperar su reino, pero fue derrotado y muerto en la batalla de Lluchmajor (1349).

Jaime IV (1349 – 1375). Rey nominal. Hijo del anterior. Fue hecho prisionero en la batalla de Lluchmajor (1349), y así permaneció hasta que en 1362 logró huir. Al año siguiente se casó con la reina Juana de Nápoles (no tuvieron hijos). Antes de morir (Soria, 1375) designó como heredera a su hermana Isabel, que siguió reclamando el reino hasta su muerte en 1504. 

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    EMIRES,  CALIFAS,  REYES  Y CONDES AUTÓNOMOS     CONTEMPORÁNEOS  DE  LA  ESPAÑA  MEDIEVAL
Los  primeros  tiempos  de  la  Reconquista
                                      Siglos VIII  y  IX                                                  

Emirato de
Córdoba

Asturias
(reyes)

Navarra
(reyes)

Aragón
(condes autónomos)

Cataluña
(condes autóno-
mos de francos)
Varios emires depen-
dientes del califa de
Damasco
711 - 755

  Pelayo  
718 - 737




Favila
737 - 739



Abderrahman I
(primer emir inde-
pendiente del califa
de Damasco)
755 - 788

Alfonso I
739 - 757




Fruela I
757 -  768




             
Aurelio
768 - 774




Silo
774 -  783




Mauregato
783 - 789

Aznar I Galíndez
809 - 820

Hixem I
788 - 796
Bermudo I
789 - 791

García I Galíndez
820 - 833

Abderrahman II
822 - 852
Ramiro I
842 - 850

         
Galindo I Aznárez
844 - 867

Mohamed I
852 - 886
Ordoño I
850 - 886
García Iñíguez
851/2 - 870
Aznar II Galíndez
867 - 893

Almondir
886 - 888
Alfonso III
866 - 910
Fortún Garcés
870 - 905
Galindo II Aznárez
893 - 922
Wifredo I
878 - 897
Abdallah
888 - 912


Andregoto Galíndez
922
Wifredo II Borrell
897 - 911

La  época  del  califato  de  Córdoba,  siglos  X  y  XI


Califato de
Córdoba

León

Castilla

Navarra

Cataluña
Abderrahman III
912 - 961
García I
910 - 914

Sancho Garcés I
905 - 925
Suniario o Sunyer
911 - 953

Ordoño II
914 - 924




Fruela II
924 - 925

García Sánchez I
925 - 970



Alfonso IV
925 - 931




Ramiro II
931 - 950
Fernán González
932 - 970

Mirón I y Borrell II (cogobierno)
953 - 966

Ordoño III
950 - 956




Sancho I
956 -  958




Ordoño IV
958 -  960



Alhaken
961 - 976
Sancho I -  2ª vez
960 - 966

Sancho Garcés II
970 - 994
Borrell II (mismo)
966 - 992
Hixem II
976 - 1009
Ramiro III
966 - 984
Garci Fernández
970 - 995
García Sánchez II
994 - 1000
Ramón Borrell
992 - 1018
Mohamed II
1009
Bermudo II
984 -  999
Sancho García
995 - 1017
Sancho Garcéa III
1000 - 1035


Diez califas
1009 - 1027


Alfonso V
999 -  1028

García Sánchez
1017 - 1028


Berenguer Ramón I  1018 - 1035
Hixem III (último)
1027 - 1031
Bermudo III
1028 -  1037
Munia o Mayor
1028 - 1035



Reinos de Taifas
1031






 Los reinos  cristianos  en  el  siglo  XI


Castilla y León

Navarra

Aragón

Cataluña
Fernando I
1035 - 1065
García Sánchez III
1035 -  1054
Ramiro I    1035 - 1063
Ramón Berenguer I
1035 -  1076

Sancho Garcés  IV
1054 -  1076



Sancho II
1065 - 1072
Sancho V Ramírez
(también de Aragón)
1076 - 1094
Sancho I Ramírez
(el mismo de Navarra)
1063 - 1094
Ramón Berenguer II
Berenguer Ramón II
(cogobierno de ambos)
1076 - 1082
Alfonso VI
1072 -  1109
Pedro I, rey de Aragón y Navarra
1094 - 1104
Pedro I, rey de Aragón
y Navarra
1094 - 1104
Berenguer Ramón II
    (él solo)    
1082 - 1096

Las  grandes  conquistas  cristianas  de  los  siglos  XII  y  XIII


Castilla y León

Navarra

Aragón

Cataluña
Urraca
1109 - 1126
Alfonso I, rey de Aragón y Navarra
1104 - 1134
Alfonso I, rey de Aragón y Navarra
1104 - 1134
Ramón Berenguer III
1096 - 1131
Casa de Borgoña
Alfonso VII
1126 - 1157
García V Ramírez
1134 - 1150
Ramiro II
1134 - 1137


Sancho III
(sólo rey de Castilla)
1157 - 1158

Petronila, junto con su esposo Ramón Berenguer IV
1137 - 1162

Ramón Berenguer IV
1131 - 1162
Fernando II
(sólo rey de León)
1157 - 1188

Sancho VI
1150 - 1194
Unión de Aragón y Cataluña
Alfonso II
1162 -  1196

Alfonso VIII
(sólo rey de Castilla)
1158 - 1214
Sancho VII
1194 -  1234
Pedro II
1196 -  1213

Alfonso IX
(sólo rey de León)
1188 - 1230



Enrique I
(sólo rey de Castilla)
1214 -  1217

Jaime I
1213 - 1276

Berenguela
(sólo reina de Castilla)
1217



Fernando III
1217 - 1252
Casa de Champaña
Teobaldo I
1234 - 1253


Alfonso X
1252 - 1284
Teobaldo II
1253 - 1270
Pedro III
1276 - 1285

Sancho IV
1284 - 1295
Enrique I
1270 - 1274
Alfonso III
1285 - 1291

Fernando IV
1295 -  1312
Juana I
1274 - 1305
Jaime II
1291 -  1327



Reyes de Mallorca, feudatarios de la Corona de Aragón
Jaime II
 1276 - 1311



Sancho I
1311 -  1324



Jaime III
1324 -  1349



Jaime IV
(rey nominal)
1349 - 1375


La  Baja  Edad  Media  (siglos  XIV  y  XV)


Castilla

Aragón

Navarra



Reyes de Francia y
Navarra

Luis I   1305 - 1316
Juan I   1316 (+ a los 5 días)
Felipe I  (usurpador)  1316 - 1322
Carlos I (usurpador)   1322 - 1328
Alfonso XI
1312 - 1350
Alfonso IV
1327 - 1336
Juana II, hija de Luis I
1328 - 1349
Pedro I
1350 - 1369
Pedro IV
1336 - 1387
Casa de Evreux
Carlos II
1349 - 1387
Casa de Trastámara
Enrique II
1369 - 1379


Juan I
1379 - 1390
Juan I
1387 - 1396
Carlos III
1387 - 1425
Enrique III
1390 - 1406
Martín I
1396 - 1410



Interregno  1410 - 1412



Juan II
1406 - 1454

Fernando I
1412 -  1416
Blanca  1425 - 1441
y su esposo,  Juan I, rey de hecho  1425 - 1479,
a su vez Juan II de Aragón
Enrique IV
1454 - 1474
Alfonso V
1416 - 1458


Juan II
1458 - 1479

Isabel I  la Católica
1474 - 1504
(finaliza la Edad Media)          
Fernando V  el Católico
1479 - 1516
(finaliza la Edad Media

Casa de Foix
Leonor 1464 - 1479
(reina nominal)
(efectiva  en 1479)


Francisco
1479 - 1483


Catalina
1483 - 1512

MAPAS  DE  LA  ESPAÑA  MEDIEVAL