Adolfo
Pérez López
El secretario general del PSOE,
don Pedro Sánchez, ha definido a España como una nación de
naciones o estado plurinacional, definición que ha propagado en
actos políticos y entrevistas sin razonar la certeza de su
afirmación. Al parecer se refiere a Cataluña, Galicia y País
Vasco. Tal ocurrencia ha producido perplejidad y rechazo en ambientes
académicos y amplios sectores de la clase política, excepto entre
nacionalistas recalcitrantes e izquierda populista. Buena parte del
partido socialista disiente del secretario general, incluida la
presidenta socialista de la Junta de Andalucía, doña Susana Díaz.
Al parecer la ocurrencia del señor Sánchez, por el momento, ha sido
aparcada.
Después de lo que he aprendido
a lo largo del tiempo, y como aficionado al estudio de la historia de
España, no puedo estar de acuerdo con que España sea una nación de
naciones, razón por la que escribo este artículo con el deseo de
que sea útil a los lectores interesados.
De acuerdo con nuestra
Constitución y la bibliografía existente se desprende que España
es una sola y única nación, sin que se aluda a ninguna otra dentro
del territorio hispano. El título preliminar de la vigente
Constitución española comienza diciendo: “La Nación española
…” Igual sucede con el artículo 2, que dice:“La
Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación
española, patria común e indivisible de todos los españoles, y
reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades
y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas.”
El concepto nacionalidad usado
en el artículo 2 es la concesión hecha a territorios con rasgos
singulares respecto a otros, como Cataluña, Galicia y País Vasco,
en este caso la lengua propia. En realidad el concepto nacionalidad
viene a ser algo así como un proyecto nacional que poco a nada dice.
Son rasgos que no convierten en naciones a los territorios que los
poseen. Algo parecido sucede en otros países, entre ellos algunos de
la Unión Europea.
Y nada digamos de la famosa y
liberal Constitución de 1812, la Pepa, llamada así porque se aprobó
en Cádiz el 19 de marzo, día de san José. En ella se repite varias
veces el concepto Nación española comenzando por su título I:“De
la Nación española y de los españoles.” Luego, el artículo
10 detalla los nombres de las regiones e islas que integran el
territorio español, entre ellos Cataluña, Galicia y Provincias
Vascongadas (así las denomina), sin que las diferencie de las demás.
Es de sentido común entender que si los constituyentes de 1812
consideraron una sola nación después de citar cada una de las
regiones y 166 años después los constituyentes de 1978 afirman lo
mismo respecto a la Nación española, habrá que convenir que España
es una nación sin otras en su seno. Creo que es un argumento
convincente.
No obstante, conviene acudir a
la historia para ver cómo han evolucionado los territorios de España
a través de los siglos, evolución que nada nos dice de que alguno
de ellos alcanzara el rango de nación, pues los reinos cristianos de
la Edad Media son ajenos a tal concepto, como enseña la historia. De
su estudio se confirma que de los núcleos norteños surgieron los
reinos cristianos peninsulares, formados arbitrariamente pues no
respondían a fronteras naturales. Tales reinos afianzaron su
identidad sin que tuvieran una existencia política diferenciada, más
bien eran partes relativamente distinguidas y temporales del solar
hispano, aunque nunca perdieron esa conciencia de unidad dentro de la
diversidad. Algunos historiadores afirman que los reinos cristianos
de la España medieval no acababan de ser reinos en plenitud y sus
reyes, que tenían más poder que los ultrapirenáicos, no lo eran
con la supremacía, teórica al menos, de los otros reyes europeos,
sino que su realeza era un poco participativa del conjunto. Lo cierto
es que si eran independientes entre sí, se consideraban
pertenecientes al tronco común, con la misma herencia: la visigoda,
y con el mismo ideal: expulsar a los musulmanes de lo que para ellos
era su tierra: Hispania, o sea, lo que ahora entendemos por nuestra
nación.
Veamos ahora en un somero
análisis cómo fue la evolución política de estos reinos. El
primer reino cristiano de la Edad Media fue el de Asturias, que a su
vez fue el primer núcleo de resistencia frente a los musulmanes.
Este reino, a partir del año 913, al aumentar su extensión por
Galicia y León pasó a ser el reino de León, que a su vez, y por
razón de herencia, en 1037 se unió al reino de Castilla, cuya unión
definitiva se produjo en 1230. Se trataba del más importante reino
de la Edad Media y Moderna. Los territorios del País Vasco casi
siempre estuvieron unidos a la corona de Castilla, a la que también
se unieron las tierras de Andalucía y Murcia. En cuanto a Navarra,
tierra de los vascones, primero fue reino de Pamplona y después de
Navarra, anexionado a la corona de Castilla en el año 1512. Del
reino de Aragón cabe decir que de principio se trataba de un pequeño
condado que se desgajó de Navarra. En el siglo XII se unieron el
reino de Aragón y el principado de Cataluña formando ambos la
Corona de Aragón, una unión dinástica en la que cada parte
mantenía sus tierras, instituciones, leyes y costumbres. Con tantos
vaivenes dinásticos y territoriales no es posible mantener que
aquellos reinos, uno a uno, fueran naciones.
La monarquía de los Reyes
Católicos, limitada en principio a los reinos de Castilla y Aragón,
era de una sola voz y una sola voluntad. Ambos reinos se basaban en
la unión personal y dinástica, ya que en el orden interno cada uno
mantenía su propia estructura, con suma de esfuerzos en la política
exterior. Dos reinos y una nación, eso eran castellanos y aragoneses
Y así hasta el reinado de Felipe V, el primero en utilizar la
denominación: Reino de España, o sea, la nación española.
Respecto a la consideración de
que Cataluña sea una nación es muy interesante lo que dice en su "Historia mínima de Cataluña” el profesor de Historia Jordi Canal, nacido
en 1964 en Olot (Gerona). En la página 151 afirma que el más
destacado efecto de las crisis de finales del siglo XIX es el
surgimiento de los nacionalismos, siendo el catalán el que más
rápidamente se consolidó, el cual, añade, inició un proceso de
construcción nacional propio, que se hizo contra la nación
española. También este profesor escribe en la página 153: “Antes
del siglo XX no existía ninguna nación llamada Cataluña”. Y
afirma que fueron los nacionalistas los que a partir de finales de la
década de 1890 se lanzaron al proyecto de construir una nación y de
nacionalizar a los catalanes, y para ello, con los materiales
disponibles, se afanaron en darle forma a una “inexistente nación
catalana”.
El profesor dice que una clara
muestra de este proceso consistió en definir los símbolos, recrear
sus historias y dotarlos de contenido nacional, en especial la
bandera, el himno y el día de la patria. Y al respecto señala dos
de los símbolos más emblemáticos: la ‘sardana’ y ‘Els
segadors’. De la sardana, considerada ‘danza nacional’ desde
1906, el profesor nos cuenta (página 154) que es un claro ejemplo de
tradición inventada, pues mientras los nacionalistas dicen de ella
que se trata de una danza de míticos orígenes, la realidad es que a
finales del siglo XIX era desconocida por la mayoría y considerada
algo exótica, excepto en la provincia de Gerona, donde tenía sus
raíces.
Asimismo, describe en su libro
la verdad sobre “Els segadors” (página 155), himno presentado
como una antigua canción popular, cuando la realidad es que se trata
de una reelaboración con añadidos parciales de la última década
del siglo XIX. Se cambió la música original por la de una antigua
canción erótica y el estribillo original: “Segueu arran, que la
palla va cara” (Segad al ras, que la paja está cara), considerado
poco patriótico, se cambió por el famoso estribillo: “Bon cop de
falç, defensors de la terra” (Buen golpe de hoz, defensores de la
tierra). A la vez nos advierte de otras reinvenciones útiles para la
construcción nacional. Todo esto lo escribe en su libro un profesor
catalán, nacido nada menos que en Gerona, en cuya universidad enseñó
historia hasta el año 2001.
En cuanto a Galicia y País Vasco, también con nacionalismos del siglo XIX, ambas regiones con lengua propia, su realidad actual e histórica no acredita su consideración como naciones. Una realidad es ver a los gallegos votando masivamente al nada nacionalista Partido Popular. Sobre el País Vasco cabe recordar que casi siempre estuvo en la órbita de Castilla, basta oír el perfecto castellano que hablan los vascos, siendo minoritario entre ellos el uso del euskera. Respecto a que Andalucía sea considerada una nación poco o nada se puede decir. Son escasas las personas que defienden esa teoría. No obstante, señalar que el estatuto define a Andalucía como una nacionalidad histórica, o sea, una poética definición de nuestra hermosa región.
Como puede apreciarse, el recorrido histórico y las singularidades regionales nos conducen a la realidad de las dos constituciones, la actual y la de 1812, o sea, a la única nación.