Paseo marítimo de Garrucha; sábado 13 de abril de 1991, 19:45 horas. Discurso del alcalde Adolfo Pérez López en la inauguración del monumento al pescador, acto de homenaje a los pescadores.
Pescadores de Garrucha, señores concejales, autoridades, señoras y señores:
Hoy es un día muy señalado
para el pueblo trabajador de Garrucha, porque hoy, haciendo justicia,
tributamos un homenaje a los hombres de la mar; ya que sin ellos, sin su
actividad pesquera no se podría concebir Garrucha.
Es un honor para mí ser el
portavoz de la Corporación municipal en este acto de justo homenaje a los
pescadores de Garrucha. Homenaje acordado en la sesión plenaria celebrada el
día 27 de julio de 1989.
La historia de Garrucha, que
ahora está siendo analizada minuciosamente por el historiador Juan Grima
Cervantes, nos presenta a los pescadores como los fundadores de nuestro pueblo.
Hace más de seiscientos años, cuando toda esta comarca estaba en poder
de los moros, aquí, justo donde está ubicada Garrucha, se asentaba una pequeña
colonia de pescadores llamada Almoriac.
Es sabido que hace cientos de años, junto a la atalaya o torre de la garrucha
y el alfolí o almacén de la sal, de los que muchos habréis oído hablar,
existían varias cuevas, algunas chozas y casas de pescadores. Y según se
comprueba por un informe existente en el archivo de Simancas, realizado en 1526
por el visitador de las fortalezas de la costa, Ramiro Núñez de Guzmán, ya
había faenando en esta playa unas veinte jábegas y barcas, y unos trescientos
pescadores, de ellos unos doscientos moriscos. También se sabe que los Reyes
Católicos eligieron en 1488 la playa de La Garrucha para descargar los
suministros que se trajeron por mar para la conquista de Vera. De entonces a
ahora las labores pesqueras han sido la vida de Garrucha.
Ciertamente las artes de la pesca han ido evolucionando (almadrabas, palangres, nasas, sardinales, boliches, trasmallo, etc.), así como los barcos (jábegas, faluchos, laúdes, etc.), pero los hombres, nuestros pescadores, son los mismos. Su trabajo honesto y el de sus antepasados es de un gran mérito. Pero esta actividad entraña riesgos que en ocasiones han vestido de luto a familias por desgracias ocurridas en el mar, que se ha cobrado muchas vidas a lo largo de los años, según he leído en un libro que hay en el Ayuntamiento, en el que se narran las memorias de los naufragios habidos entre 1889 y 1932. Leer sus páginas es algo que encoge el corazón.
Es probable que desconozcan ustedes que hubo pescadores que protagonizaron
grandes gestas. La más grande fue la que en 1919 protagonizó Francisco González
Gerez, quién después de un naufragio, jugándose la vida a unos niveles poco
comunes, sacó a nado, uno a uno, a todos los que iban con él en la barca;
hazaña que le supuso estar dos meses en la cama para recuperarse del enorme
esfuerzo y de las heridas sufridas. Tal proeza le valió el premio de una de las
once medallas de oro que a lo largo de toda su historia impuso la Sociedad de
Salvamento de Náufragos.
Francisco González Gerez era garruchero, y según describe el que fuera
ministro de la República, Augusto Barcia Trelles, en el acto del homenaje e
imposición de la medalla: “Este joven, que frisa en los treinta y dos años,
cetrino de color, los ojos claros y nobles, amplia y despejada la frente, de
cuerpo enjuto y seco, que tiene esa gallarda modestia de los hombres bravos y
fuertes, va a ser honrado con un homenaje solemnísimo. Ha de imponérsele la
medalla de oro de la Sociedad de Salvamento de Náufragos, galardón que se
concede solamente por méritos superiores”.
También he de referirme a los cargadores de las gabarras, aquellos que,
por medio de tales embarcaciones y con el agua por la cintura, se introducían
en el mar casi desnudos con las sacas y espuertas de mineral hasta llegar a las
gabarras, para luego, mar adentro, cargar los vapores fondeados enfrente de
Garrucha, ya que aún no existía el puerto. Las fotos de la época nos ilustran
sobre la penosidad de ese trabajo.
En el año 1863 el ingeniero francés Casimir Delamarre dijo de estos trabajadores: “Su energía es inconcebible, porteando todo el día pesadas cargas de mineral, corriendo sobre la cálida playa, entrando en el agua hasta la cintura, mientras el resto del cuerpo se expone al ardiente sol. Nunca parecen cansados; si descansan a la hora de la comida, apenas buscan un sombrajo para tenderse un momento.”
El auge alcanzado por aquella aldea marina, cuyo núcleo de población
eran los trabajadores del mar, tuvo como consecuencia la creación en 1858 del
municipio independiente de Garrucha, que se concretó el día 1º de enero de 1861
con la constitución de su primer Ayuntamiento, y de cuyo edificio hoy
inauguramos su remozamiento, razón por la que les invito a que lo visiten.
Para nuestros pescadores, muy
merecedores de este homenaje, tanto los que están en activo como los jubilados,
así como para los garrucheros que navegan en otros mares, les expreso nuestra
simpatía y afecto. Igualmente merecen nuestro cariñoso recuerdo los pescadores
que nos precedieron.
Finalmente decir que estas dos figuras esculpidas que ahora vamos a descubrir, representantes de la Garrucha marinera y pesquera, se deben a la escultora María Ángeles Lázaro Guil, la cual, con mano maestra y la delicadeza del artista, las ha cincelado en la piedra del mármol blanco de Macael, de la sierra de los Filabres. Para ella mi felicitación y la gratitud de nuestro pueblo. Muchas gracias.
Finalmente decir que estas dos figuras esculpidas que ahora vamos a descubrir, representantes de la Garrucha marinera y pesquera, se deben a la escultora María Ángeles Lázaro Guil, la cual, con mano maestra y la delicadeza del artista, las ha cincelado en la piedra del mármol blanco de Macael, de la sierra de los Filabres. Para ella mi felicitación y la gratitud de nuestro pueblo. Muchas gracias.